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PURA ESPUMA
Opinión

Caras largas y palabras enloquecidas: la elección en la pantalla de televisión

Las pantallas dan fe de la actividad tan humana de hablar por hablar

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La escena se repite calcada después de cada cierre de comicios. Decenas de personas se despliegan como un ejército de zombis con traje en el espacio público reducido a las pantallas y comienzan a hablar de manera frenética alrededor de un objeto misterioso: los votos adentro de más de 105 mil urnas, sonantes pero aún no contantes. 

La realidad política de la Argentina acaba de actualizarse a cambio de hacerse esperar con la expectativa de una novia que todavía no llegó al altar. Los hombres con trajes y las mujeres con trajecitos orbitan alrededor de esos tesoros enterrados y se produce, otra vez, el mismo fenómeno: palabras girando enloquecidas alrededor de unos números que están llegando. No hay nada, excepto la impotencia verbalizada a través de los pronósticos y un goteo de datos incidentales y sin sentido (el legendario “recorte”).

Pero igual hay que mirar las pantallas, que dan fe de la actividad tan humana de hablar por hablar, y detenerse a ver cómo alguien ve a su vez un horizonte turbio que no revela nada. Pasan América, la TV Pública, la hipertextual C5N, la mustia TN, el canal Perfil y, por fin, LN+, el máximo escenario de las pasiones mal ocultadas. 

En una línea como de mostrador de atención al cliente están Eduardo Feinmann, Guadalupe Vázquez, Luis Novaresio y un excitadísimo Pablo Rossi. Son las 7 y media de la tarde y no hay datos oficiales. ¿Y? ¿Cuál es? Explotan los mensajes de WhatsApps. Son las “fuentes” de estos ases que empiezan a emitir sus destellos en la noche: un “me dicen”, un “atención”, un “en una mesa de Villa María…”, un “en una mesa de Nordelta…”. No se puede estar más informado que estos espectros capaces de contar de una las agujas de un pajar. 

Hasta que llega otro dato calificado de una escuela de San Martín de los Andes en la que Juan Grabois sacó muchos votos. Uno de los cerebros de los que nos están entregando sus dones, dice: “Votos hippies, ja, ja, ja…”. Acaban de encenderse las alarmas de la utilización boba del lenguaje. Se abre un abismo de terror en el que, como abonado de Cablevisión, digo: “¡No! ¡No lo hagan! ¡No lo digan!”. Me arrodillo mentalmente para que no ocurra lo inevitable. Pero ocurre. Guadalupe Vázquez se anima a darnos su literatura y recarga el chiste trillado con una vuelta de tuerca que jamás olvidaré (me pongo los guantes de lavar platos para no entrar en contacto directo con la frase que voy a transcribir): “Hippies con OSDE”. Luego, el segundo golpe, ya no vinculado a su lírica sino a los campos de libertad en los que florecen sus interpretaciones: “Milei no califica como ultraderecha”.

En las antípodas, los túneles recalentados de C5N donde también arrecian las caras largas y los suspiros al micrófono, Fernando Borroni intenta decir que el voto a Milei tiene algo de “antidemocrático”. Es una extraña torsión lógica, como decir “negro blanco”, pero en la tele cada cual hace la lógica con lo más romántico de su pasión. Gato Silvestre intenta frenarlo. Le dice que el voto es una manifestación de la sociedad. Pero Borroni hace una cuenta nueva y le contesta: “La sociedad también apoyó a Galtieri en la plaza”. Qué palo enjabonado es discutir con alguien que confunde grados con naturalezas. 

La monstruosidad de Milei, sus plegarias no atendidas, su acecho creciente, su locura pop haciéndose carne social mitad en el desdén mitad en la ira, es la espina de ballena que se clava por igual en las señales que desde hace años vienen cortando en dos la esfera pública. Milei es la realidad delirante materializándose, lo que deja perpleja a la política tradicional y a lo que orbita a su alrededor. 

Por las razones que fueran, estaba todo dado para la consumación de este momento que, extrañamente, se disfraza de sorpresa. La Bestia Incendiaria, el exterminador de los beneficios comunitarios, el agente de la irracionalidad más espectacular que haya visitado la historia política argentina, aquel que las plataformas de consagración de la imagen calificaron de “disruptivo” y le celebraron las imitaciones de Leonardo Favio ha salido de su incubación amenazante y ahora es Lo Que Se Viene. ¿Nadie lo vio venir? 

Las interpretaciones del fenómeno atraviesan todos los estados del ánimo, en especial los estados solidarios entre sí de la euforia y la depresión. Una nave de delirio acaba de clavarse en el desierto donde no estaba pasando nada. Si el batacazo de Milei anunciado por todos los oráculos es una reacción atómica al gobierno suspensivo de Alberto es algo de lo que deberían ocuparse los reaccionólogos. El hecho feo pero nuevo acaba de presentarse, y se ofrece a ser leído.

En C5N arrecian los sentimientos contradictorios. Por fin una medida humana en la máquina de escupir postas. Un aire de ignorancia muy agradable corre por los paneles. En LN+ enternece ver lo alicaída que se nota la vena agresiva de Alfredo Leuco. Hay un efecto peeling funesto en su chaleco de guerra, y un reposar cabizbajo, con la mirada cordobesa clavada en una notebook. Lo mismo le ocurre a Viviana Canosa y al pequeño Jony Viale, mustios, absorbidos por el misil mileiano que avivaron sin poder desactivarlo a tiempo. En el centro del camposanto, un Luis Majul con los nervios destrozado, vela las ruinas de un porvenir de cambios que todavía están por verse.

Y sin embargo, no habría que dramatizar. Lo único que ocurrió fueron unas inolvidables elecciones primarias, abiertas, simultáneas y no tan obligatorias. A partir de mañana (la política es un animal que restituye rápidamente sus mutilaciones), se contarán los cadáveres y se pasará lista de los generales atontados que en dos meses volverán a ir a la guerra.

JJB

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