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Conflicto sobre el final del mandato presidencial, protestas y detenciones: Haití ante una nueva crisis política

El presidente haitiano Jovenel  Moïse le aclaró el domingo en vivo y en directo a su pueblo vía Twitter: "Yo no soy un dictador". Y ordenó prisión a los líderes opositores acusados de planear matarlo en un Golpe de Estado.

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Haití celebró el domingo pasado el 35 aniversario del fin de la dictadura. Derrocado el 7 de febrero de 1986 el dictador constitucional Jean-Claude Duvalier, “Baby Doc” (hijo del dictador constitucional François Duvalier “Papa Doc”), comienza la transición democrática que culmina en el actual presidente Jovenel Moïse. Y fue este domingo 7 que el mandatario se dirigió en vivo por Facebook al pueblo haitiano para advertirle: “No soy un dictador”. Según la oposición, es culpable de abusos dictatoriales por retener el poder a pesar de que su mandato terminó el domingo y por no haber siquiera convocado nuevas elecciones. Según Moïse, su período presidencial terminará recién en 2022.

En el mismo mensaje de republicanismo dominical difundido por la red social, confirmó que 23 personas, incluidos un juez de la Corte de Casación y la Inspectora General de la Policía, habían sido arrestadas al alba. Estos conjurados planeaban un sanguinario golpe de Estado, aseguró. Los arrestados y sus partidarios aseguraron que nunca habían planeado asesinar a Moïse. El martes, cinco habían sido liberados.  

La oposición reaccionó el lunes políticamente con la acción directa, movilizándose en la capital, e institucionalmente designando al juez Joseph Mécène Jean-Louis, decano de la Corte, como presidente provisorio. El Gobierno reaccionó políticamente con la acción directa dispersando la protesta con gases lacrimógenos y con disparos que hirieron de gravedad a los periodistas Alvarez Destiné y Méus Jeanrilque e institucionalmente jubilando por decreto a tres jueces de la Corte (incluidos el preso y el presidente de la transición), buscando diálogo con lo que queda del Senado disuelto en 2019, programando un referendo constitucional y ordenando la captura del alcalde de Puerto Príncipe, Yuri Chevry, opositor, por presuntos vínculos con el crimen organizado. Medidas que no dejan de evocar a algunas de las adoptadas 36 años atrás por “Baby Doc” antes de caer.

La Embajada de EEUU, principal apoyo del presidente, tuiteó un comunicado el martes donde cuestiona la interferencia del Poder Ejecutivo en el Judicial y sostiene que la prioridad es convocar elecciones legislativas –no un referendo. Las Fuerzas Armadas dejaron en claro su apoyo al actual gobierno.

Los episodios de violencia de esta semana fueron un clímax en la prolongada crisis política que vive el país más pobre de América desde el fin de la dictadura dinástica de los Duvalier. La frustración pública medró en la última década con procesos electorales crónicamente postergados o impugnados, con el desprestigio de los gobernantes, con la ausencia de representación popular legítima o eficaz, con la recesión económica.

Atizado desde 2018 por las protestas ante el aumento del precio de los combustibles y por el crecimiento de los delitos de sangre, de la acción impune de bandas y pandillas, y de los secuestros extorsivos, Haití se encuentra dividido. Dos antagonistas irreconciliables, oficialismo y oposición, disienten sobre la fecha legal del fin del mandato de Moïse. ¿Cuándo se acaban para Moïse los cinco años que la Constitución de 1987 fijó como duración para cada período presidencial? La oposición dice que el presidente tendría que haber entregado ya el poder, el Gobierno que tiene todavía un año por delante.

El presidente anterior, el músico popular Michel Martelly, fue también el mentor político de Moïse. En mayo de 2011, cuando sucedió a René Preval, fue la única vez en los más de 200 años de historia del primer país latinoamericano en declarar su independencia del colonialismo europeo en que un presidente saliente traspasó pacíficamente el poder a un mandatario electo opositor. El terremoto de 2010, con sus 300.000 muertes oficiales contribuyó a esa paz, pero después a ensombrecer el legado de Martelly con acusaciones de corrupción en la asignación de contratos de reconstrucción.

