Trump intenta esquivar los daños del caso Epstein, pero solo está empeorando las cosas para su gobierno

La estrategia de control de daños puede salir mal y un ejemplo de ello es el pánico evidente de Donald Trump por su íntima relación con Jeffrey Epstein. Si Trump pretendía mantener el escándalo en secreto, lo que ha logrado ha sido ponerlo en primer plano. Sus maniobras constantes de distracción hacen pensar en que trata de ocultar algo. Sus evasivas, sus planes, y sus protestas confunden a sus aliados enfrentándolos a unos con otros. Su incapacidad de guardar silencio sobre el tema le hace parecer un sospechoso que ha perdido los nervios durante un interrogatorio policial de tercer grado.
Aprovechando el verano, el pasivo Congreso de mayoría republicana ha decidido suspender de manera abrupta las sesiones para escapar de la incesante demanda de hacer públicos los documentos sobre el caso que tiene el Departamento de Justicia. Pero en el comité de supervisión de la Cámara de Representantes, tres congresistas del Partido Republicano rompieron filas para votar junto a los del Partido Demócrata exigiendo los archivos Epstein. “Esto no es un bulo”, dijo el presidente del Congreso, Mike Johnson, contradiciendo directamente a Trump al referirse al caso. Una declaración sin espacio para las dudas que colocó a Johnson fuera de su papel como caja de resonancia de Trump y provocó sorpresa generalizada.
Un caos cada vez mayor
Con cada excusa descabellada, Trump sumerge a su Gobierno en un caos aun mayor, enfrentando entre sí a los miembros de su gabinete. Es el caso de Pam Bondi, la fiscal general contra Tulsi Gabbard, la directora de inteligencia nacional. Dos escorpiones dentro de una botella.
Trump ha conseguido que Bondi desaparezca de Fox News, donde solía salir como su férrea defensora, para recluirse en un aislamiento virtual. Se dice que la fiscal general tuvo una discusión a gritos con Dan Bongino, el subdirector del FBI que durante su anterior etapa como agitador de extrema derecha se labró una reputación repitiendo que en los archivos de Epstein estaban los secretos de una extensa conspiración con la que chantajear a los miembros del Estado profundo.
Aparentemente, Bongino se enfadó cuando Bondi emitió un comunicado sosteniendo que no existe ninguna “lista de clientes” de Epstein, el elemento que durante años ha alimentado las teorías conspirativas del movimiento MAGA. El subdirector del FBI decidió entonces que no iría a la oficina, molesto por que mancillaran su reputación frente a sus antiguos seguidores. Bondi acusó a Bongino de filtrar a los medios historias que la dejaban mal y la hacían responsable de la reacción del movimiento MAGA. Al parecer Bongino, un bocazas de la manoesfera, estaba sensible y alterado porque habían herido sus sentimientos, ¡ay, Dios mío!
“No, no, ella solo nos ha entregado un breve informe”, dijo Trump a mediados de julio cuando le preguntaron si Bondi había mencionado su nombre como una de las personas que figuraban en los archivos. “Yo diría que, ya sabes, estos archivos fueron inventados por [el exdirector del FBI James] Comey, fueron inventados por [Barack] Obama, fueron inventados por la Administración Biden”, agregó el presidente para intentar apuntalar la idea de que el caso Epstein es una especie de conspiración en su contra.
Al día siguiente, Trump insistió en la misma teoría y publicó en su red Truth Social que detrás del “engaño de Jeffrey Epstein” estaban “los demócratas de izquierda radical” y los de “las fake news (mentiras)”.
Una semana después, el 23 de julio, el Wall Street Journal (WSJ) desveló que Bondi sí había informado a Trump en mayo de que su nombre aparecía en los archivos Epstein. Una información que planteaba una nueva pregunta: ¿qué sabía Elon Musk en junio, y quién se lo había dicho, cuando escribió en X que el nombre de Trump figuraba en los documento? Un tuit que borró rápidamente tras publicarlo en el peor momento de su enfrentamiento con Trump. ¿Le habían informado Bondi y el director del FBI, Kash Patel, sobre la presencia del nombre de Trump en los archivos Epstein? ¿De donde más podía haber sacado esa idea?
