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Panorama político

El rigorista flexible que celebra hasta las derrotas y una elite entusiasta con una nueva última oportunidad

Javier Milei y José Luis Espert, otra vez amigos, en el despacho presidencial.

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A Javier Milei le gusta relatarse como un rigorista. Dice —y reproducen los suyos— que sus acciones, esquema de relaciones y ataques de ira están dominados por cuestiones morales; líneas rojas que no transgrede ni deja transgredir.

Ejemplos que contradicen ese relato están a la vista. Sobre José Luis Espert, Milei filtró hace un tiempo a su círculo e insinuó en más de una ocasión en público que le acercó una valija con US$300.000 en nombre de Horacio Rodríguez Larreta para que se cambiara de bando. Esa línea roja habría provocado un ácido distanciamiento durante el período en que Milei avanzó hacia la Presidencia como una topadora y Espert se dejó ver como una alternativa para competirle en el segmento ultra, sin éxito. Tres años más tarde, con su enemigo íntimo tomando posesión de Casa Rosada, Espert “la vio” y se cuadró. Pasó a ser “el Profe” que se saca selfies en el despacho de Milei y portador de poder de fuego para sembrar dudas sobre la lealtad de Victoria Villarruel y llamar a una rebelión fiscal en la provincia de Buenos Aires.

La reacción presidencial sobre el movimiento de Villarruel al habilitar el tratamiento del mega DNU en el Senado expuso una vez más la labilidad de la línea que determina la enemistad absoluta o el abrazo infantiloide de las fuerzas del cielo. No es una cuestión moral, sino de administración del poder, y no podría ser de otra manera, porque si Milei se redujera a sus credos, sus perros y los traumas de la infancia, no habría llegado hasta acá.

En cuanto Villarruel convocó a la sesión para tramitar el DNU, fue objeto de la letrina de las redes, la insidia de los medios oficialistas, una nota de la Oficina del Presidente —como siempre, redactada con motosierra— y los likes del propio Milei. En la Argentina ultra, todo eso viene en combo.

No es una cuestión moral, sino de administración del poder, y no podría ser de otra manera, porque si Milei se redujera a sus credos, sus perros y los traumas de la infancia, no habría llegado hasta acá

Consumado el acto —derrota 42 a 25 en el Senado—, la ira infinita de Milei se aplacó y Villarruel fue exceptuada del cadalso. “El Profe” no se volvió a pronunciar y sus entrevistadores dejaron de preguntarle al respecto. “Victoria siempre supo de qué lado estaba y no tenía demasiado margen para otra cosa”, transmitió la línea oficial desde la noche del jueves.

En el segundo círculo presidencial narran la secuencia con argumentos que pintan un Milei ajedrecista, ése al que todo, incluidas las derrotas estrepitosas de proyectos “fundacionales”, le sale bien. Con casi cuatro años por delante, un escenario con cámaras legislativas divididas en tercios imperfectos —opositores, oficialistas y escuchadores de ofertas— y la necesidad de transformar en permanente al guadañazo de este primer trimestre, no puede darse el lujo de empujar a la vicepresidenta al bando de los “traidores a la patria” o los “HDRMP”. Quedan demasiadas sesiones del Senado por convocar como para ganarse una enemiga con alto poder de fuego, aceptable imagen positiva y, por lo visto, mayor frialdad.

Villarruel maneja con habilidad tanto su voz pública como la reservada. Tiene claras sus causas, que son las de los negacionistas del terrorismo de Estado, aunque no se acaben allí. Corresponde una mención aparte a políticos y medios kirchneristas que creyeron aportar su granito de arena al enaltecer la figura de quien construyó su vida pública propalando argumentos de los represores. Semejante desvarío —festejar una disidencia dentro del campo ultraderechista que mañana puede absorber el descontento con la motosierra y las extravagancias de los Milei— dice mucho de la crisis profunda del sector autopercibido como “nacional y popular”.

En las últimas horas, la ofensiva de Espert y Milei contra el “impuestazo” de Axel Kicillof resulta paradójica para un Ejecutivo libertario que, apenas asumió, repuso el IVA en los alimentos y multiplicó el gravamen PAIS sobre los bienes y servicios importados. A diferencia de los impuestos sobre el patrimonio que se ponen en tela de juicio en la Provincia de Buenos Aires, los que aumentó la ultraderecha están vinculados al consumo masivo, por lo tanto, afectan a los más pobres, que los pagan con la compra del supermercado.

