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PURA ESPUMA
Opinión

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Santiago Maratea se abraza con una gloria de Independiente: José "Pepe" Santoro.

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El nombre Santiago Maratea cursa la vida pública seguido de una estela de variaciones. Es obra de los ingeniosos animadores de las redes, capos enmascarados ya sin huellas en los pulgares que se animan sin miedo al ejercicio de la violencia remota. Allí van las afrentas: Santiago Manotea, Santiago Cajonea, Santiago Mexicanea, Santiago Falopea, Santiago Bolsiquea, etcétera.

Pero las plataformas de sostén o hundimiento de figuras públicas implantadas en los canales de noticias para públicos otoñales no dudan del sentido de sus intervenciones, y apuntalan desde los cuatro puntos cardinales (que como dijo Huidobro son tres: el norte y el sur) al donante donatario.

Es un proceso de apoyo y protección incondicional a su figura por medio de una cantidad incontable de recursos, y tiene por misión encuadrar y rescatar la actividad candidateable de Maratea como el no va más del punto en el que se encuentran la buena fe, el bien común y la transparencia en el franeleo de dineros: la política en estado extático de utopía realizada.

Maratea, que no sabe quién es Bochini, quién es Bertoni (y menos qué cosa fue la alquimia Bochini-Bertoni), se puso la camiseta de Independiente y lideró la reparación de la tesorería de un club dirigido por personas a las que nunca les interesó el fútbol, ni Independiente.

De golpe, las batallas donativas de Maratea alteran su propósito original. Nada de cuentas para rescatar de la oscuridad a niños con enfermedades oncológicas, nada de donar ambulancias a los bomberos del norte. La cruzada es ahora salvar la tesorería de un club de fútbol fundido y, sobre todo, a quienes prometieron robustecerla de inversiones.

Maratea da una conferencia de prensa, pasea selfiado por el Libertadores de América, habla con las señales de noticias hardcore de cable que condescienden a la dulzura y contienen las lágrimas, enternece al mariscal del lugar común Oscar Ruggeri, copa el breaking news de Olé. El peregrinaje “por” Maratea, instaurado como un tótem de bondad, tiene mucho del hormigueo popular de las colectas de Unicef, la Cruz Roja o, salvando las distancias entre tragedia y comedia, las de Cacho Fontana y Pinky por Malvinas.

Por más conmovedor que sea el cuadro, el dinero de los hinchas, y de los donantes fijos de Maratea que se desprenden de unos pesitos y lo reportan en las redes como “acción del día”, es para salvarles el pellejo al Intendente de Lanús, Néstor Grindetti y al diputado nacional Cristian Ritondo, víctimas de un repentino y descontrolado amor por Independiente.

Para cumplir con el requisito deontológico del periodismo documentado, consulté tres fuentes. Son tres amigos (un poco de nepotismo no se le niega a nadie) hinchas de Independiente. La pregunta fue: “¿Qué onda ustedes con la bolsa limosnera de Santi?”. Aquí sus impresiones. Claudio Gómez (59): “Para un hincha veterano es difícil sostener la idea de una colecta. No obstante, las crisis de las instituciones llevan a pensar en recaudaciones extraordinarias. Ahí se necesitan referentes claros, y no es Maratea el referente que le da entidad a la colecta, sino Pepe Santoro. Es el tipo que hace que el hincha ponga la guita. No sé qué hubiese pasado con la colecta de Maratea sin Santoro”. 

Sigamos. Juan José Nardi (47): “A Independiente se lo están disputando, y hay dos líneas en aquellos que se quieren quedar con el club. Una es la línea mexicana con terminal en el América, que en función de la deuda por Verón se puede quedar con el club. Y por el lado del macrismo, está la ‘línea qatarí’, que son los que pueden quedarse con Independiente si este experimento sale bien. La colecta de Maratea busca blanquear guita que proviene de ese lado. A las ganas de los hinchas de apoyar al club, se suman otros intereses que van a poner plata para después reclamarla por otro lado”.

Fernando Soriano (44): “Estoy en contra de la situación a la que llegamos. De que lo dirigentes avalen esta colecta, de que no encuentren ellos las soluciones que prometieron traer. Parto de la base de que todo esto arranca con una estafa de los dirigentes a los hinchas. De estos dirigentes y de los anteriores desde hace veinte años. No iba a poner plata, pero leyendo cosas de los hinchas y pensando en el club y en la historia de mi familia, dejé mis convicciones en la puerta de la Casa Rosada y puse una módica suma”.

Lo que parece claro en este mundo confuso es que Santiago Maratea está en el medio. Es la figura clave de la transmisión de un dinero cuya trazabilidad se hace humo. Sólo sabemos que el dinero pasa por él. Es un camión de Prosegur en versión humana. Recibe y da. ¿Da lo que recibe? El hecho ocurre porque ha sabido conquistar la confianza de los donantes en base a… Disculpen que no sepa en base a qué. Quizás la juventud de Maratea, esa apariencia de pureza que hay en las personas con poco pasado haya sido un factor de peso en la consagración de su “inocencia”. O, tal vez, de su escaso pasado, influya lo que se sabe de su tragedia familiar. Lo cierto es que se da por sentado, mediante los beneficios del prejuicio positivo, su desinterés por la papota. Aun cuando el destino del dinero hacia las personas que sufren haya rumbeado hacia las carencias políticas de Grindetti-Ritondo. Semejante cambio de vías, aunque no lo sea en los hechos, tiene el efecto de un desvío de fondos “hacia arriba”.

Pero sobre el desinterés de Maratea en esta conmovedora escena de solidaridad nacional es el propio Maratea el que tiene algo que decir: “Si juntásemos 20 millones de dólares a dólar MEP, yo ganaría 400 millones de pesos. Es una locura, amigo. Literal. Estoy tan sorpresa como vos. Me dijeron: ‘Santiago, vos lo que tenés que decir es que esa es una obligación legal’. Yo lo que voy a decir es que estoy tan sorpresa como todos ustedes. No es que digo: ‘¡Uy, miren la que hice!’. Yo me enteré de esto firmando el fideicomiso, porque el fiduciario cobra y es una obligación que así sea. Lo flashero no me parece cuánta plata cobraría. Lo flashero me parece cómo llegué a ser un fiduciario a los 30 años. Eso es lo que termina pasando. Los fiduciarios cobran plata y yo terminé siendo un fiduciario”.

“Santiago, vos lo que tenés que decir…”. Uno se puede negar a decir lo que no quiere, o negarse a firmar un contrato. Además de que el fiduciario no está “obligado” a cobrar sino que tiene derecho a reembolsar gastos y “puede” percibir una retribución por sus gestiones, “excepto estipulación en contrario”. Es lo que leo en el Artículo 1167 del Código Civil y Comercial que me manda el contador público Marcelo Costa, posteriormente interpretado por los abogados León Alvarez y José Martocci, otros tres amigos de consulta que, sumados a los anteriores, me dan seis (así de sólido es el periodismo de investigación).

O sea que el fiduciario cobra sólo si quiere, digamos si arregla la suya; y que sea mucho o poco depende ¿de qué? El recuerdo de las legendarias paredes de Bochini y Bertoni no han de querer que sea a cambio de dibujos en la rendición de cuentas. Por suerte se interpondrá otra leyenda, la de la transparencia de los dirigentes de Independiente que no le van a permitir al fiduciario un solo número en falso.

JJB

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