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QUÉ ESCUCHAR

“Lo que entra y lo que sale de uno”

Peter Gabriel

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El filósofo Edward Said, cofundador de la orquesta juvenil palestino-israelí West Divan, junto con Daniel Barenboim, publicó sus primeros ensayos en 1975. Y su tema eran, precisamente, los principios: Comienzos: Intención y Método. En 2003, al morir, dejó inconclusa, ­aunque casi acabada­, una serie de textos acerca de los finales: Sobre el estilo tardío (Música y literatura a contracorriente). Su punto de partida eran los escritos de Theodor Adorno sobre el “estilo tardío” de Ludwig Van Beethoven.

En 2001, al mismo tiempo que Said había comenzado a darle forma al volumen, Peter Gabriel grababa Up, el que hasta ahora había sido su último disco con material original. 22 años después vuelve a publicar un álbum nuevo. Un álbum, claro, ejemplar del “estilo tardío”.

Su título es i/o y alude a las letras que suelen verse en la parte trasera de algunos equipos electrónicos, las iniciales de Input y Output. Para Gabriel es una referencia “a lo que sale y lo que entra de uno”. El artista, de 73 años, es uno de los compositores y cantantes más importantes de la música artística de tradición popular desde que, en 1967, aún en la escuela secundaria, fundó con cuatro amigos el grupo Genesis, o, para mayor precisión, desde el genial tercer disco de ese grupo, Foxtrot, publicado en 1971. La tapa de i/o, en blanco y negro, lo muestra con la cabeza entre las manos. Es un disco que parte de una crisis y de un dilema. Y que, en lugar de tratar de ocultarlo, no solo lo pone en escena sino que lo convierte en reflexión acerca de la obra de arte.

Es que el disco no es uno sino dos –y en la edición física de lujo son tres– exactamente con las mismas canciones y en el mismo orden. Lo que cambia es el concepto de producción y mezcla, explicitando que la obra no es ya sus materiales y ni siquiera los procedimientos compositivos –o interpretativos, esa forma de la composición heredada de lo popular– sino lo que con todo ello se hace en el estudio. Como enseñaron The Beatles –y mostraron, didácticos, los volúmenes de Anthology publicados entre 1995 y 1996– una canción podría haberse convertido en muchas otras. Y el compositor, en este caso –tal vez por eso se tome la cabeza entre las manos– no elige sino que deja que la decisión corra por cuenta de quien escuche. Las cuerdas à la George Martin a partir del minuto 1:14 de “Live and Let Live”, el tema que cierra i/o, por ejemplo, puede entenderse como una pieza esencial de la estructura –en la segunda versión, bautizada Dark-Side Mix– o como un sustrato casi enmascarado – en la Bright-Side Mix–. Sobre el final de esa misma canción, en la versión “brillante” sobresale la homogeneidad de unas cuerdas casi sensibleras mientras que en la del “Lado oscuro” asoman puntuaciones y contrapuntos rítmicos y una trompeta que en la otra es parte de una bruma coral. Debo decir –cuestión de formación o de personalidad, vaya a saberse– que prefiero por lejos al lado oscuro.

En su último disco, eventualmente, Peter Gabriel canta –­como siempre– como los dioses. No hay rastro de envejecimiento ni hastío en su voz. Y entre las canciones, que a manera de auto limitación Gabriel se obligó a terminar de a una por mes, en cada luna llena de 2023, hay piezas extremadamente bellas y exactas: la melancolía minimalista de “Playing For Time”, “Four Kinds of Horses”, la mencionada “Live and Let Live”, “So Much”, las reminiscencias africanas en “Olive Tree”, “Love Can Heal” con el exquisito contraste entre la voz y el coro –que recuerda a la Kate Bush de “Dont Give Up”– por un lado y un acompañamiento obsesivamente repetitivo por el otro. La base instrumental está en manos de viejos conocidos, el percusionista Manu Katché, el bajista Tony Levin y el guitarrista David Rhodes, quienes se suma el célebre Brian Eno en teclados, programación, electrónica y diseño de sonido. Y obviamente tanto Mark 'Spike' Stent –responsible del mix “brillante”­– como Tchad Blake –que firmó el “lado oscuro”– son protagonistas.

Said y Adorno basan sus reflexiones acerca del estilo tardío en el análisis de los borradores de Beethoven. Allí aparece un procedimiento escultórico más que pictórico. El pulido de una idea no lleva a un mayor embellecimiento o una progresiva sofisticación –por lo menos no en su sentido habitual– sino, más bien a una tosquedad casi brutal. Beethoven, en sus últimas obras, saca en lugar de agregar y va quedándose con el núcleo. Con una cierta idea de desnudez. La monumental fuga del primer movimiento de su Sonata Op.106 “Hammerklavier” (teclado a martillos, el nombre alemán del pianoforte) es, en ese sentido, ejemplar. No hay complacencia alguna, ni con el intérprete ni con sus oyentes. Más bien, música pura, si es que tal cosa existe. Fuera de época –de cualquier época– (la fuga comienza en el minuto 5:13, en la extraordinaria interpretación de Ronald Brautigam en una reproducción actual de un piano de la época de Beethoven).

Los 22 años transcurridos entre Up, grabado en 2001, y el reciente i/o –22 años de pulido, o de lucha, con una idea– permiten preguntarse acerca del estilo tardío en Peter Gabriel –una renuncia al ornamento, la elección de la sencillez, letras que hasta parecen pueriles– y llegar incluso más allá. A si existe algo similar al estilo tardío en la música artística de tradición popular. Si no hay algo que une, por ejemplo, a Blackstar de David Bowie, You Wanted Darker de Leonard Cohen o, por supuesto, la trilogía de discos finales que lidian con la imposibilidad de un disco final en la trayectoria de The Beatles: el Doble Blanco ­–la dispersión de los elementos después de la explosión de Sgt Pepper y Magical Mistery Tour–, Let It Be  –el inútil intento de recoger los fragmentos– y Abbey Road –la síntesis de canciones perfectas como “Come Together”, “Something” y “Oh Darling” y la implosión de su Lado B–. O, yendo a otros géneros, el abismo entrevisto en Interstellar Space, el disco en dúo de John Coltrane y el baterista Rashied Ali, el recital de Edith Piaf en el Olympia de París en 1961 o esa descarnada “Canción para un niño en la calle” que dejó como legado Mercedes Sosa junto con Calle 13.

Diego Fischerman es autor del blog El sonido de los sueños: https://xn--sonidodesueos-skb.com/

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