Acaso a Kicillof se le plantee la oportunidad de reivindicar con todas las letras la potestad de un gobernante progresista de imponer carga más alta a los más ricos

En las cuentas del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, sólo 2.138 propiedades rurales —las de mayor valor— pagarán este año un impuesto inmobiliario superior a la inflación. El resto, unas 298.000, tendrán una rebaja en términos reales, con mayor beneficio para el segmento más bajo. Acaso a Kicillof se le plantee la oportunidad de reivindicar con todas las letras la potestad de un gobernante progresista de imponer carga más alta a los más ricos, máxime cuando el Ejecutivo central trata de asfixiar a la provincia en la que viven 37% de los argentinos.

El último tren pasa otra vez

El Summit 2024 de la Cámara de Comercio Argentino-Estadounidense (Amcham) del martes pasado fue una fiesta. El entusiasmo con la Argentina de Milei expresado por el presidente de ese organismo, Facundo Gómez Minujín, rankea alto incluso entre ejecutivos de empresas, políticos, consultores y oenegistas que se reúnen en esos ámbitos, aunque el predominio de la visión optimista fue elocuente.

“¿Será para nuestra generación la última oportunidad que tenemos de cambiar el rumbo? ¿Nuestros recursos económicos y humanos serán suficientes para dejar atrás la corrupción, la confrontación y el egoísmo?”, se preguntó Gómez Minujín en una de sus intervenciones en el Centro de Convenciones de la Ciudad. La duda que conlleva la aseveración de que Milei es la salvación fue reiterada en disertaciones de CEOs de ciertas firmas cuya facturación radica en onerosos contratos, comisiones y subsidios firmados con el Estado y seteados en dólares. Habría que remontarse a las citas de este tipo durante los primeros tres años de la Presidencia de Mauricio Macri para reencontrar predicadores sobre “la última oportunidad” para la Argentina.

Hay dos formas antagónicas de mirar la economía de hoy. La que se expresó en la Amcham y tuvo a Luis Caputo como invitado estelar se ancla en números macro relevantes.

Habría que remontarse a las citas de este tipo durante los primeros tres años de la Presidencia de Mauricio Macri para reencontrar predicadores sobre “la última oportunidad” para la Argentina

La inflación de febrero, 13,2%, fue cerca de la mitad de la que preveían muchas consultoras y economistas —ortodoxos y heterodoxos—, que estimaban tres alzas al hilo (diciembre-febrero) en el orden de 25%, producto de la hiperdevaluación decidida por el ultra no bien asumió. Una escalada de ese tipo habría forzado a Caputo a implementar un nuevo salto devaluatorio y, con ello, un alto riesgo de descalabro político y económico.

Los dólares paralelos en el área de los $1.000 no obedecieron las predicciones de que rondarían un 50% más y el equilibrio fiscal alcanzado en enero y febrero sería la coronación —para el coro oficialista— de la gesta “heroica” por haber eliminado un déficit que la lotería numérica que habita la mente de Milei había cifrado en 17% del PBI (la cifra real, 2,9%). Otro dato está dado por las compras netas de reservas por US$9.500 millones del Banco Central desde el 10 de diciembre, más del doble que los diferentes “dólares soja” o devaluaciones encubiertas que instrumentó Sergio Massa y sólo sirvieron para fogonazos de recuperación antes de un nuevo período de amarrocamiento de granos por parte de los chacareros.

Aunque sean logros probablemente temporales, esos números que celebra el mercado tienen un peso indisimulable. La otra cara de la moneda es el abismo social que dispara el ajuste y una caída histórica en el poder adquisitivo de los salarios y las jubilaciones.

Cuentas pendientes

Economistas de diverso signo marcan que Caputo y el titular del Central, Santiago Bausili, celebran la compra de dólares porque postergan el pago de importaciones de un modo que habría sido inaceptable y disparador de amparos judiciales si lo hubiera hecho un Gobierno “populista”. Y que logran superávit fiscal porque no pagan nada, ni aumentos jubilatorios, ni de salarios, ni obra pública ni la cuenta de la generación eléctrica. Un excel temerario articulado desde despachos públicos y privados podría disparar reacciones sociales impredecibles y/o un quiebre del sistema de gas y electricidad en el próximo invierno. Además, las mayores importaciones de gas y gasoil, producto de la dilación en la construcción y reversión de ductos, erosionarían el ingreso masivo de dólares que llegaría de las cosechas récord de soja y otros granos.

