La guerra entre Trump y Musk: sexo, drogas, poder y dinero, mucho dinero

“Siempre quiso ser una estrella”. Maggie Haberman, periodista del New York Times y autora del líbro El Camaleón (Península), define así al presidente de EEUU: “Sus principales intereses son el dinero, el dominio, el poder, el acoso y él mismo”. Y esas son algunas de las claves que explican el idilio, el bromance y el divorcio entre Donald Trump y Elon Musk. Millonarios los dos, magnates, pero de generaciones distintas, incluso en la forma de hacer su fortuna: uno con uno de los oficios más antiguos del mundo, la construcción; y el otro con proyectos punteros, como la carrera espacial, las comunicaciones por satélite y los coches eléctricos.
¿Y qué los juntó?
La ambición, el poder y el dinero: dos hombres poderosos, con magnetismo y que quieren estar cerca el uno del otro por lo que cada uno puede conseguir del otro. Una simbiosis de conveniencia que tenía los días contados.
Elon Musk se convirtió en el mayor donante, no solo de Trump, sino de la historia de unas elecciones estadounidenses. Apostó muy caro, más de 260 millones de dólares, y le tocó el premio: Trump ganó las elecciones en noviembre y, automáticamente, eso le daba acceso, poder y un puesto relevante en la futura administración.
A Trump, además del dineral que inyectó Musk en su campaña, lo conectaba con una generación distinta y con familias políticas diferentes a las clásicas conservadoras pero también de las englobadas en el movimiento MAGA: Musk no es estadounidense, es sudafricano y pocos negocios son más wokes –ese wokismo o progresismo que tanto odian los magas– que fabricar coches eléctricos.
Musk no podía estar en el Gabinete de Trump porque no es estadounidense, pero el presidente de EEUU se inventó un puesto para él que casaba con la obsesión de Musk por la motosierra: un departamento paragubernamental, el DOGE, como empleado especial del Gobierno –limitado a 130 días–.
La motosierra
Eran los días en los que Musk parecía el brazo ejecutor de Trump con recortes en cooperación –USAID–, organizaciones de la ONU –ACNUR–, despido de funcionarios, intervención de datos protegidos de la Seguridad Social, con una promesa de suprimir 2.000 millones en gasto público.
Después de cuatro meses, apenas 140 millones son los que dicen haber recortado, y muchos tienen que ver con el recorte de gastos en políticas de cooperación internacional, en tanto que el grueso del gasto público –defensa, infraestructuras, preceptores de nóminas públicas...–, no se pueden suprimir de un día para otro por decisión del DOGE.
Pero esa irrupción de Musk en la presidencia de Trump le trajo consigo el rechazo furibundo de algunos que lo habían visto como un referente de futuro y, por supuesto, la oposición a la Administración, hasta el punto de ver desplomarse los valores de Tesla en la bolsa y sus concesionarios y coches vandalizados.
Pero aún eran tiempos en los que se veía complicidad entre Musk y Trump, y se hicieron una foto en la Casa Blanca con un Tesla, y Trump acusaba de terroristas a quienes destrozaban coches Tesla en el país. Era marzo, ni tres meses de presidencia, pero ya había habido varias polémicas internas: las tensiones de Musk con el Gabinete, algunos de cuyos miembros no querían verse fiscalizados por Musk y su DOGE; el saludo nazi del día de la investidura; y su conocida oposición a los aranceles de Trump.
Dinero
La oposición de Musk a los aranceles no viene porque sea un librecambista ni un alumno aventajado de la escuela de Chicago. El problema que tiene Musk con los aranceles, que incluso en una parte de los demócratas no están mal vistos, tiene que ver con que su emporio tiene fábricas fuera de EEUU y compra piezas de países castigados por los aranceles. Es decir, los aranceles golpean directamente el bolsillo de Musk y sus empresas.
En efecto, Elon Musk hizo intentos en abril, varias veces, para tratar de convencer a Trump de que frenara la oleada de aranceles globales que provocaron turbulencias en los mercados internacionales.
Sin embargo, el fracaso de Musk a la hora de hacer que Trump lo escuchara fue, para algunos observadores, una señal de una ruptura creciente entre el presidente de EEUU y la persona más rica del mundo. Y aún faltaba algo de tiempo para que todo estallara.
