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Opinión

Ciencia, boleta única y un problema público

Boleta Unica de papel de la Provincia de Santa Fe en la elección de junio de 2015

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“Lo voté para que x no gane, pero no tengo idea quién es”, tranquilamente esta puede ser una afirmación de un elector en una cena con amigos, y también es el resultado de una larga suma de sucesos en la que el proceso electoral se alimentó de la mediatización de candidatos, las encuestas y un electorado atento a la corrupción política y los discursos polarizados. 

El desconocimiento de los candidatos y la influencia de los medios constituyen una especie de pócima que oculta datos e información relevante respecto a las personas que se postulan.

En la actualidad la eficacia y reducción del gasto público como dimensiones fundamentales para discutir el uso de la boleta única en papel se elevan como elementos moralmente aceptados, mientras que la política institucional se percibe como una caja negra llena de ladrones y corruptos, situación que solo puede ver un grupito minúsculo que debe alertar a la sociedad. Discursos sobre “la casta política”, “las ovejas negras que se rebelan contra los políticos” y “las fuerzas políticas que son per se corruptas”, son algunas de las pautas que acompañan la propuesta de cambiar la historia política del país. 

Pero muchos y muchas de los emisores de esos discursos e ideas fueron electos, son diputados, senadores, concejales, en fin, representantes de los distintos sectores de la sociedad. Sin embargo, poco sabemos de ellos: de dónde vienen, cómo o por qué se involucraron a la política, cuál es su experiencia de vida. Algunos cuentan su historia en los tres renglones de la bio de sus redes. ¿Pero cuál es su verdadera historia? Sin duda es una incógnita.

La cantidad de candidatos que se presenta en cada elección hace imposible que el votante los conozca solo por leer una noticia en el diario o verlo en la televisión. Qué harán desde su lugar de representante una vez que ganen la elección, a quién representan, por qué hay que creer en lo que dicen.

Una de mis inquietudes como investigador es conocer a esos actores políticos, militantes dirigentes, activistas sociales; me preocupa entender cómo se involucran en la actividad política, qué les interesa, qué les inquieta, cómo es hacer política para ellas y ellos. Por esto, el debate sobre la boleta única me lleva a reflexionar sobre mi propia experiencia como investigador. Si hoy los votantes apenas conocen a los candidatos, incluso apareciendo sus nombres en las boletas electorales, qué podemos pensar si ellas solo nos muestran un candidato de toda la lista. Alguno dirá “se vota el proyecto” Puede ser una lectura, pero ¿todos los integrantes de esa lista están convencidos de ese proyecto? 

Si sumamos que el debate político no se da en torno a los proyectos, sino más bien entre candidatos-producto, construidos en máquinas electorales, cómo podemos saber cuál es el proyecto y por qué esos candidatos lo defenderían y llevarían adelante.

Los votantes poco sabemos de nuestros candidatos, y esto es porque el sistema político no nos brinda información sobre ellos, y a mi entender ese es uno de los principales problemas del sistema representativo, y no el sistema de boleta que usamos para la elección.

Los votantes poco sabemos de nuestros candidatos, a mi entender ese es uno de los principales problemas del sistema representativo, y no el sistema de boleta que usamos para la elección

Acá presento cómo a partir de una dificultad en el desarrollo de una investigación en ciencias sociales, aparece un problema en el sistema de representación.

En el marco de mi beca postdoctoral propuse hacer un estudio de trayectorias políticas de candidatos a diputados y senadores nacionales, diputados y senadores de la provincia de Buenos Aires y concejales del partido de General San Martín. El objetivo era rastrear aquellos candidatos que provenían de movimientos sociales de base territorial y reconstruir sus carreras militantes para identificar cuáles son los factores que los vincularon a una práctica política electoral.

Este trabajo partía de un imaginario bastante claro: la incorporación de los movimientos sociales a coaliciones y alianzas políticas. La participación en Ministerios y Secretarias a partir de su rol militante aparecía como un dato clave para preguntarse respecto a su compromiso político electoral, más allá del lugar que ocupan esos movimientos en el desarrollo y aplicación de políticas públicas. 

El trabajo se dividió en dos etapas: la primera requería la construcción de una matriz o base de datos que permitiría conocer los peregrinajes políticos, profesionales y laborales de los candidatos; como así también su recorrido como militantes (cómo y dónde comenzó a militar, los espacios en que participó, etc.). En la segunda etapa, y en vista de la información recolectada durante la primera, se seleccionaría un conjunto de candidatos y se analizarían sus trayectorias políticas.