Para el mundo que se congregó en Amcham, el precipicio al que se acercan las universidades y el sistema científico sencillamente no son un tema mencionable. Eso sí. Sus exponentes resaltan “que el capital humano de la Argentina sigue siendo un diferencial en la región”. Otras cuestiones, como el cierre de la agencia de noticias Télam, los comedores en barrios populares o el Instituto de Cine y Artes Audiovisuales, pueden generar ya no indiferencia sino solaz por la eliminación de “cuevas de ñoquis”.

Para el mundo que se congregó en Amcham, el precipicio al que se acercan las universidades y el sistema científico sencillamente no son tema. Eso sí. Sus exponentes resaltan 'que el capital humano de la Argentina sigue siendo un diferencial en la región'

Casi sin darse cuenta, fue el propio Caputo, entrevistado por Minujín, el que iluminó un peligro que podría afectar las bases de La Libertad Avanza: “Imaginen a alguien que llega raspando a fin de mes. Uno le está contando que este modelo es mejor que el otro, entonces sacamos Precios Justos, sacamos la ley de Abastecimiento, la ley de Góndolas y, de repente, va al super y ve que las cosas salen 50% más que en Estados Unidos, y dice ‘guau. ¿ése es el modelo?’ No puede estar bueno”.

Fernando Morra, exsecretario de Política Económica, señala que el factor decisivo que llevó a Caputo a llegar a marzo con indicadores de inflación y devaluación mejores de lo previsto fue el grado de recesión que el Gobierno decidió disparar. Un derrumbe de actividad y salarios de esta magnitud sólo es equiparable a la crisis de 2001 y la pandemia, en la mirada del exfuncionario y actual director de Análisis Macroeconómico de Suramericana, la consultora de Martín Guzmán.

La estampida de diciembre generó una “puja distributiva” contenida, que por ahora no torció la voluntad de Caputo y Milei. En otras palabras, la calle, los paros y la protesta social están demostrando una tolerancia que fue mejor medida por el Gobierno ultra que por sus críticos.

Para Morra, Caputo tiene algún margen para dilatar la devaluación y llegar a abril, cuando se supone que ingresarán las ventas de la cosecha gruesa de la soja. Tampoco descarta un desenlace disruptivo con otro salto devaluatorio, pero si la estampida no ocurre, será una estabilización en una franja de inflación alta y sin margen para consolidar una recuperación real de reservas, en la medida en que todos los pagos postergados en estos meses (importaciones, energía, aumentos establecidos por ley, paritarias) deberán ser afrontados y se sumarán a demandas sociales históricas y estructurales del pueblo argentino. “El Central compra reservas, pero desde febrero acumula poco, porque tiene que hacer frente a pagos que van por afuera del mercado único de cambios”, puntualiza Morra. En abril, Argentina debe abonar US$2.000 millones al FMI y, en mayo, otros US$850 millones.

El statu quo insoportable

Un politólogo de los más escuchados en el campo progresista señala el “efecto disciplinador” de largos períodos de estancamiento económico e inflacionarios: “La perdurabilidad del statu quo se volvió insoportable para una enorme mayoría de la gente y ello es una ventaja para el actual Gobierno, que a muchos les da la sensación de querer algo distinto”.

Pero esta voz advierte sobre dos aspectos. El primero es “el peso que puede tener la recesión galopante en la afectación del empleo, en una sociedad completamente segmentada”. Luego, el hecho de que “el conocimiento sobre el padecimiento en los barrios pobres no nos llega a través de ningún canal, ni virtual ni real, por lo que no sabemos cómo están transitando estos meses sus habitantes. En los barrios pobres del conurbano, a Milei no le fue bien, y en la Provincia en su conjunto, perdió”.

El “éxito” del plan Caputo —tender a la extinción del Estado mientras evita un desborde inflacionario y devaluatorio que conspire contra ese fin— requiere que la recesión golpee todavía más. “La gran pregunta no es económica sino política. Para las reformas previsional, laboral y fiscal, y para los aumentos de tarifas y las privatizaciones, Milei requiere fortaleza política, y eso es lo que se va a jugar en los próximos meses”, dice Morra.