Dos fuentes confirmaron en aquellos días a The Washington Post que Musk realizó varios acercamientos personales a Trump para intentar persuadirlo de que diera marcha atrás con la batería de aranceles comerciales. La imposición de estos aranceles provocó una caída de los mercados bursátiles en todo el mundo en aquellos días, fulminó billones de dólares del valor de numerosas empresas, y afectó al patrimonio de Musk, fundador de Tesla y SpaceX, y propietario de X. Según los estudios, su fortuna personal cayó por debajo de los 300.000 millones de dólares por primera vez desde el año pasado.
Pero la cosa no se quedó en un consejo desdeñado por el presidente. Por primera vez, saltó públicamente.
Musk participó por videoconferencia en un acto ultraderechista en Italia donde pidió aranceles cero entre EEUU y la Unión Europea. “Esa fue sin duda mi recomendación al presidente”, dijo a los asistentes al congreso de la Lega de Matteo Salvini en Florencia. Pero ahí no quedó la cosa: Musk protagonizó una disputa cargada de insultos en redes sociales con Peter Navarro, estrecho colaborador de Trump y asesor comercial de la Casa Blanca, uno de los artífices de la estrategia arancelaria.
En respuesta a un video en el que Navarro decía que Musk no era un fabricante de coches, sino un montador, Musk respondió: “Este tipo es un idiota”.
Trump intentaba aplacar los ánimos, reconocía en las reuniones del gabinete el trabajo de Musk, quien se presentaba a veces con dos gorras puestas, pero la cosa no fluía como antes, cuando llevaba a su hijo al Despacho Oval con Trump: algo se había roto, y tenía que ver con lo cara que le estaba empezando a salir la presidencia de Trump a Elon Musk después de haberse aprovechado de su cercanía con el presidente más poderoso del mundo.
La siguiente crisis vino dada por la “maravillosa y única gran ley” de Trump, la One Big Beautiful Bill. Llegó unas semanas después de las tensiones por los aranceles, a escasos días de que venciera el mandato de Musk, al que Trump no buscó reacomodo con alguna excusa.
La mega ley económica de Trump, que aumentará el déficit en alrededor de 3 billones de dólares, y, además, seguirá disparando la deuda hasta el punto de tener que ampliar un aumento del techo de gasto, supone una contradicción para el Musk que se presenta ante el mundo como el campeón de las cuentas saneadas.
La primera señal de alarma llegó con un adelanto de una entrevista en CBS, donde se confesaba “decepcionado” por la ley aprobada con nocturnidad y por la mínima en la Cámara de Representantes hace dos semanas. La semana pasada Trump despidió a Musk en el Despacho Oval, a donde acudió el dueño de Tesla con un ojo morado, y donde ya se podía percibir que la sintonía se había perdido.
“Me decepcionó ver el enorme proyecto de gasto, sinceramente. No solo aumenta el déficit presupuestario, sino que además socava el trabajo que está haciendo el equipo de DOGE”, dijo Musk.
Pocos días después, estalló la guerra con varios tuits de Musk e intervenciones públicas de Trump.
Musk arremetió con más fuerza contra la “maravillosa” ley fiscal de Trump, que calificó de “abominación repugnante” que disparará el déficit presupuestario. “Vergüenza para quienes votaron a favor: saben que hicieron mal. Lo saben”, escribió en X.
A raíz de eso, el presidente de EEUU amenazó con retirar miles de millones de dólares en contratos gubernamentales a las empresas de Musk, mientras que el CEO de Tesla sugirió que Trump no habría ganado las elecciones sin su apoyo.
Mucho, mucho dinero
Hace apenas unos meses, el valor de las empresas de Musk estaba disparado por su cercanía a Donald Trump y a la corte de Washington. Pero eso se terminó este jueves: los mercados y los inversores atribuían cientos de miles de millones de dólares de valor a la idea de que el acceso privilegiado de Musk impulsaría el éxito de Tesla, SpaceX, xAI y otras compañías de su imperio, muy ligadas a contratos públicos.
Tesla, la única empresa de Musk que cotiza en bolsa, perdió este jueves más de 150.000 millones de dólares en valor. El propio Musk perdió casi 20.000 millones.
En diciembre pasado, una venta de acciones valoró SpaceX en 350.000 millones de dólares, según CNBC, 140.000 millones más que seis meses antes. Si se suma Tesla, SpaceX (incluido Starlink), xAI (incluido X), Neuralink y The Boring Company, hasta hace unos días el valor conjunto rozaba los 2 billones de dólares, explica Axios.