Al ataque contra Obama
En el valle de la muerte para las coartadas de poco recorrido, la directora de inteligencia nacional, Tulsi Gabbard, entró en escena y trató de ganarse el afecto de Trump organizando una rueda de prensa en la Casa Blanca el mismo día en que el WSJ desmontaba la mentira de Trump sobre la información proporcionada por la fiscal general sobre los archivos Epstein. Gabbard denunció entonces una “conspiración en forma de traición” de funcionarios de la Administración Obama en la que habrían fabricado el escándalo Rusiagate para decir que en las elecciones de 2016 Putin había intentado ayudar a Trump, lo cual es un hecho.

La presentación de Gabbard ante los periodistas fue un batiburrillo de falsedades. Mezcló la injerencia rusa con afirmaciones falsas que ponían a Obama fabricando mentiras sobre un hackeo ruso de las máquinas de votación, entre otros inventos. Gabbard también reveló triunfalmente un informe según el cual Hillary Clinton seguía un “régimen diario de fuertes tranquilizantes”, una propaganda de los servicios de espionaje rusos que el FBI había desmentido mucho tiempo antes considerándola como “objetivamente falsa”.
Sin darse cuenta, Gabbard quedó con su actuación como una aliada útil de los espías rusos. Trump estaba anonadado. “Es más atractiva que todas las demás, en este momento es la más atractiva de la sala”, dijo. Publicó que los demócratas “están montando otro engaño sobre Rusia, Rusia, Rusia; pero esta vez con la excusa de lo que vamos a llamar la ESTAFA de Jeffrey Epstein”.
Se dice que Bondi estaba enfadada con Gabbard. Le habían avisado con muy poca antelación de que, con el fin aparente de satisfacer el deseo de venganza de Trump, iban a entregarle la presentación de Gabbard para que se encargase de estudiar “sus derivadas penales”. Bondi había sido la chispa que comenzó el pseudoescándalo de la “lista de clientes” de Epstein cuando afirmó tenerla en su despacho. Siempre dispuesta a satisfacer los caprichos de Trump, la fiscal general no estaba preparada ahora para recibir un golpe de Gabbard. En la búsqueda del favor de Trump, una sierva parecía haber adelantado a la otra, robándole el papel.
Bondi manejó la situación con delicadeza. Creó un ‘grupo de trabajo’ especial que revisara y, sin duda, desestimara una vez más el intento de Trump de opcar los auténticos informes oficiales sobre el papel de Rusia y el entorno de Trump en las elecciones de 2016. Desde el informe Mueller hasta el del Comité de Espionaje del Senado (presidido por el entonces senador Marco Rubio) habían documentado la involucración del equipo de campaña de Trump con agentes rusos en 2016. Bondi, que parecía inquieta mientras anunciaba el ‘grupo de trabajo’, se esforzó en decir “mi amiga” cuando se refería a Gabbard. El baile del gabinete de Trump es como un maratón agotador donde todos dan vueltas y vueltas hasta caer rendidos.
Para demostrar la supuesta culpabilidad de Obama, Trump publicó un vídeo generado por inteligencia artificial. Ambientado en el Despacho Oval y con la canción YMCA como banda sonora, el vídeo mostraba a Obama siendo forzado a arrodillarse por unos agentes federales que le ponían las esposas frente a Trump, sentado y sonriente. Al parecer, Trump cree que para desviar la atención sobre su comportamiento sexual depredador, o sobre su relación con Epstein, no hay nada mejor que una imagen en la que se representa a sí mismo como un esclavista, el presidente Simon Legree [en referencia al personaje del blanco propietario de la explotación en la novela La cabaña del tío Tom].
“Ha cometido delitos”, dijo Trump sobre Obama. “No hay duda al respecto, pero tiene inmunidad; me debe un montón”. Trump se refería a la sentencia del Tribunal Supremo que le concedió inmunidad “absoluta” por “actos oficiales”, lo que acabó librándolo de ser procesado por la insurrección del 6 de enero. O sea, que en sus propias palabras, Trump es responsable de esa decisión, aunque sea por los jueces que nombró. Y Obama está en deuda con él por unos “delitos” que el propio Trump se inventó para tratar de alejar la sombra de Epstein.

