El “estigma” Elon Musk, la fábrica de Tesla que avergüenza a un pueblo en Alemania

Cuando Elon Musk aconsejó a los alemanes que en las elecciones de 2024 votaran por el partido de extrema derecha Alternativa por Alemania (AfD), Manu Hoyer, vecina de la ciudad de Grünheide —donde el empresario multimillonario hizo construir una fábrica de Tesla— escribió quejándose al jefe de gobierno de su estado, Brandemburgo. “¿Cómo es posible que esté haciendo negocio con alguien que apoya el extremismo de derechas?”, le preguntó al socialdemócrata Dietmar Woidke.
Hoyer se refería al centro de producción de Tesla para Europa, conocido como Gigafactory 4, que Musk construyó con el apoyo de Woidke en Grünheide. Según Hoyer, la respuesta de Woidke fue “decepcionante, pero previsible”: “Dijo que no lo conocía personalmente, como si eso lo excusara”.
Hoyer cofundó una iniciativa ciudadana contra los planes anunciados por Musk en 2019 de construir su fábrica en esta localidad de unos 8.000 habitantes, ubicada en las arenosas llanuras al sudeste de Berlín. En aquel momento, los temores se centraban especialmente en el posible impacto medioambiental que la planta tendría sobre los pinares y las aguas subterráneas.
Pero ahora es la postura política de Musk lo que causa mayor alarma. No solo por ofrecer su apoyo a las formaciones europeas de extrema derecha, sino por aparecer haciendo el saludo nazi en dos ocasiones durante un mitin tras la investidura de Donald Trump.
La facturación de Tesla se desplomó desde entonces, y especialmente en Europa, donde la venta de Tesla nuevos lleva cinco meses de caídas consecutivas, pese al crecimiento generalizado del mercado de coches eléctricos.
Heiko Baschin, carpintero y también miembro de la iniciativa ciudadana, dice haber sentido cierto regocijo porque a la empresa le esté yendo peor. “Teníamos esperanzas”, dice durante un paseo por el bosque de Grünheide, en las cercanías de la gigantesca fábrica.
La caída de las ventas afectó a la instalación. Los turnos de fabricación del Tesla Y han pasado de tres a dos diarios. El sindicato IG Metall, que medió en el contrato de varios centenares de trabajadores pese a las resistencias de Tesla, instó a la empresa a aplicar el equivalente alemán al ERTE rotativo, muy común en la debilitada industria automovilística nacional.

Teslas en el Este
La prensa regional informó que muchos de los Tesla que no se logran vender se cargan en camiones que los dejan en un antiguo aeropuerto de la Alemania Oriental, a 60 kilómetros de distancia. Ocultos tras los árboles y junto a paneles solares, se cuecen al sol.
Aunque el aparente saludo nazi de Musk fue acogido con horror y conmoción por toda Alemania, en Grünheide no tuvo gran repercusión hasta que unos activistas proyectaron una imagen del gesto sobre la fachada de la fábrica, colocando delante del logotipo de la marca la palabra “heil”, asociada al nazismo.
La conmoción que causó el incidente se hizo palpable en la fábrica, según declararon los trabajadores al Berliner Kurier. Seguir ignorando la relación se volvió imposible. “En Tesla Alemania fingían no tener nada que ver con Musk y preferían callar”, publicó el periódico.