Cuando Martelly dejó el Ejecutivo el 7 de febrero de 2016, las elecciones de 2015 habían sido anuladas por acusaciones de fraude, por lo que no había un presidente electo a quien pudiera traspasarle el poder. El burócrata Jocelerme Privert fue designado entonces como jefe de gobierno interino por el Senado con la misión prioritaria de encargarse de cumplir con el retrasado calendario electoral.

En noviembre de 2016 se celebraron elecciones, que ganó Moïse, un empresario sin carrera política, del partido centro-derechista Tèt Kale fundado por Martelly, con el 54% de los votos. Asumió la presidencia el 7 de febrero de 2017. Según la oposición, las postergaciones electorales no importan para determinar dónde empieza y dónde termina el período presidencial del sucesor de Martelly. El período presidencial se cuenta desde el 7 de febrero de 2016, dicen, y por lo tanto el domingo expiró el mandato. Según el oficialismo, los cinco años se cuentan a partir del día de la asunción del presidente, se tienen que contar cinco años efectivos de ejercicio del poder, y por lo tanto el mandato expira el 7 de febrero de 2022. La ONU, la OEA, y el Departamento de Estado de EEUU aprueban el método Moïse para calcular las fechas de inicio y fin del lustro presidencial haitiano.

Desde 2020, Moïse gobierna por decreto, después de fracasar en su intento de celebrar en 2019 las elecciones de renovación legislativa. Sin Legislativo, es el Ejecutivo el que a solas ha designado funcionarios clave y el que ha dotado al Estado de un servicio secreto.

Esta coyuntura haitiana actual tiene dividido al gobernante Partido Demócrata en EEUU. Una carta con fecha del sábado dirigida al Departamento de Estado, firmada por el presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes, el neoyorquino Gregory W. Meeks, con otros seis congresistas, pedía el apoyo de la diplomacia de EEUU a la formación inmediata de un gobierno de transición en Haití, como reclama la oposición. El secretario de Estado Anthony Blinken reaccionó esta semana confirmando el sostén de su país a la interpretación que determina que 2022 es el año en que Moïse debe abandonar el poder. Pero a la vez instó al presidente haitiano a organizar elecciones.

Moïse anunció un referendo constitucional en abril, y en función de esto, convocará más tarde este año a las elecciones legislativas atrasadas desde 2019 y a elecciones presidenciales. Materialmente, votar dentro de dos meses parece imposible. No hay padrón electoral actualizado, no existe una comisión o una justicia electoral independiente, las condiciones de seguridad y de salubridad no están garantizadas. Y aunque materialmente llegara a votarse el referendo, por estas deficiencias insuficientemente salvadas quedaría de inmediato expuesto a ser impugnado por la oposición y por la comunidad internacional. 

El mensaje a la República del domingo fue transmitido en vivo por Facebook desde un pasillo del aeropuerto de la capital haitiana, antes de que el presidente y su esposa subieran a un avión para volar rumbo a los carnavales de Jacmel, ciudad balnearia en la costa sudoriental que los celebra una semana antes que el resto de la isla.

Haití no canceló este año sus fiestas de Carnaval, como lo hizo el resto de la región por el contexto de la pandemia. Aunque por primera vez, a partir del martes, exige a los turistas extranjeros un PCR negativo anterior en 72 horas al ingreso al país. Con 11 millones de habitantes en su abrumadora mayoría descendientes de africanos esclavizados por los colonos franceses, Haití registraba el martes un total de 11.692 contagios por Covid-19 y 245 muertes. Que estas cifras sean aproximadamente diez veces menores que en la vecina República Dominicana, el país que ocupa la sección oriental de la misma isla caribeña, carece aún de una explicación por entero satisfactoria. Si las protestas de los próximos días crecen y crece la represión policial, no entrarán al país las divisas y los turistas a los que apuesta su cuestionado presidente.

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