Maxwell, la nueva estrategia
Tras no conseguir despejar el foto sobre el caso Epstein, Trump intentó entonces otra jugada y solicitó la divulgación del material del gran jurado sobre Epstein. Casi con toda seguridad, no contendrían nada nuevo. Y en cualquier caso, la petición fue denegada por el juez.
Después de eso intentó otra estratagema. El fiscal general adjunto Todd Blanche, número dos de Bondi, acudió a toda prisa hacia Tallahassee a entrevistar a Ghislaine Maxwell, la cómplice de Epstein entre rejas (Blanche fue el abogado personal de Trump durante el juicio por pagos a la actriz porno Stormy Daniels que resultó en una condena contra Trump por 34 delitos graves). Una misión de alto nivel para la que no servía ningún otro fiscal profesional. Tenía que ser el fiscal general adjunto (y antiguo abogado personal del presidente) quien llevara adelante el interrogatorio en una medida sin precedentes.
El caso se había cerrado con una acusación contra Maxwell por perjurio, una condena por trata sexual de menores, y una pena de 20 años en la cárcel. “Si Ghislane (sic) Maxwell tiene información sobre alguien que haya cometido delitos contra víctimas, el FBI y el Departamento de Justicia escucharán lo que tenga que decir”, escribió Blanche en un comunicado en el que las prisas le llevaron a poner mal el nombre de Ghislaine. El fiscal general adjunto dijo que Maxwell podría “decir por fin lo que realmente ocurrió”, como si su declaración fuera a demostrar la existencia de una “lista de clientes” ficticia, o alguna versión de esa lista que exculpara a Trump como un caballero irreprochable y de paso incriminara a los enemigos del presidente.
Las palabras de Blanche parecían insinuar la posibilidad de un indulto. “Tengo derecho a hacerlo”, respondió Trump cuando le preguntaron sobre el tema. Curiosamente, el fiscal D. John Sauer había presentado el 14 de julio un escrito ante el Supremo oponiéndose a la reducción de pena solicitada por Maxwell (Sauer fue abogado de Trump en el caso sobre la inmunidad presidencial ante la corte de apelaciones de Estados Unidos). “Entre 1994 y 2004, la demandante ‘coordinó, facilitó y contribuyó’ al abuso sexual de numerosas mujeres jóvenes y niñas menores de edad perpetrado por el multimillonario y hombre de finanzas Jeffrey Epstein”, escribió Sauer entendiendo que Maxwell no podía quedar exenta de su condena basándose en el primer acuerdo judicial de Epstein, como alegaba ella. Su juicio había sido justo, la habían condenado y el caso estaba cerrado.
Pero la Administración Trump parece haber cambiado de punto de vista ante la presión que está sufriendo por el caso Epstein y Blanche ha concedido ahora a Maxwell una inmunidad limitada.
David O. Markus, el abogado de Maxwell, era buen amigo de Blanche. En el caso de los pagos a Stormy Daniels por su silencio, Markus había aconsejado a Blanche que protestara contra la presentación de Michael Cohen (el antiguo abogado personal de Trump) como testigo contra Trump calificándolo de ‘GLOAT’, por las siglas [en inglés] de ‘el mayor mentiroso de todos los tiempos’. En 2024, Blanche apareció dos veces en el poco escuchado pódcast de Markus. “Te considero un amigo”, dijo Blanche durante el programa.
Según el abogado de Maxwell, en los dos días que habló con ella, Blanche preguntó a la mano derecha de Epstein acerca de unas 100 personas. No se sabe los nombres de esas personas, cuáles fueron las preguntas de Blanche ni las respuestas de Maxweell. ¿Le habrá preguntado Blanche si sabía algo sobre aventuras de Trump en los camerinos de modelos menores de edad y cosas de ese tipo?
