Hace unos días, un diputado mileísta, en campaña permanente para difamar la educación pública, denunció en una radio que “la UBA tenía prostíbulos en el subsuelo”. La prensa no dudó en convertir la frase en un titular. En tiempos en que pocos leen los textos de las notas, seguramente mucha gente la dio por cierta. Se habrán hecho la idea de que las facultades de la UBA son utilizadas para albergar una red de prostíbulos, de la que, vaya a saber, se enriquecerían los decanos, los empleados, sin dudas los militantes, quién sabe si también los profesores. ¿Acaso se prostituirán las estudiantes? ¿Habrá un mercado de títulos a cambio de sexo? Y si había prostíbulos, ¡prostíbulos!, imaginen qué otras cosas habrá. Todo sucio, inmoral, corrupción, negociado.
La extrema derecha es extremadamente mentirosa, no se avergüenza de serlo ni se ruboriza cuando se nota. En este caso, sin embargo, el energúmeno aseguró que la noticia era real, googleable, y desafió al periodista que lo escuchaba azorado a comprobarlo. Como no aparecía nada, él mismo proveyó el link de una vieja noticia de hace 24 años. Era el 2001 y resulta que un empleado de la Facultad de Derecho, encargado de la cerrajería del edificio, había sido denunciado y sometido a juicio porque durante los miércoles por la noche, cuando no había clases, utilizaba su pequeño taller de cerrajería, en el segundo subsuelo, al que sólo él tenía acceso, para ofrecer servicios sexuales. Las autoridades obviamente no lo sabían y lo denunciaron apenas el hecho se conoció. En fin, un hecho policial muy menor. La UBA no tenía prostíbulos, obvio. Sin embargo, puede que ahora miles de personas crean que sí. UBA, prostíbulos, asco.
El episodio grafica bien lo que viene sucediendo en nuestro país desde hace años. Alguien busca con lupa algo, un poco de roña, lo que sea, donde sea. Lo encuentra. Porque siempre hay algo en algún rincón y, es sabido: el que busca, encuentra. Luego, magnifica esa roña que encontró y la hace aparecer como un rasgo general, constante, distintivo. No es “un cerrajero cometió un delito en un cuartito del segundo subsuelo de la Facultad de Derecho en 2001”. Es “la UBA tiene prostíbulos”.
Desde hace años, la derecha argentina aplica su lupa jodida a todo lo que busca destruir. Y cuando digo derecha no me refiero solo a los afiliados al mileísmo, al PRO y al resto de los partidos de derecha, sino a toda la red de influencias que manejan en medios de comunicación, redes, poder judicial, figuras públicas. Todo ese conglomerado aplica su lupa jodida sobre los demás. Todo lo estatal, todo lo que no es de derecha, todo lo que ellos no controlan, toda figura que represente algo y no los obedezca, es sometido a un escrutinio tan implacable como mala leche.
Lo sabemos bien en Conicet. Conicet rankea entre los organismos de investigación científica más prestigiosos del mundo. No hay mes que no genere noticias como la del descubrimiento crucial para la lucha contra el cáncer que reportó hace unos días. El listado de los logros del Conicet y las miles de maneras en las que benefician a la Argentina es verdaderamente interminable. Incluyendo los logros en Ciencias Sociales. Sin embargo, luego de 2016, la lupa jodida también se posó sobre el organismo. En manos de un conocido periodista, ha conseguido que miles de personas piensen que el Conicet se dedica a investigar sobre el ano de Batman. Porque eso es lo que la lupa jodida halló buscando con ahínco entre sus bases de datos: un título ocurrente de una comunicación que un investigador hizo por fuera de su proyecto financiado. Listo: a la lupa jodida le sirve. ¿Destruye la reputación de miles de científicos y de un organismo que nada tienen que ver? Perfecto.
La secuencia es siempre la misma: lupa, magnificación de un hallazgo, generalización, repetición incansable. Hasta que todos pensemos que todo es un gran prostíbulo: las universidades públicas, el Conicet, el Garrahan, los organismos de derechos humanos, los sindicatos, los partidos que no son de derecha, el INTA, el INCAA. Todo mugre, negociados, ñoquis, inmoralidad. Todo joda, roña; todo un asco. Menos el sector privado, la derecha y los denunciantes, of course.
La derecha argentina viene manejando su lupa jodida desde hace años. Les funciona bien, claro, en un país como el nuestro, en el que la mugre efectivamente abunda. Porque todos estamos predispuestos a sospechar que todo es roñoso. ¿Prostíbulos en la UBA? Suena a mucho, pero quién sabe, quizás sí. La derecha aprovecha esa credulidad y maneja la lupa jodida para atacar todo lo que funciona más o menos bien fuera de la órbita del mercado. Para degradarlo, humillarlo, hacerlo aparecer con la peor luz y justificar su desmantelamiento.
No hay nada que resista una lupa jodida. Nada ni nadie es 100% impoluto. No hay persona, por intachable que sea, que no haya hecho algo mal, aunque sea mínimo. No hay institución, por transparente que sea, que no tenga algún rincón opaco. No hay organización que agrupe a cientos de personas en la que alguna no sea defectuosa o incluso delincuente. Ni en Argentina ni en Suiza. Por más que uno limpie la casa con esmero, si el invitado llega con la lupa jodida, podrá magnificar esa pelusa que encuentra detrás de la pata de un sillón y denunciar que la casa es una mugre.
Para recuperar este país, habrá que recuperar el control de nuestra mirada, hoy direccionada en el sentido que conviene a los enemigos de la sociedad. Habrá que desactivar esa lupa jodida, quitarla de sus manos, para volver a mirar la realidad a simple vista. Para poder ver, antes que nada, la mugre que más nos afecta, que es precisamente la que la derecha nos trae: la de los negocios para pocos, el empobrecimiento planificado, el expolio del espacio urbano y de nuestros recursos naturales, la transferencia de ingresos hacia los ricos, la fuga de divisas, la corrupción de guante blanco, la violencia institucionalizada. Todo eso que la lupa jodida nos oculta.
EA/DTC