Israel condena a Gaza a la hambruna: “Comemos hojas de árboles o hierbas”

Abdala Shaqura trabajaba de camarero en un popular restaurante de la ciudad de Jan Yunis, en el sur de Gaza, que terminó destruido, como el 80% de los comercios de la Franja, en un bombardeo israelí. Hoy, desempleado, apenas tiene con qué mantener a sus tres hijos y depende enteramente de las comidas preparadas por los comedores sociales y de algunos alimentos enlatados. Shaqura perdió a su mujer en un ataque israelí. “Cuando no hay nada, a veces también comemos hojas de árboles o hierbas”, dice a elDiario.es. “Ya no sabemos lo que son los huevos, la carne, las frutas o las galletas”.
Con más de 650 muertos en la última semana, la mayoría mujeres y niños, el ejército de Israel se emplea a fondo en su objetivo de acabar con los remanentes de Hamas en Gaza —y los civiles que estén cerca—. El enclave palestino está a las puertas de una hambruna generalizada que disgusta a su principal aliado, Estados Unidos, y que escandaliza al resto del mundo.
“De seguir así no vamos a tardar mucho en ver imágenes similares a las de la hambruna de Etiopía en los años 80”, afirmó recientemente en la BBC la cirujana británica Victoria Rose, médico residente en un hospital de la Franja. Antes, el Ejecutivo de Benjamín Netanyahu había afirmado que “no hay escasez de alimentos” en Gaza, a pesar de las imágenes de hambre y penuria tras dos meses y medio de bloqueo absoluto sobre una población que depende casi enteramente de la ayuda humanitaria.
Según los últimos datos publicados por el baremo utilizado por la ONU para medir la seguridad alimentaria en todo el mundo (CIF), los más de dos millones de personas que residen en Gaza están en riesgo crítico de hambruna. De ellos, más de un millón se encuentran en situación de emergencia (nivel 4 de 5) y otras 470.000 se acercan a la “catástrofe” o muerte por inanición (fase 5) si no reciben ayuda humanitaria de forma inmediata. Los niños y niñas son los más frágiles. Más de 71.000 menores de entre seis meses y cinco años pueden sufrir desnutrición aguda desde ahora a marzo de 2026, de los cuales 14.000 pueden ser casos graves.
“La hambruna ya está aquí”, dice desde el norte de Gaza Hala, una trabajadora humanitaria que, como muchos gazatíes en 19 meses de guerra, ha sufrido una docena de desplazamientos, ha perdido a familiares y amigos y ha vivido en “tales condiciones de miseria” que le hacían pensar que estaba “en la Edad Media”.
Hoy la situación es peor, señala a elDiario.es. “La mayoría de la gente está desnutrida, especialmente los niños y quienes tienen necesidades especiales como las mujeres embarazadas y lactantes, los ancianos y las personas con discapacidad”, explica. “Hace un mes el director del hospital Nasser [el más importante del sur del territorio] pidió donaciones de sangre urgentes para los heridos. Un centenar de personas se acercaron y fueron rechazadas. Estaban desnutridas. No tenían ni suficiente sangre para donar”.
El hambre de los hijos
“Más del 90% de la gente depende de la ayuda humanitaria. Si no llega, imagínese cómo están. Prefieren morir de un bombardeo a morir de hambre y ver a los hijos sufrir delante de tus ojos”, dice a elDiario.es el traductor palestino Kayed Hammad, quien sobrevive junto a su familia gracias a latas de porotos, garbanzos, habas o arvejas y, cuando el precio lo permite, al arroz o la harina que encuentra en el mercado donde los precios han aumentado un 3000% respecto a la última semana de febrero —poco antes de que Israel rompiera la última tregua con Hamas—, según datos de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA).
Hala refrenda las palabras de Kayed. “Algo que me dicen mucho los padres es que, más allá del hambre, lo más difícil para ellos es no saber qué decirles a sus hijos cuando les piden pan o leche. Los pequeños no entienden por qué antes podían comer y ahora no, pero no hay nada que darles. Tampoco alimentos terapéuticos vitales o suplementos de vitaminas”, explica la trabajadora humanitaria.
En este contexto, Hala dice saberse una privilegiada. En su caso cuenta con el salario de la organización internacional para la que trabaja, aunque tenga que pagar un 30% en comisiones cada vez que necesita efectivo, hoy en manos de cambistas e intermediarios locales que hacen el agosto tras el colapso del sistema financiero, la falta de regulación y el bloqueo de Israel a la entrada de nuevos billetes. “Incluso con dinero, solo puedes comprar verduras frescas a un precio razonable, pero mucha gente sin trabajo y sin ingresos en una economía devastada por la guerra y el bloqueo no puede comprar ni eso”, asevera.

Si la situación era susceptible de empeorar, en las últimas tres semanas 112 cocinas comunitarias de las 180 existentes en Gaza tuvieron que cerrar por falta de suministros, lo que ha provocado una reducción del 75% en el millón de raciones preparadas que distribuían cada día. “La situación es muy, muy complicada, como nunca antes”, añade Hala quien, como Kayed, Abdala y cientos de miles de palestinos, también ha pasado hambre, sufrido el desplazamiento interno hasta en una decena de ocasiones y perdido a familiares y amigos en los incesantes bombardeos de Israel. “Solo sobrevivimos día a día. Sin más. El mundo nos ha olvidado”, sentencia el traductor palestino.
