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Opinión

Hoy que Corrientes arde y duele, agradece la lluvia

Alivio de los bomberos por las lluvias en Corrientes

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Hoy quiero hablar de Rosita. Ella es correntina y vino hace muchos años, con sus hermanas, a trabajar a la Capital. Como otras tantas comprovincianas, en ese proceso de migración interna y de insilio permanente, consiguió trabajo como empleada doméstica. Rosita tenía un novio que le pegaba. Mi madre ofició de Celestina: logró que dejara a ese novio y le presentó a Carmelo, con quien se casó, formaron una familia y trabajaron y vivieron en la portería de un edificio. Pero antes, Rosita nos cuidaba, a mí y a mi hermano, y dormía en el cuarto conmigo. Ella me enseñaba canciones de Leo Dan y malas palabras en guaraní. Sin duda, extrañaba a su familia, a su Corrientes natal. Pero era alegre, Rosita, y nunca la vi llorar. La quería tanto, para mí era como la hermana mayor que no tuve, y volvimos a vernos alguna que otra vez. La recordé mucho estos días en que Corrientes arde y duele y agradece la lluvia, los esfuerzos de bomberos, brigadistas y personas que ponen todo para apagar los incendios y solidarizarse con quienes perdieron tanto. Las acciones de organizaciones sociales, de las ciencias y de la política que ven la inminencia de acciones concretas para apagar ese y otros focos de destrucción de la vida. 

Las lluvias han traído un 70 por ciento de alivio a la provincia, o más. ¿Podemos expresarlo así? No alcanza con esperar que sea la naturaleza (la lluvia) quien cure a la naturaleza de las heridas que le infligimos. 

Leo en un artículo de Patricia Escobar en el sitio argentinaforestal.com que un estudio del Grupo de Recursos Naturales de la Estación Experimental Agropecuaria Corrientes “indica que, al 21 de febrero de 2022, se registraban 934.238 hectáreas quemadas, lo que equivale al 11 % de superficie afectada por el fuego en la provincia”.

“Se toma a la naturaleza como proveedora de bienes”. La frase corresponde al licenciado en Gestión ambiental y activista socioambiental en Corrientes, Emilio Spataro. En su cuenta @EmilioSpataro se lee: “La ley de Humedales proponía incorporar a estos ecosistemas en un ordenamiento territorial. Se hubiera discutido qué humedales no tenían que ser forestados. Estos humedales hubieran aportado humedad y actuado como cortafuegos.”

Por eso, grupos ambientalistas promueven a través de petitorios que se reactive la ley que perdió estado parlamentario, en un grito que se traduce en un hashtag: #LeydeHumedalesYa.

Este miércoles 2 a las 17, representantes de la ciencia, investigadorxs, organizaciones y comunidades socioambientales se citaron en el Congreso en representación del dictamen de la Ley de presupuestos mínimos de protección ambiental para el uso racional y sostenible de los humedales, presentado por el diputado por el FDT, Leonardo Grosso. La reunión fue multitudinaria, una larga cola se formó frente al anexo del Congreso para ingresar al recinto. La sesión fue híbrida, presencial y en streaming. Hablaron representantes de organizaciones sociales, de la política y del gobierno, como el ministro Sergio Federovisky, viceministro de Ambiente de la Argentina.

Desde la pantalla, Emilio Spataro habló de “suicidio empresarial” de parte de aquellos que “se oponen a la ley sin fundamento científico” y pidió que “nos expliquen cómo van a producir de manera sustentable” quienes no quieren la ley. 

En tanto, la socióloga y ambientalista Maristella Svampa se manifestó a favor del proyecto de Ley presentado, habló de “negacionismo climático” de ciertos sectores empresarios e hizo un “llamamiento a las organizaciones sociales, sindicales, universidades, al movimiento feminista que ha sido un modelo de lucha, para que esto que sucedió en Corrientes no vuelva a suceder”.

También dijeron presente las diputadas del Frente de Izquierda Miriam Bregman y Romina del Plá y escritoras como Claudia Aboaf, Gabriela Cabezón Cámara o Soledad Barruti, de los colectivos #NohayCulturasinMundo y #Mirá. Y estuvimos dando apoyo junto con las colegas Claudia Piñeiro, Dolores Reyes, Amalia Boselli, Selva Almada, Lucía de Leone, María Laura Pérez Gras, María Inés Krimer.

Pero también, desde el arte, hay quienes piden a sus dioses. En ese marco, hoy, viernes 4 de marzo, se inaugura en el CCU, en la ciudad de Corrientes, la muestra Rojo Frenesí, a cargo de un colectivo de artistas promesantes del Gauchito Gil, santo correntino de Mercedes, puerta de entrada a los Esteros del Iberá. Entre ellos, figuran Karina El Azem, Sergio Gravier y Javier Samaniego García.

Pienso en Rosita cada vez que me pregunto por qué esa recurrencia, ese ir siempre a Corrientes en mis libros, en esos viajes al pasado y al presente, al centro de la naturaleza, a Mercedes, a los Esteros del Iberá que se secan (un oxímoron), admirada al ver a los yacarés con la boca abierta cuando el sol los cargaba de energía, cuando no tenían que huir, como hoy, con sus patas cortas que no les alcanzan. Y confío en que su antigüedad anfibia y reptílica los proteja. Cómo duele la palabra extinción. Cuando, por ejemplo, leo que aves declaradas monumento natural como el yetapá del collar o el capuchino iberá, y otras especies (también la humana) están en peligro de extinción.

Cuando lo que debería extinguirse es ese fuego que todo lo quema. Ese fuego, elemento necesario para la vida pero que, sin ley de humedales, con la tala indiscriminada de árboles, la quema irresponsable de pastizales, las empresas que producen sin cuidar el suelo ni el hábitat, con las acciones no preventivas del Estado que actúa a posteriori, exige esfuerzos sobrehumanos, pedidos a los dioses para que el fuego malo, el que generamos desde nuestras acciones productivas, el que apaga el brillo luminoso del agua, se extinga. Pero que no se extingan nuestras voces, nuestros ríos, nuestras vidas. Otra vez: que sea ley.

GS

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