Acuerdos de confidencialidad
Hablar con los trabajadores no es fácil. En su mayor parte, han sido forzados a firmar acuerdos de confidencialidad. Pero en el portal de búsqueda de trabajo Kununu los empleados pueden expresar de forma anónima lo que sienten. “Antes la marca representaba el cosmopolitismo, el progreso y la tolerancia, pero ahora representa exactamente lo contrario”, escribió en el portal un trabajador de Tesla. “Eso aquí molesta a casi todo el mundo y se nota”.
Según Almut, vecina de Grünheide, los políticos locales se empeñan en hablar de los beneficios que Tesla aporta a la región, pero “olvidan mencionar la problemática realidad de estar subvencionando al hombre más rico del mundo, que no asume en absoluto ninguna responsabilidad social por lo que sucede en el lugar”.
Los habitantes de la zona bromean sobre las posibles alternativas a la fábrica, en caso de que Tesla fracase. “¿Una fábrica de municiones? ¿Una cárcel? En cierto modo parecerían alternativas mejores”, dice Almut. En su opinión, la única contribución positiva que Tesla hizo a Grünheide es un robot cortacésped que donó al club de fútbol local.
Dos semanas antes del saludo nazi, Musk estaba inmerso en su campaña de apoyo a AfD para las elecciones federales. Uno de los actos fue una charla de una hora con Alice Weidel, colíder del partido antinmigrantes. Entre otros temas, Musk y Weidel hablaron de Hitler, de energía solar y de la burocracia en Alemania. Según Musk, esa burocracia había obligado a Tesla a presentar formularios de 25.000 páginas para construir la fábrica de Grünheide. De lo que no hablaron fue del vehemente rechazo inicial que la AfD mostró por el proyecto, de la que recelaban como ejemplo del turbocapitalismo estadounidense y por la pérdida de derechos de los trabajadores. “La gente tiene que apoyar a la AfD”, dijo Musk.

Impacto en el entorno
A los vecinos de Grünheide contrarios a Musk les sigue preocupando el impacto que la fábrica tiene en su comunidad rural de bosques, lagos y ríos. Los carriles bici se desviaron para construir las carreteras nuevas y talaron grandes extensiones de pinares, poniendo aún más en riesgo las escasas reservas de agua potable en una región declarada zona de sequías, la más seca de Alemania.
El plan firmado por el alcalde de Grünheide para el futuro próximo (pese al referéndum donde un 62% dio su voto en contra) es ampliar el complejo industrial para que pase de las actuales 300 hectáreas a 400.
Los partidarios de Tesla hablan de los 11.000 puestos de trabajo creados y del empujón que dió a la economía local de esta región, que formó parte de la antigua Alemania comunista y cuyo desempeño económico figuraba entre los peores del país.

Algunos jóvenes cuentan entusiasmados que ahora hay más trenes a Berlín, que los supermercados están mejor abastecidos, y que su ciudad natal sale ahora en los mapas como faro del “capitalismo verde” junto a Shanghái, Nevada y Austin, sedes de las otras fábricas de Tesla. Muchos anhelan también una invitación a la “cueva para raves”, un espacio de baile tecno supuestamente construido por Musk dentro del complejo fabril.
En el sitio web de la fábrica, la sección dedicada a las contrataciones subraya que la política de diversidad es esencial en su modelo de negocio y muestra una larga lista de puestos por cubrir, desde jefes de turno a técnicos de mantenimiento.
Pero los ánimos se han enfriado incluso entre gente que antes hablaba de Tesla con entusiasmo. Cuando la fábrica estaba en construcción, un grupo de estudiantes adolescentes de la zona grababa imágenes áreas con drones para subir luego a YouTube y presumir. Hasta que Musk les pidió que dejaran de hacerlo. “Ya nadie está dispuesto a hablar públicamente de Tesla/Elon, ni siquiera de forma anónima”, dice uno de ellos a The Guardian, sin más explicaciones, en un mensaje de texto.
The Guardian pidió una entrevista a la empresa, pero no recibió respuesta ni permiso para acceder a la factoría.
El alcalde de Grünheide y fan incondicional de Musk, Arne Christiani, dijo que confiaba en que Tesla se quedase y prosperase. Lo que Musk diga o haga no le afecta. “Hay que distinguir entre lo que ocurre en EEUU y aquí, en Grünheide”, justifica.
Hoyer vive a nueve kilómetros de la fábrica y no renuncia al sueño de volver a ver un día el cielo estrellado desde su jardín. “Desde que se construyó, la contaminación lumínica constante que provoca lo impide”, lamenta, mostrando en su teléfono móvil las fotos del cielo de antes y después.
0