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OPINIÓN

Sergio Tomás Massa, o la búsqueda del realismo en el intento por contener daños

Sergio Massa, en Olivos con el presidente Alberto Fernández

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El desembarco de Sergio Tomás Massa (STM) a una más compacta y concentrada conducción económica es la bala de plata, o de la recámara, según Jorge Asís, de un gobierno que marchaba hacia el abismo. El giro al realismo económico, a que el pragmatismo le gane a las posturas más ideologizadas del Frente de Todos, es el claro reconocimiento de la fragilidad política y de la escasa sustentación material de la gestión de Alberto Fernández.

Qué tan superministro será depende de su gestión, que se descuenta hiperactiva, intensa, marcando agenda. Tendrá bajo control más áreas que sus predecesores, pero no todas las que tuvieron otros superministros, como Cavallo, Lavagna o, yendo más lejos, Sourrouille. El Banco Central, energía y la AFIP aún no figuran bajo su órbita, pero es factible que vaya sumando poder sobre ellas.

En ese rol de “primus inter pares” que se le asigna hay, de todos modos, una diferencia central con otros ministros del pasado. Carlos Menem, Néstor Kirchner y hasta Raúl Alfonsín fueron presidentes que ocupaban su rol, sostenían políticas y ordenaban sus internas. Bajo esos paraguas, la tríada Cavallo-Lavagna-Sourrouille pudo, cada uno en su tiempo y con sus particularidades, coordinar la política económica en una dirección unívoca y sacar a sus gobiernos de escenarios muy complejos.

La coalición de gobierno, disfuncional hasta ahora para conducir los desequilibrios macroeconómicos, muestra además profundas (¿insalvables?) diferencias entre sus socios que limitan el poder presidencial, condicionando los resultados. ¿Podrá Massa, el socio minoritario, conducir fácticamente a un gobierno de un presidente cuestionado por la socia mayoritaria? ¿Cristina Fernández de Kirchner validará el rumbo que presumiblemente marcará Sergio Massa el miércoles, cuando defina la corrección (ajuste) fiscal, el apretón monetario y el nuevo sendero cambiario? En su favor, y a diferencia de otros superministros, STM es el que más credenciales y habilidades políticas detenta, más interacciones con la oposición posee y mejores relaciones con el poder real dispone. No es poco frente a la endogamia del Frente de Todos, refractaria de otras voces y con escasísimos puentes con el mundo externo.

La moneda

En lo inmediato, Massa disfruta de la efímera luna de miel que le otorga la cordial bienvenida dada por los mercados financieros, con caídas de 700 puntos en el riesgo país desde que se consolidó el rumor de su llegada y con cotizaciones de los dólares libres que se desplomaron. De consolidar esta pax cambiaria unos quince días, en tanto pone en marcha las medidas, el abismo podría estar algo más lejos. El Banco Central hizo su tarea el jueves pasado, subiendo fuertemente las tasas de interés y secando de pesos el mercado, en línea con la absorción que viene haciendo el Tesoro. STM, además, podrá decir que no es responsable de la elevadísima tasa de inflación que se proyecta para julio y que se conocerá en diez días.

STM dispone, desde el miércoles, de un año para corregir, en parte al menos, los desbalances macro. ¿Cómo? Poniendo a la inflación en el centro de su política. Explicitando incentivos para aumentar las reservas del Central. Dando certezas a los sectores productivos cuando accedan a dólares oficiales para importar. Contando con una regla fiscal creíble (¿déficit cero a-la-Batakis?). Y, quizá, otorgando alguna recomposición fija para los ingresos de los trabajadores, los jubilados y los programas sociales.

Una estrategia de contención de daños para salvar al Gobierno del estallido puede funcionar combinando estos ingredientes. Hacerlo será resorte exclusivo de STM. La moneda está en el aire.

RD

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