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SOY GORDA (ESEGÉ)

Vamos a la playa

Encuentro Plurinacional de Gordes, activistas y aliades se reunen para evitar que se vulneren derechos, en un presente atravesado por la fragilidad de las minorías y de las mayorías segregadas.

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* Gordura y estado, ¿asunto separado?

* Comunidad gorda: estrategias para la organización.

* Cultura de la delgadez.

Mientras escribo los títulos de los temas que se tratarán en las comisiones del próximo Encuentro Plurinacional de Gordes en Argentina, pienso qué necesarias son las identidades colectivas como espacios de activación política y personal. También pienso en la urgencia de las uniones y reuniones del presente y en lo complejo que resulta la unidad en la heterogeneidad, encontrar lo común en la diversidad. ¿Se acuerdan de la teoría de conjuntos que aprendimos en la escuela? La evocación de ese enfoque de la matemática me resulta útil para trazar similitudes con lo que ocurre en los movimientos sociales y políticos amplios. Suelen considerar las intersecciones, pero dejan afuera las singularidades. Ocurre en general, ¿es inevitable? No lo sé. Da para analizarlo, debatirlo, intercambiar.

La historia nos cuenta que, aún en los peores momentos, hay esperanza, palabra que viene de esperar, del latin sperare.

Lo que es más seguro es que falta muy poco para el sábado 30, cuando en el Espacio Unzué, de Mar del Plata, el Colectivo de Gordes Activistas de Argentina (CGA), Existencia Gorda, Gordes Conurbanes y activistas independientes sean anfitriones de la tercera edición del Encuentro. La idea es, básicamente, convocar a la mayor cantidad posible de activistas y aliades en un espacio seguro para seguir trabajando en el mejoramiento de nuestra calidad de vida. Otra de las motivaciones es que se dejen de vulnerar derechos, en un presente atravesado por la fragilidad de las minorías y de las mayorías segregadas. La amenaza de que los sectores más reaccionarios de la sociedad se queden con el poder político no es fantasmática sino real.

Y, sin embargo, la historia nos cuenta que, aún en los peores momentos, hay esperanza, palabra que viene de esperar, del latin sperare y que nada tiene que ver con procastinar (que, por otra parte, viene bien de vez en cuando) ni con no responsabilizarse, ni con aguardar pasivamente que las soluciones sean mágicas.

Esperanza. Se vincula con ser paciente, con resistir, con permanecer en la incertidumbre y en el sufrimiento hasta lograr un estar mejor, mediante la praxis. ¿Utopía? ¿El plan ideal que concibe una sociedad perfecta y justa? ¿La isla desconocida de Tomás Moro? ¿la que está en el horizonte y sirve para caminar, como dicen que dijo el montevideano Eduardo Galeano, aunque en realidad fue la respuesta que le dio el santafesino Fernando Birri, padre del Nuevo Cine Latinoamericano, a un estudiante en la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños?

Hace algunos años, luego de intentar esconder sistemáticamente mi cuerpo maltratado bajo ropas oscuras y muy amplias, me cansé de transitar todos los tratamientos para adelgazar que estaban a mano y fracasar… siempre. Fui a los caros, baratos, gratuitos, individuales, grupales, de autoayuda o ayuda recíproca, con nutricionistas, dietólogos, en consultorios, iglesias, hospitales, con o sin internación y varios etcéteras y mi cuerpo fue una identidad en constante cambio, como la vida. Hasta que, curioseando a veces, buscando desesperadamente otras, encontré en una librería de la calle Puán, en Ciudad de Buenos Aires, el libro Cuerpo sin patrones. Resistencias desde las geografías desmesuradas de la carne. Y, como la tijera del collage de su tapa, corté por lo sano con el centímetro, el antes y el después, las fajas y las dietas.

Reivindiquemos el deseo y el disfrute, la salud integral sin sesgos, una Ley de Talles que funcione, ciudades y espacios públicos accesibles.

Hasta entonces, tenía la ilusión de que ser delgada me traería la felicidad. A partir de entonces, me descubrí e identifiqué con los testimonios de otras personas gordas, gente que padeció distinto tipo de violencias patriarcales. Esas violencias tomaron la forma de un trastorno alimentario: el mío. Pero también, luego de las lecturas, las errancias, las búsquedas, las colectivas, los acompañamientos, encontré en el ser gorda una bandera de textura suave y envolvente que me cobijó y aún lo sigue haciendo. Superé la vergüenza, comprendí el orgullo y la escritura fue y sigue siendo la manera de compartir el proceso de transformación. Además, claro, de los encuentros con mujeres, el cambio de mirada, la escucha abierta, la pedagogía del afecto.

La conciencia de que los abusos, las rapiñas, las apropiaciones de los territorios corporales, las represiones, los terrores y tantos otros daños se pueden elaborar junto a les demás, les próximes, les prójimes, fue, es, será, un acto descolonizador, una afirmación libre y soberana. Autónoma, aunque no aislada.

Con y sin lenguaje inclusivo, pero siempre incluyendo. Con rebeldía, amor, potencia, poesía, danza, teatro, asambleas, bikinis, hermanades las distintas generaciones, etnias y clases, aunque lo gordo también sea una cuestión de (lucha de) etnias, clases y edades.

Trascendiendo fronteras y prejuicios; unides, no dominades, como les antigües proletaries del mundo, enlazades con las ancestras, las madres y les hijes, las mujeres, las personas queer que tanto me enseñan,  los pueblos originarios, les niñes y adolescentes, les negros, les desocupades, les artistas, les discapacitades.  Porque todes somos iguales y diferentes. Y allí reside nuestra belleza y Humanidad.

Ojalá nos encontremos en Mar del Plata el próximo sábado, para que, poco a poco, paso a paso, la Educación Sexual Integral tenga perspectiva de diversidad corporal, se acaben los discursos que nos señalan enfermes y culpables, patologizades y delincuentes. Vagues e ineficientes. Reivindiquemos el deseo y el disfrute, la salud integral sin sesgos, una Ley de Talles que funcione, ciudades y espacios públicos accesibles. ¡Vamos a la playa! Oh oh oh oh oh.

LH

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