Y eso sin contar los miles de millones en contratos gubernamentales que las empresas de Musk tienen con la Casa Blanca y que Trump amenazó directamente el jueves con romper: “La forma más fácil de ahorrar dinero en nuestro presupuesto —miles y miles de millones de dólares— es poner fin a los subsidios y contratos gubernamentales de Elon”.
Musk respondió a la amenaza insinuando que retiraría la nave Dragon de SpaceX de las misiones de la NASA —aunque luego se retractó—. Solo ese contrato está valorado en unos 5.000 millones de dólares.
SpaceX, una de las startups más valiosas del mundo, con una valoración de 350.000 millones de dólares, recibió más de 22.000 millones en contratos no clasificados del Departamento de Defensa y la NASA desde el año 2000, según datos de Bloomberg Government. La empresa de satélites, clave para la seguridad nacional del Pentágono y EEUU, depende de la compañía dirigida por Musk para desarrollar una nave espacial para llevar astronautas estadounidenses a la Luna en apenas dos años.
Despecho
La bronca deja detalles interesantes. Si Trump amenaza públicamente a Musk con quitarle los contratos públicos a raíz de una discusión, puede inferirse que el dinero público iba generosamente a las empresas de Musk por su relación fluida con el presidente.
Es decir, que los contratos públicos parecen depender del tipo de relación personal que tiene el proveedor con la Administración Trump.
Por otro lado, el hecho que de Musk presuma de haber hecho ganar las elecciones a Trump también levanta ciertas dudas de cómo son los procesos electorales en EEUU, donde se evidencia el peso tan grande del dinero en el éxito –o fracaso– de los candidatos.
“Cuánta ingratitud”, se lamentó Musk, en una muestra de despecho por la ruptura con Trump, que refleja cómo el hombre más rico del mundo esperaba contrapartidas del presidente más poderoso del mundo por su financiación electoral.
Sexo
“Es hora de soltar la bomba verdaderamente grande”, dijo Musk en Twitter este jueves después de que Trump amenazara con quitarle los contratos públicos: “Donald Trump está en la lista Epstein, esta es la verdadera razón por la que no se hicieron públicos. La verdad saldrá a la luz”.
Si lo que dice Musk es cierto, ¿cómo sabe que Trump está en los archivos confidenciales del Departamento de Justicia sobre Jeffrey Epstein? ¿Cómo accedió a esa información?
Epstein, millonario conocido por sus relaciones con famosos, políticos, multimillonarios y estrellas del mundo académico, fue detenido inicialmente en Palm Beach (Florida) en 2005 tras ser acusado de pagar a una niña de 14 años por mantener relaciones sexuales.
Decenas de niñas menores de edad describieron abusos sexuales similares, pero los fiscales permitieron que el financiero se declarara culpable en 2008 de un cargo relacionado con una única víctima. Cumplió 13 meses de condena en un programa que le permitía salir a trabajar.
Varias informaciones del Miami Herald renovaron el interés por el escándalo, y los fiscales federales de Nueva York acusaron a Epstein en 2019 de tráfico sexual. Murió por suicidio en la cárcel mientras esperaba el juicio. Y los MAGA siempre acusaron a la Administración Biden y al 'Estado profundo' de ocultar los nombres de esa lista y de encubrir la supuesta verdad de su muerte, hasta que este jueves, en plena escalada, Musk aseguró que Trump es uno de la lista.
Menos de dos semanas antes de las elecciones presidenciales del 5 de noviembre de 2024, una exmodelo estadounidense acusó a Trump de manosearla y tocarla sexualmente en un incidente en la Torre Trump en 1993 en lo que considera que fue un “juego retorcido” entre el entonces candidato republicano y Epstein.
Stacey Williams, que trabajó como modelo profesional en la década de 1990, afirma que conoció a Trump por primera vez en 1992 en una fiesta de Navidad después de que se lo presentara Epstein, quien ella creía que era un buen amigo del entonces promotor inmobiliario neoyorquino. Williams dijo que Epstein se interesó por ella y que ambos salieron durante unos meses.
“Quedó muy claro que él y Donald eran muy, muy buenos amigos y que pasaban mucho tiempo juntos”, dijo Williams. El supuesto tocamiento ocurrió unos meses después, a finales del invierno o principios de la primavera de 1993, cuando Epstein sugirió durante un paseo que él y Williams pasaran a visitar a Trump en la Trump Tower.