La factibilidad, como la posibilidad de llevar adelante la investigación, no era una cuestión menor, por tanto el proyecto se pensó a partir de un recorte: 1) temporal, abarcando el periodo 2003-2015; 2) candidatos provenientes de organizaciones socio territoriales; 3) candidatos nacionales, y también a nivel provincial y local, pero solo de Buenos Aires; 4) tomar la oferta solo de las elecciones generales. Esto parecía ser suficiente para garantizar la posibilidad de realizar el proyecto.

También existía cierta certeza de que al ser candidatos electorales toda la información sería pública y estaría al alcance de cualquier ciudadano. Finalmente, los antecedentes de investigaciones tanto de procesos como de elencos electorales generaban cierta confianza sobre la posibilidad de acceder a la información necesaria. 

De esta forma, la factibilidad era garantizada por un conjunto de certezas que a priori permitirían el correcto desarrollo del proyecto.

Esta investigación, aun en curso, mostró que muchos de esos preceptos iniciales eran equivocados, que la factibilidad era el verdadero problema porque la certeza de que la información sobre los candidatos electorales existe, es pública y accesible, fue solo la ilusión que genera la emoción de iniciar un proceso de indagación y análisis.

El proyecto fue aprobado para su ejecución, por tanto, había una confianza en que esa información existía, caso contario jamás se aprobaría una investigación que no se puede realizar. 

Entonces, si no se observó un problema en la factibilidad es posible pensar que el problema está en el acceso a la información y no en la diagramación del proyecto.

Por eso, me gustaría presentar algunas de las dificultades que esta investigación atravesó y atraviesa, muchas asociados a la ausencia o desorden de la información pública.

Acceso a la lista de candidatos

Para poder construir la matriz de datos del proyecto necesitaba acceder a las listas de candidatos a cargos legislativos a nivel nacional, provincial (Buenos Aires) y local (San Martín). Para esto solicité la información a la Unidad de Estadística Electoral y Datos Abiertos de la Cámara Nacional Electoral (en el caso de nivel nacional) y a la Cámara Electoral de la Provincia de Buenos Aires (para el caso provincial y local). 

El primer problema surgió de las listas de candidatos provinciales: la Cámara Electoral no tenía las listas de candidatos a diputados y senadores de las elecciones del año 2009; sumado a que el listado de candidatos de 2005 no estaba dividido por categorías (diputado y senador) haciendo imposible su uso. En el caso de las listas de candidatos a concejales no había registro de las elecciones de los años 2005 y 2009. No existe registro público, es decir que la solicitud debe hacerse a la Cámara y si no posee la información, esta no está. A pesar de mi insistencia, la respuesta fue más o menos esperable, si no está en la base que me dieron es porque no hay registro ¿Dónde está? Mi hipótesis es que al no estar digitalizadas, las listas están archivadas y su acceso resulta tan tedioso que es como si no estuvieran. 

Cantidad de candidatos

El número de candidatos no fue evaluado en ningún punto de mi investigación, incluso podría decirse que jamás imaginé la magnitud de candidatos que suponían siete elecciones (2003 -2015). Sin tener todas las listas completas, por lo mencionado en el punto 1, el total de candidatos -considerando los tres niveles, tomando en cuenta titulares y suplentes - asciende a más 53.000; es decir que en los términos de tiempos establecidos para un proyecto resulta es inabarcable.

Pero esto no solo constituye un problema de investigación, también es un problema para la ciudadanía. Podemos pensar que, en cada año electoral, en términos generales hay un mínimo de ocho mil candidatos a cargos legislativos; un número que hace imposible que la ciudadanía los reconozca y sepan quiénes son. Claro que hay diversidad en la cantidad de candidatos según la provincia. Por ejemplo, para la categoría de Diputados Nacionales, en las elecciones nacionales del año 2015, Buenos Aires tuvo un total de 223 candidatos y candidatas, siendo 35 los electos; la Ciudad Autónoma de Buenos Aires 113 sobre 13 electos, y Córdoba 90 con 9 bancas en juego. Sin información pública de estos candidatos ¿es posible saber quiénes son? 

Datos filiatorios

Otro problema lo constituye la ausencia o intermitencia de datos vinculados a la edad (como podría ser el DNI) o género (que en todo caso es detectable por el nombre -suponiendo que existen nombres masculinos y femeninos-). Quizás la edad parezca un dato menor, pero no lo es. Tanto para el investigador como para la ciudadanía conocer la edad de los candidatos resulta un dato relevante. La perspectiva sobre su trabajo legislativo y su mirada sobre la realidad política, social y económica del país está (o puede estar) medida por su experiencia de vida, sus expectativas sobre el futuro, sobre el pasado; y esto puede determinar sus decisiones al momento de tratar o proponer una ley. 

