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PURA ESPUMA

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Bodegas Benegas Lynch

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Las bodegas Benegas Lynch, de Federico Benegas Lynch, son una tentación natural de la curiosidad burguesa en la que confluyen el aura del tiempo y el perfeccionismo maníaco aplicado en el mejor sentido (en el sentido inocuo).

Tiburcio Benegas Lynch es bisnieto de Tiburcio Benegas Ortiz Posee (1844 -1908), masón, exgobernador de Mendoza, pionero de la vitivinicultura y el riego en Cuyo y fundador de las bodegas El Trapiche, a quien en el año 1999 decidió homenajear recomprando antiguos viñedos, algunos de ellos de 120 años de edad, luego de la venta a la familia Pulenta en los años ‘70 del siglo XX que lo alejaron de las montañas durante veinticinco años.

Como su bisabuelo, que a fines del siglo XIX cruzó a caballo la Cordillera para embarcarse a Burdeos, donde su admirado Barón James de Rothschild se instaló en 1868, Federico Benegas Lynch ha curtido con frecuencia -en “contra cosecha”- el sol burdigalense y, también, el toscano y el de Napa Valley. Es lo que leemos y escuchamos de sus apariciones en la prensa, de las que deducimos su pasión restauradora y la sabiduría derivada de esa pasión.

En fin, sus vinos son buenísimos según Wine Spectator, Decanter y cualquiera que los tome, y su mentor, que no da más de cheto, merece las salvedades que abarcan con justicia al heredero emprendedor, incluso hasta un poco místico en el sentido de que se intuye en él que hay una misión en la pasión: no extraer de la tradición familiar la comodidad de la cuna sino el deber de origen de alcanzar un “más allá”.

En cuanto a la bodega, que está en Luján de Cuyo, dan ganas de quedarse vivir. Es un punto del espacio en el que se siente la brisa del tiempo, donde hay un museo de maquinarias en el que puede verse la evolución de la industria, unos subsuelos de guarda en el que el vino se cuida como el oro, largos silencios de monasterio y documentos originales de escribanía con la firma que Tiburcio Benegas Ortiz Posee rubricó hace un siglo y medio, y que se pueden tocar (cuidado con lo que leen: habla el recuerdo de hace algunos años).

En otra línea de consumo del concepto de herencia, y por afuera de la más productiva que, por lo visto, es la tradición viñatera, aparece otra agrupación de Benegas Lynch, que es la de los Albertos. Es cansador volver a amasarlos porque el ciudadano que se ilusiona con absorber información de calidad de los escenarios públicos los tiene registrados. Son tres, digamos trillizos ideológicos como reencarnados de generación en generación, de altísima conexión edípica, con los córtex totalmente soldados entre sí al modo en que podría diseñarse un humano de una cabeza con tres cuerpos.

El primer Alberto (1909 – 1999) tuvo su paso por El Trapiche y fue presidente de la Asociación Vitivinícola Argentina. Pero quizás más que la adoración por las uvas lo haya entusiasmado de su abuelo Tiburcio Benegas Ortiz Posee su adscripción al sello predemocrático Partido Autonomista Nacional. Lo que lo llevó a cholulear a la Sociedad Mont Pelerín, que en 1947, fundó en un hotel de Suiza Friedrich August von Hayek con un discurso que hoy suena progre respecto de la manija que le dan los nazis de comedia argentinos que lo divulgan, además de sembrar la semilla de la paranoia dado que el texto habla como si a la Segunda Guerra la hubieran ganado los países del Eje. Es como si el objeto del que hablan (“los valores centrales de la civilización están en peligro”) no fuese otra cosa que un fantasma.

En ese grupo, un Bloomsbury lunático integrado por economistas liberales -desde Ludwig Wilhelm Erhard a Milton Friedman, pasando por varios “productos” de la Universidad de Chicago-, también estuvo Karl Popper, de cuyas fotocopias de tonner recargable ningún alumno universitario argentino de ciencias sociales de los últimos mil años ha podido salvarse.

