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Bajo un sol radiante y con protocolo de máxima seguridad, Lula llega a su tercera presidencia

Seguidores del presidente electo de Brasil Luiz Inacio Lula da Silva llegan a Brasília

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Desde las 8 de la mañana, centenas de brasileños madrugadores se agolparon en las filas para la inspección de seguridad, frente a la Esplanada dos ministérios. Los rostros no ocultaban la alegría de ver Luiz Inácio Lula da Silva en persona, en la larga ceremonia de asunción que lo consagrará por tercera vez como presidente del país. Esta vez, el protocolo podría incluir algunos cambios. Hasta último momento se considero que, para prevenir eventuales embestidas opositoras, el jefe de Estado recorriera esa larga avenida central, desde la Catedral metropolitana hasta el Palacio del Planalto, en un auto blindado. Finalmente la idea fue descartada.

De haber sido así, se hubiera quebrado una célebre tradición, vigente desde los años 60, que establece que los mandatarios flamantes deben cubrir ese trayecto en un Rolls Royce descubierto. Ese auto tiene su historia: fue un presente de la fallecida Reina Isabel al Estado brasileño, durante una visita que hizo la entonces jefa de la Corona Británica a esta capital hace 62 años. Por entonces, Brasilia acababa de ser inaugurada y ya se revelaba como la notable producción de un genio arquitectónico y urbanístico: Oscar Niemeyer. Durante su gira, Isabel II se alojó en un hotel fabuloso para su época, el Nacional, construido también por el mentor de la ciudad.

Si un turista se ubica al comienzo de la Esplanada podrá observar a más de 2 kilómetros de distancia, sin interferencias visuales, la Plaza de los Tres Poderes. Allí se erigen el Palacio del Planalto (la casa de gobierno), el del Congreso y el de la Justicia. También verá las largas hileras de edificios altos, rectangulares e idénticos, elevados a los costados del paseo, que conforman la base oficinesca de los distintos ministerios.

Nada de todo eso cambió porque la ley prohíbe alterar la configuración estructural. Pero uno se aleja de ese centro público y las imágenes cambian: edificios de varias plantas, vidriados y con formas ultramodernas, saturan los antiguos espacios verdes de los alrededores. ¿Signos de la modernidad? O quizás, como afirman muchos “brasilianos”, es la consecuencia de óptimos negocios inmobiliarios.

Como sea, hoy los miles de fieles que siguen a Lula (se calculan que estarán unos 300.000), están dispuestos a soportar un sol radiante. Otro error del informe de las oficinas de pronóstico del tiempo que preveían para la fecha un 80% de probabilidades de lluvia. ¿Será la señal de una vuelta a la normalidad?, como afirmaba una joven manifestante a esta periodista, al expresar su total conformidad con el año que se inicia. Por de pronto, ya se produjeron algunas transformaciones en la vida ciudadana: apenas queda una decena de bolsonaristas acampando frente al Cuartel General del Ejército en esta capital. Sus gritos y acciones quedaron enterrados hasta por los propios númenes del movimiento: por empezar, el ex presidente Jair Bolsonaro quien el viernes viajó preventivamente a Estados Unidos. Y ayer fue el turno del ex vicepresidente, el general Hamilton Mourao. El militar, hoy convertido en senador, fue silbado con fuerza por los seguidores del ex jefe de Estado. Es que Mourao, con la vista puesta en su nueva misión, pidió a los movilizados que pusieran fin a la aventura. En una declaración criticó a su ex jefe afirmando que su silencio de dos meses “fue por protagonismo inoportuno” y quejándose, entonces, por el clima de caos originado a partir de las movilizaciones. En ese contexto, pidió a estos seguidores que “retornen a sus tareas normales”. Incluso se animó a manifestar que “la alternancia de poder es saludable”.

El mensaje causó indignación al punto que varios de los manifestantes entraron al sector residencial donde habitan los generales del Ejército, a quiénes le llevaron sus aullidos de protesta. El Ejército, esta vez, accionó a sus tropas de choque para contener los desmanes.

EG

*actualizada a las 16:20

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