En 2023 la revista Variety publicó un artículo titulado ‘El oscuro submundo de la explotación financiera y sexual en la moda: las agencias de modelos que trabajan como proxenetas para ricos’. En el artículo aparecía un conocido agente de modelos diciendo que Trump era, “sin duda”, uno de los “fijos”. “Veía a Donald Trump entre bastidores en [la sede de la Semana de la Moda de Nueva York] Bryant Park y pensaba ‘¿qué hace ahí parado mientras una niña de 13 años se cambia?’”.
En 1992, Trump consiguió que el empresario de Florida George Houraney patrocinara un concurso de ‘chicas de calendario’ con 28 jóvenes modelos que fueron trasladadas en avión a su complejo de Mar-a-Lago. Según las informaciones, solo había dos invitados. “Eran él y Epstein”, dijo Houraney al New York Times. “Le dije: ‘Donald, se suponía que esta era una fiesta con personalidades importantes, ¿me estás diciendo que solo seréis Esptein y tú?”.
Según el Miami Herald, una de esas modelos describió su experiencia con Trump y Epstein como “repugnante”. Se trataba de Karen Mulder, una supermodelo de la élite cuya imagen había aparecido en la portada de Vogue un año antes.
Un año después, en 1993, Epstein llevó a Stacey Williams a la Trump Tower. Williams era modelo de bañadores para la revista Sport Illustrated y había conocido a Trump en 1992 durante una fiesta de Navidad. “Entonces quedó muy claro que él [Epstein] y Donald eran muy buenos amigos y que pasaban mucho tiempo juntos”, dijo Williams a The Guardian.
“En cuanto se puso delante de mí me atrajo hacia él, sus manos se posaron sobre mí y no se separaron; y entonces las manos empezaron a moverse, y estaban en… ya sabe, por un lado de mis pechos, en mis caderas, bajando hasta mi trasero, volviendo a subir... todo el tiempo sobre mí”, contó a la cadena CNN. “Me quedé paralizada; no podía entender lo que estaba pasando”, añadió, explicando que, mientras la manoseaba, Trump seguía hablando con Epstein y “se miraban y sonreían”
“Aún no hemos hablado con el presidente ni con nadie sobre un indulto”, dijo Markus, el abogado de Maxwell, antes de añadir: “El presidente dijo esta mañana que tenía el poder para hacerlo; esperamos que ejerza ese poder de forma justa y correcta”.
El comité de supervisión de la Cámara de Representantes citó a Maxwell para que prestase declaración el 11 de agosto, pero su abogado dice que ella no ha decidido todavía si quiere cooperar.

“No hablen de Trump”
Con el número dos de la Fiscalía de regreso a Washington, Trump parece haber agotado su arsenal de teorías conspirativas. Al menos, por el momento. Ha intentado otra táctica, su jugada más audaz hasta la fecha. “No me centro en las teorías conspirativas como ustedes”, recriminó a los periodistas que cubren la información de la Casa Blanca. A continuación, un comentario contrario a su estilo que no había hecho nunca antes, lo que deja en evidencia la profundidad de su inquietud. “No hablen de Trump”, concluyó.
Pero Trump se recuperó en seguida de esas reticencias pasajeras. Durante una visita a sus campos de golf en Escocia, publicó en la tarde del 26 de julio que Al Sharpton, Beyoncé y Oprah Winfrey deberían ser procesados por apoyar a Kamala Harris a cambio de pagos millonarios. “¡Deberían procesarlos a todos!”, exigió. Una acusación falsa pero también un reflejo exacto del crudo enfoque transaccional con el que Trump ve el mundo. Unas horas más tarde, en la madrugada del domingo 27 de julio, publicaba un vídeo del presentador de derechas de Fox News Mark Levin “¡ESTO ES UN ESCÁNDALO MASIVO DE OBAMA!”, escribió en mayúsculas.
Sidney Blumenthal fue asesor de Bill Clinton y Hillary Clinton, ha publicado varios libros sobre Abraham Lincoln, es columnista de The Guardian en Estados Unidos y copresentador del pódcast The Court of History.
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