Es que Popper tiene -además de su corazoncito socialdemócrata- “algo”, ese “no sé qué” de voluntad epistemológica que introdujo un “costo” en la postulación de ideas. Para decirlo en código de columna de domingo: las ideas se pagan. No se pueden decir boludeces en nombre de la ciencia ni de la razón. Si se va a sostener algo en el aire, deberíamos probar su sustentabilidad. Por lo que inventó el “falsacionismo”, un encuadre de las cosas que coloca a las ideas en el campo del arte, de las que saldrán (si pueden) sorteando refutaciones. Un proceso que no parecen tener en cuenta quienes, aparentemente inspirados en la muchachada de Mont Pelerín, abrevan menos en la fuente del falsacionismo que en la de la falsificación.

Bueno, me colgué con el primer Alberto, del que falta agregar que estuvo en los vermuts conspirativos de 1954 y preparatorios de los bombardeos de 1955, que lo llevaron a vivir tres años inolvidable en la Embajada de Argentina en Estados Unidos (estuvo en el after y en el before).

El segundo es, para resumir, el Maestro Sifu del presidente Javier Milei. En el ítem “Obras” que se adjunta en un apéndice de la entrada de su nombre en Wikipedia, figuran los títulos de su autoría: Socialismo de Mercado, La Moneda en Una Sociedad Abierta, Hacia Una Teoría Del Autogobierno, Análisis Económico de la Pobreza, Fundamentos de análisis económico (1979), Contra la corriente (1992), Hacia Una Política de Cielos Abiertos (1993), Proyectos para una sociedad abierta (1993), Hacia el autogobierno: una crítica al poder político (1993), Poder y razón razonable (1992), Nacionalismo: cultura de la incultura (1995), Socialismo de mercado: ensayo sobre un paradigma posmoderno (1997), En defensa de los más necesitados (1998), Apuntes sobre el concepto de copyright (1998), Las oligarquías reinantes (1999), Sistemas Tributarios: Un Análisis en Torno Al Caso Argentino (2000), Misión de la Enseñanza Superior (2001), Entre Albas Y Crepúsculos: Peregrinaje en Busca de Conocimiento (2001), Libertad política y libertad económica (2002), Aspectos de la Epistemología en la Obra de Ludwig Von Mises (2002), A propósito del conocimiento y la competencia: punto de partida de algunas consideraciones hayekianas (2002), Acerca del pensamiento de Ludwig von Mises: introducción y una antología (2002), Jubilaciones: cuenta regresiva a la miseria (2002), Un Bosquejo de la Otra España (2002), El derecho de enseñar y aprende (2002), Librecambio y división de poderes (2002), El fin de las libertades: el caso de la ingeniería social (2003), Charla magistral: liberalismo, estatismo y democracia : instituciones políticas y progreso económico (2004), Cavilaciones de un liberal (2004), Límites al poder: los papeles antifederalistas (2004), Bienes públicos, externalidades y los free-riders: el argumento reconsiderado (2005), La Tragedia de La Drogadiccion (2006), Facetas liberales: ensayos en honor de Manuel F. Ayau (2011), Autopsia del socialismo (2013) En coautoría con Gustavo Perednik, Vivir y Dejar Vivir (2013), El retorno de la barbarie (2019), En coautoría con Gustavo Perednik.

Sé que es un mazazo en un dedo la lista del párrafo anterior, que copié tal cual, de Wikipedia, sin quitarles las mayúsculas a las palabras que no se sabe por las tienen (quizás le esté fallando el secretario de autobombo al hombre). Si las puse en itálicas fue para darle una mano desinteresada al autor. Ahora, lo verdaderamente raro es que, como queda consignado en la lista, haya libros de los que no se saben los años en que aparecieron, además de no mencionar una sola editorial. ¡Una! ¿Serán libros hablados? ¿Serán sólo títulos de libros sin libros? ¿Serán meros artículos? (Ah, también le saqué los subrayados al pobre Perednik: me daba no sé qué esa discriminación).

Así que de Alberto Benegas Lynch pasamos a Alberto Benegas Lynch (h), y ahora -objeto tardío de este artículo- a Alberto Benegas Lynch (n), en confianza “Bertie”, el diputado nacional de La Libertad Avanza que le dijo a Reynaldo Sietecase que, si no sabía que hay prostíbulos en los sótanos de la Universidad de Buenos Aires, lo googleara, como quien dice: “sólo sé que lo sé todo”. Nada que decir de esto, excepto recordar su arrogancia en su mínima expresión, sin la larga novela de ignorancia que hay detrás, para dar fe antidarwiniana de esa línea de la especie que va del recordado Tiburcio Benegas Ortiz Posee a lo más triste que va quedando de él.

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