El politólogo citado, que orbita en un sector del peronismo, llega a una conclusión similar. “El Presidente prueba cosas, marca un rumbo, y la oposición no tiene uno propio para ofrecer. El límite de Milei es su propia torpeza política”, indica.

Desde el ángulo opuesto, el exdirector del FMI para el Hemisferio Occidental Alejandro Werner también pone el acento en el margen político. Como se consignó en esta columna la semana pasada, Werner elogia las medidas y la osadía de Milei, pero estima que la posibilidad de que el Fondo cristalice su apoyo con una ampliación del gigantesco crédito por US$44.500 millones dependerá de la capacidad del Gobierno para establecer acuerdos que sellen reformas duraderas.

En su primer trimestre, Milei pudo avanzar con acción, pero, sobre todo, con la omisión de subsanar las consecuencias sociales de la devaluación. El Presidente se ufana de la licuadora de salarios y de la zona liberada para los desmanes del sistema financiero, los supermercados y las empresas de medicina privada.

Funcionarios juegan al ahorcado a la espera de alguna definición. A veces, llega en forma de despido sin agradecimiento por los servicios prestados

Los Milei gobiernan con el joven Santiago Caputo y el exgerente de Corporación América Nicolás Posse sentados a la mesa chica. Luis Caputo maneja una botonera todavía más amplia que la que tuvo Massa en su año y medio de gestión. Afincado en una oficina en algún lugar del espacio, Federico Sturzenegger se felicita por sus éxitos y pergeña el plan maestro, mientras Patricia Bullrich se obnubila con una invariante de su vida pública: las armas.  

Por fuera de ellos, prima la parálisis en el Gobierno ultraderechista. Funcionarios juegan al ahorcado a la espera de alguna definición. A veces, llega en forma de un agrio despido.

Oficialistas, contra viento y marea

De las palomas que entornaban a Rodríguez Larreta no queda ni rastro. Sus senadores y diputados no muestran fisura alguna con los halcones de Macri y Bullrich. María Eugenia Vidal, otra paloma, licúa todavía más su perfil con un manejo primitivo de sus redes sociales. Junto a los diputados y senadores del PRO, los gobernadores de ese signo (a excepción de Ignacio Torres, de Chubut) se transformaron en el bloque oficialista más activo.

El grueso de la UCR ofrece la otra mejilla cada vez que Milei descerraja sus improperios contra el “nido de ratas” y los “extorsionadores”, mientras los Vendidos del PJ de Tucumán marcaron el camino para sus colegas de Salta y Misiones, que se mueren de ganas de que Milei los saque a bailar. Hace apenas un mes, el cordobesismo parecía dispuesto a darlo todo por la causa libertaria.

Con ese revoltijo a favor, los Milei no registran victorias en el Congreso. Sus opositores amigables hacen señales de humo con un mes de antelación y, aun así, la derrota sorprende al oficialismo sin que haya atinado a construir puentes efectivos.

En los intervalos de la Amcham, espadas legislativas de La Libertad Avanza se dejaban saludar por ejecutivos y entornistas. Una de ellas explicaba que nunca intercambió palabras con algunos compañeros de bloque y reprochaba a sus pares las ínfulas de protagonismo. “El problema son los celos. Algunos llevamos dos años de relación con Javier, otros recién llegaron y reclaman. Habrá que preguntarles qué es lo que quieren, no es mi problema”. La interna de La Libertad Avanza nació antes de que sus protagonistas siquiera se conocieran.

Así como Caputo definió con precisión la decepción que podrían sentir los votantes que van al supermercado y ven que el modelo disparó los precios a la estratósfera, otro oficialista, Luis Juez, dio en la tecla para ilustrar la aptitud legislativa de los Milei durante su discurso para argumentar a favor del DNU: “Por supuesto que esto es un manual de buenas intenciones, con un un montón de agujeros legislativos horribles, que debería mejorar la técnica legislativa. Por supuesto que es así. ¿Pero qué estamos pidiéndole a una gente que nunca hizo política? ¿Que vengan con un plexo legal de intachable reputación?. No, está bien, está mal hecho, sí”.

Con estos bueyes, la ultraderecha pretende refundar la Argentina.  

SL/DTC

 

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