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OPINIÓN

Fortuna, familia y propiedad

El dilema de las empresas familiares.

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Durante tres generaciones la familia Rask expandió su negocio y lo hizo prosperar hasta convertirlo en el más importante comercializador de tabaco de la costa este de Estados Unidos. Benjamín, único miembro de la cuarta generación Rask, decide liquidar todo el patrimonio heredado y dedicarlo a la actividad financiera. En pocos años, logra multiplicar varias veces el valor de lo recibido. No es este pasaje un acontecimiento relevante de la novela Fortuna del escritor Hernán Díaz, último ganador del Pulitzer de ficción, sin embargo, me quedó dando vueltas en la cabeza, hasta hoy.  

Hace pocas semanas fui invitado a moderar un “retiro” de un grupo de 15 empresarios, en el que el asunto central, además de los negocios, el turismo y la buena comida, sería la relación familia/empresa. Catorce de los quince integrantes del grupo estaban atravesando la etapa de traspaso generacional y todos, me confesaron los emisarios de la contratación, estaban impactados con la serie Succesion. Les advertí que no era un “especialista” en empresas de familia, pero también que no creía en la existencia de dicha especialidad.

Si bien no he podido encontrar la fuente de los guarismos que esgrimen los especialistas en empresas de familia, que el 4 % de esas empresas sobrevive la tercera generación y apenas el 1% a la cuarta, me pregunto: dado que el 90% de las Pymes en nuestro país son empresas de familia, ¿estamos ante el fracaso de empresas de familia que en su mayoría son Pymes o de Pymes, que en su mayoría son empresas de familia? En cualquier caso, creo que ningún protocolo familiar, ni coach, consultor o especialista hubieran logrado impedir que Benjamín Rask terminara con una empresa exitosa por 3 generaciones. Benjamín detestaba todo lo relacionado al tabaco, o sea, todo lo relacionado al modo de hacer negocios de su padre. Tampoco creo que ningún protocolo, coach, consultor, especialista, ni siquiera ningún reputado psicoanalista, hubiera impedido que Logan Roy fuera el ̈gran malvado¨ que fue mientras vivió y que sus cuatro hijos no intentaran durante 40 episodios repetir una y otra vez las de Caín y Abel. 

 Está claro que no existe capitalismo sin capital, pero tampoco sin trabajo. Benjamín invirtió toda su fortuna en el negocio financiero. En principio podríamos pensar que ese dinero, de manera directa o indirecta, fue a apalancar un negocio de la economía real. Pero ese primer paso como inversor, dejó rápidamente lugar a una frenética actividad especulativa. 

En nuestros días los activos financieros y derivados como porcentaje del Producto Bruto Global crecieron 10 veces en relación al mismo indicador en los 90´s. Este fenómeno se explica porque grandes corporaciones de la economía real, destinan una porción importante de sus rentas, a inversiones financieras. De esta manera logran mayor valor para sus accionistas en el corto plazo, pero esterilizan el rendimiento productivo y su consecuente efecto multiplicador en términos de empleo y consumo. El mercado financiero opera, muchas veces, al margen del desempeño real de las empresas. La ausencia de una conexión empírica entre la gestión y el desempeño financiero es, finalmente, lo que explica la falta de materialidad del valor para ese accionista.

Cuando leí Fortuna me desorientó que el autor eligiera que Benjamín liquidara todos los activos y bienes familiares en lugar de vender la empresa en funcionamiento. La primera acepción de liquidar es pagar una deuda, pero la segunda, es hacer desaparecer rápidamente algo. Bajo esta segunda acepción desaparecen los bienes, pero también los puestos de trabajo, las relaciones comerciales con clientes y proveedores, el consumo de servicios en las cercanías de la empresa. Desaparece una unidad económica en funcionamiento que produce valor. La venta de la empresa, en cambio, implicaría un mero pase de manos de la propiedad (acciones), pero seguiría en funcionamiento. Seguiría creando riqueza. Si lo pensamos desde el punto de vista de los intereses del propio Benjamín, es seguro que hubiera sacado más valor en la venta de la empresa en funcionamiento que en la suma de las partes en las que la dividió. En la primera aplica un concepto que las escuelas de negocios de Estados Unidos (me resisto a decir americanas) llaman good will, ese valor intangible que, aunque no se pueda tocar como las máquinas, en la mayoría de las veces vale más que aquellas. Son los años de reputación acumulada lo que más vale en una empresa en funcionamiento. Lo que ha sido capaz de hacer hasta aquí es una prueba de lo que será capaz de hacer a partir de ahora. 

El paso de una empresa en funcionamiento a un capital dedicado a la especulación financiera pone al propietario de ese capital en riesgo, le puede salir bien o le puede salir mal. En cambio, a la comunidad que gira alrededor de esa empresa discontinuada, con seguridad le irá peor. 

Volviendo a los empresarios del ¨retiro¨ es probable que todos hayan coincidido en la denominación del asunto asignado a la convocatoria: la relación familia/empresa. Sin embargo, es muy poco probable que para todos ellos ese asunto tenga un mismo significado. A algunos les preocupará la perdurabilidad de sus empresas y la preservación de las fuentes de ingresos de todos aquellos que la hicieron posible, a otros, en cambio, mantener y en lo posible incrementar el valor de su patrimonio personal, aunque para ello tengan que ¨liquidar¨ la empresa. Algunos fomentarán el desvío de parte de la renta del negocio hacia la actividad financiera, otros irán más lejos, e ingresarán en el mundo de la especulación. Mientras que una parte de esos 15 empresarios habrán educado a sus hijos para que sintieran y dispusieran de la libertad de elegir que hacer de sus vidas, otros los habrán inducido desde muy temprana edad a participar del negocio familiar. En algunos casos las relaciones entre sus hijos serán amorosas y armoniosas, en otras amorosas y competitivas, en otras no amorosas. El número y combinaciones de variables que definen las relaciones empresas/familias es tan grande que resulta difícil de modelizar. Hablar de sucesión, de traspaso generacional, de conflicto intergeneracional, es hablar sobre lo que está en la superficie porque en el fondo, una empresa es un cúmulo de relaciones interpersonales. Tal vez el primer movimiento para comenzar a desatar este nudo, que es la relación familia/empresa, será preguntarnos por la distancia que existe entre el empresario que creemos y decimos ser y el empresario que realmente somos.

MS

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