Retomando el plano de la investigación, estos tres puntos determinan la posibilidad de construir una matriz de datos lo que genera el primer problema para el desarrollo del proyecto. No obstante, toda investigación atraviesa diferentes complicaciones que requieren de la expertise del investigador en la práctica de su propio oficio. Una resolución utilizada fue establecer el análisis de solo algunos años electorales que nos permitan hacer comparaciones; considerar solo candidatos titulares; y trabajar sobre ciertas regiones específicas y no sobre el total país. 

Pero estos problemas no solo afectaron la primera parte del proyecto, ya que para poder construir las trayectorias de los candidatos era pertinente acceder a datos curriculares más o menos básicos. Dónde comenzó a militar, en qué espacios participó, de qué trabaja o trabajó, y si tiene alguna formación universitaria o profesional. 

En estos tiempos se supone que esos datos se encuentran disponibles en internet, pero esto no ocurre con todos los candidatos. En algunos casos, principalmente en aquellos que fueron electos, aparece algún tipo de información, pero rara vez existe un recorrido biográfico de los candidatos. En otros casos, hay breves bios en las redes sociales, que suelen estar desactualizadas, y que muchas veces se crean a los fines de la campaña y luego caen en desuso; pero además poco cuentan de su historia.

Si bien esto, insisto, es un grave error de factibilidad que no fue evaluada inicialmente, en el fondo hay un grave problema de transparencia política. Hay una gran preocupación en la presentación de declaraciones juradas patrimoniales, pero no en torno a quiénes son los candidatos, e incluso en algunos casos recién los conocemos cuando ocupan una banca (en caso de ser electos). ¿Pero esto es realmente “suficiente”?

¿Por qué es importante conocer las trayectorias de los candidatos?

Conocer los recorridos profesionales y políticos de los candidatos no es un dato menor. Nos permite comprender e interpretar qué intereses representaría, por ejemplo, en el Congreso Nacional según su pertenencia a sectores específicos, corporativos, sindicales, sociales, etc. Pero también ayudaría a imaginar o inducir el tipo de agenda legislativa que puede proponer ese candidato. 

Sin duda las agendas legislativas de los candidatos parecen perderse en una disputa más mediática y discursiva, en la que poco se habla de contenidos. Sin embargo, los diputados, senadores y concejales son parte de las propuestas legislativas del país, la provincia o el municipio, y no solo discuten proyectos enviados por el Poder Ejecutivo, también cumplen otros roles claves. Por ejemplo, en el caso nacional forman parte de la selección de los jueces. 

Entonces, ¿no resulta importante saber qué piensan, conocer sus afiliaciones políticas, sindicales, sociales, estar al tanto de donde trabajó, si tiene actividades extraprofesionales, etc.?

En principio parece que la imposibilidad de acceso a información de este tipo se limita a un obstáculo en el marco de una investigación; sin embargo, puede constituirse en un elemento que tiende a debilitar el desarrollo del sistema democrático – representativo. 

En un momento donde las discusiones políticas parecen pasar por aspectos que generen mayor impacto público (por ejemplo, el proyecto de boleta única que agravaría la ausencia de conocimiento de los candidatos; proponer el retorno del Servicio Militar, o prohibir la protesta), conocer a los representantes se presenta como un problema dentro del sistema democrático. Esto se agrava si consideramos que los candidatos se preocupan por construir un perfil público a través de las redes sociales y medios de comunicación que suele ser más teatralizado que real, pero en ningún momento se plantean lineamientos para el trabajo legislativo.

Algunas conclusiones y el lugar de la ciencia

Se podría suponer que la situación que aquí se relata constituye un simple problema en el desarrollo de una investigación. Y en parte lo es, pero también constituye parte de resultados de este proceso. Los problemas para el acceso a la información son el principal resultado de esta investigación. La continuidad de la pregunta “¿quiénes son los candidatos?” es la conclusión clave de este proyecto.

Las ciencias, en sus diferentes áreas, desarrollan trabajos que buscan construir saberes, aportar innovaciones y colaborar al desarrollo de la sociedad. El rol propositivo de la ciencia no solo se limita a resultados “esperados”; por el contrario, todo proceso de investigación lleva a la generación de vínculos, tiene prenociones, expectativas y resultados, y justamente en ese hacer ciencia el investigador puede detectar problemáticas, que si bien interfieren en el proyecto de investigación, constituyen un nudo conflictivo que va más allá y afecta a la sociedad en su conjunto.

Lo que en principio parece un problema de factibilidad que impide el desarrollo de una investigación, es en el fondo un elemento de un cierto “aspecto precario” de nuestro sistema político electoral. Un proyecto o investigación puede recalcular, resolver problemas metodológicos y cambiar objetivos, por lo que estas dificultades no limitan el desarrollo de la investigación; por el contrario, abren nuevas preguntas.

Pero la imposibilidad de acceder a la información se presenta como un problema público que debería resolverse para mejorar la calidad del sistema representativo del país.

 AB

 

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