La ayuda israelí, “una cortina de humo”
Ante la incipiente emergencia por hambruna, el Ejecutivo de Benjamín Netanyahu, presionado por la administración Trump, anunció el pasado domingo una entrada “mínima” de ayuda humanitaria en la Franja durante al menos una semana y que este lunes se tradujo en cinco camiones iniciales hasta que se implemente, en un esfuerzo liderado por Estados Unidos, el plan de la llamada “Fundación Humanitaria de Gaza” (FHG), una vieja idea de Israel para reemplazar al sistema de distribución de ayuda de la ONU en los territorios palestinos. Este plan ha sido criticado por Naciones Unidas por no basarse en los principios humanitarios e, incluso, ha sido calificado por el jefe de asuntos humanitarios de “cortina de humo para más violencia”.
El Gobierno israelí no esconde sus planes con su 'plan humanitario': “Permitirá a los civiles comer y a nuestros amigos en el mundo seguir dándonos el paraguas internacional de protección contra el Consejo de Seguridad y el tribunal de La Haya, y a nosotros nos permitirá seguir luchando hasta la victoria”, ha señalado el ministro de Finanzas Bezalel Smotrich. Es una decisión puramente estratégica para continuar su plan. “¿Me gustaría evitar tener que introducir un solo grano de sal en la Franja de Gaza, incluso para los civiles? Es posible”, añadió.
Desde hace años, el Estado israelí acusa a las agencias de la ONU de falta de neutralidad y complicidad por no hacer, a sus ojos, lo suficiente para evitar que la ayuda internacional sea desviada y utilizada por Hamas. “Israel no cooperará con un mecanismo que fortalece a quienes secuestraron, asesinaron, violaron y torturaron a nuestros ciudadanos”, señaló en el Consejo de Seguridad de la ONU el enviado de Israel, Danny Dannon, en una comparecencia sobre Gaza. “Contamos con procedimientos, puntos de distribución, supervisión y demás elementos sumamente sólidos para mantener la ayuda alejada de Hamas”, le respondió el jefe humanitario de la ONU, Tom Fletcher. “Tenemos el mejor plan disponible para salvar millones de vidas. No hay mejor plan que ese”, replicó.
Por el momento, tanto las agencias de Naciones Unidas como decenas de ONG internacionales han descartado participar en la iniciativa israelo-estadounidense alegando que es “deshumanizante” para los beneficiarios y socava los principios fundamentales de la respuesta de emergencias. “Las personas serían trasladadas de sus lugares de residencia y desplazadas deliberadamente a centros de detención, donde se les exigiría que mostraran una identificación de forma que [la distribución de ayuda] no se basaría en una necesidad humanitaria”, apuntó Tom Fletcher ante el mismo foro. El británico reiteró la petición a Israel para que abra los pasos fronterizos con Gaza y permita la entrada de las toneladas de ayuda humanitaria que llevan meses paradas a la espera de poder ser repartida en la Franja. Una demanda que Israel rechaza alegando que la ayuda terminará beneficiando también a Hamas.
El temor de las organizaciones internacionales ante la fórmula que Tel Aviv sí ha accedido a implementar, la del FHG, que contraviene los principios de imparcialidad, independencia y neutralidad de la acción humanitaria, es que el Ejército hebreo termine instrumentalizando los alimentos, medicinas o kits de higiene destinados a la población en función de sus necesidades estratégicas. Por ejemplo, estableciendo los cuatro puntos de distribución de ayuda que inicialmente ha previsto (400 funcionaban hace tres meses) solo en el sur de Gaza con objeto de favorecer el desplazamiento forzoso de quienes residen en el centro o en el norte, quienes terminarían abandonando esas zonas para poder comer, dejando vía libre a los soldados israelíes, tal y como planea su Gobierno, para que terminen de ocupar toda Gaza y destruir lo que queda de su territorio.
Por ahora, empezará por el sur, donde pondrá en marcha “un ataque sin precedentes” para lograr la “victoria total” contra Hamas y liberar a los rehenes, según rezaba un comunicado difundido el lunes por el Gobierno de Netanyahu. Desde allí, en la ciudad Jan Yunis, Abdala Shaqura quiere lanzar un mensaje antes de iniciar la última etapa en la carrera desesperada por la supervivencia: “Que todos en España escuchen nuestra voz, que sepan lo que Israel nos está haciendo, ¿por qué mis hijos tienen que morir de hambre? ¿Qué es lo que han hecho ellos? Que nos escuchen. Necesitamos apoyo. Necesitamos ayuda”. Shaqurah se ha marchado con sus hijos siguiendo las órdenes de evacuación del pasado lunes del Ejército de Israel, pero han regresado a su casa ante las dificultades. Si tienen que morir, morirán en su casa, dice.
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