Hasta tal punto es explosiva la acusación de Musk a Trump, que este viernes el presidente de EEUU republicó un post de un abogado de Epstein que afirma que no hay nada en los archivos del pedófilo que pueda dañarlo.
Traiciones y decepciones
Uno de los asuntos que más se comenta últimamente en las redes sociales es el papel que está desempeñando la esposa de Stephen Miller, Katie Miller. Stephen Miller es adjunto al jefe de Gabinete de Trump, y una de las personas más feroces contra la oposición de la Casa Blanca. Miller está demostrando muy pocos escrúpulos a la hora de atacar a los rivales políticos y de defender las acciones de Trump.
Y resulta que su esposa Katie, fue nombraba como portavoz en el DOGE, el departamento que dirigía Musk. Y ahora, cuando Musk concluyó su tarea laboral, ella decidió marcharse con quien se está convirtiendo en uno de los principales arietes contra Trump, hasta el punto de haber pedido un impeachment, es decir, una censura para deponerlo.
En 2020, hacia el final de su primera legislatura en la Casa Blanca, Katie y Stephen Miller se casaron. Según The New York Times, la boda se celebró en el Trump International Hotel de Washington, y fue oficiada por el rabino Aryeh Lightstone, asesor principal de David Friedman, ex embajador de Estados Unidos en Israel.
El presidente de EEUU explicó otro motivo del divorcio con Musk: “Él recomendó a alguien que, supongo, conocía muy bien para dirigir la NASA. Y no me pareció apropiado. Resulta que era demócrata, y yo dije: 'Mirá, nosotros ganamos las elecciones, tenemos ciertos privilegios'. Y uno de esos privilegios es nombrar a alguien, la NASA es muy importante y tenemos gente excelente. Él quería a esa persona, una persona en particular, y dijimos que no. Y puedo entender por qué está molesto”.
Así, Trump decidió echar para atrás el nombramiento del magnate tecnológico Jared Isaacman para comandar la NASA tras una “revisión exhaustiva de asociaciones previas”.
Y drogas
Mientras Elon Musk se convertía el año pasado en uno de los aliados más cercanos de Donald J. Trump —liderando mítines estruendosos y donando unos 275 millones de dólares para ayudarlo a ganar la presidencia—, también consumía drogas con mucha más intensidad de lo que se sabía hasta entonces, según personas familiarizadas con sus actividades.
El consumo de drogas por parte de Musk iba mucho más allá del uso ocasional, recogía una información de The New York Times. Le dijo a varias personas que estaba tomando tanta ketamina —un potente anestésico— que le estaba afectando la vejiga, un efecto conocido del uso crónico. También consumía éxtasis y hongos psicodélicos. Y viajaba con una caja diaria de medicamentos que contenía unas 20 pastillas, incluidas algunas con el distintivo del estimulante Adderall, según una foto de la caja y el testimonio de personas que la vieron.
No está claro si Musk estaba bajo los efectos de alguna droga cuando se convirtió en una presencia habitual en la Casa Blanca este año y recibió la autoridad para recortar la burocracia federal. Pero mostró un comportamiento errático: insultó a miembros del gabinete, hizo gestos nazis y balbuceó respuestas en entrevistas.
Musk tiene un historial de consumo recreativo de drogas, según informó el Wall Street Journal el año pasado. Algunos miembros del consejo de administración de Tesla, su empresa de vehículos eléctricos, expresaron preocupación por su uso de sustancias, incluido Ambien, un medicamento para dormir.
En una entrevista en marzo de 2024, el periodista Don Lemon le preguntó sobre su consumo de drogas. Musk aseguró que tomaba solo “una pequeña cantidad” de ketamina, aproximadamente una vez cada dos semanas, como tratamiento recetado para estados de ánimo negativos.
Sin embargo, según pudo saber The New York Times, Musk habría desarrollado una adicción mucho más grave. Personas familiarizadas con su consumo aseguran que Musk usaba ketamina con frecuencia, a veces a diario, y la combinaba con otras drogas. La frontera entre el uso médico y el recreativo era difusa, algo que preocupaba a su entorno cercano.
También habría consumido éxtasis y hongos psicodélicos en reuniones privadas en distintas partes de Estados Unidos y al menos en otro país, según asistentes a esas citas.
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