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QUÉ ESCUCHAR

Tres mujeres (y la sombra luminosa de Nina Simone)

Youn Sun Nah

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Alguien lo dijo alguna vez y otros lo repitieron. Juan Carlos Onetti, afirmaban, había dicho que ese no era el final de Las palmeras salvajes de William Faulkner. Que  “—¡Mujeres!… —dijo el penado alto” era una invención del traductor, Jorge Luis Borges, y que lo que Faulkner había escrito era “Women, Shit”. El final de la novela, no obstante, es “’ ”Women——!’ the tall convict said.“ Lo único imputable a la admirable traducción del argentino es el uso de la palabra ”penado“ en lugar de ”convicto“.

Lo interesante es que la anécdota atribuida a Onetti recoge lo que cierto sentido común ha construido con la frase: una imprecación contra las mujeres, como si ellas, en general, fueran las culpables de los padecimientos de los protagonistas –y tal vez de todos los humanos–. Y llama la atención porque esa connotación es totalmente ajena –y hasta contraria– al texto:

“El penado gordo siguió parpadeando, fuerte y rápidamente.

 —Sí, señor —dijo—. Son esos diez años más los que duelen. Diez años más sin una mujer, sin la mujer que un hombre necesita… Parpadeó fuerte y rápidamente, observando al alto. El otro no se movió, incrustado entre las dos cuchetas, grave y limpio, con el cigarro ardiendo lisa y ricamente en su limpia mano firme, con el humo anillado ante la cara saturnina, grave y serena.

‘Diez años más…’

‘ —¡Mujeres!… —dijo el penado alto.’“

 “Ellas”, titula su último disco Youn Sun Nah, una cantante sucoreana que, a los 26 años y luego de una importante trayectoria en su país natal, sobre todo en comedias musicales, se mudó a París y se dedicó al jazz. O, para decirlo con mayor precisión, a una versión personalísima del jazz en la que mucho tuvo que ver el guitarrista sueco Ulf Wakenius –ex integrante de una de las versiones tardías del trío de Oscar Peterson– y sus colaboraciones con músicos franceses como el acordeonista Vincent Peirani. Elles, comienza –¿obligadamente?– con un tema que Nina Simone convirtió en clásico. “Feeling Good” una suerte de gospel que formaba parte de un musical inglés de 1965 que casi nadie recuerda, The Roar of the Greasepaint – The Smell of the Crowd, –algo así como El rugido del maquillaje teatral – El olor de la multitud­–, fue incluido por Simone, ese mismo año, en el álbum I Put A Spell On You. Su versión de esta canción apareció en innumerables películas y series, entre ellas en el episodio 10 de la primera temporada de El cuento de la criada. También en 1965 fue grabada por el cuarteto de John Coltrane con McCoy Tyner en piano, Jimmy Garrison en batería y Elvin Jones en batería.

Elles es casi un disco a dúo con el tecladista Jon Cowhard, con la pequeña ayuda de otro tecladista, Tomas Miernowski. Y todo el repertorio, obviamente, está fuertemente asociado con autoras o intérpretes mujeres, incluyendo “I’ve Seen Your Face Before”, la versión que Grace Jones hizo de “Libertango” de Astor Piazzolla y “La Foule”, la letra de Mariano Georges Antoine Ruiz –que firmaba como Michel Rivgauche (en francés ribera izquierda, el lado del Sena donde estaban los intelectuales, artistas y bohemios) con la que Edith Piaf convirtió en éxito “Que nadie sepa mi sufrir”, el vals de Ángel Cabral y Enrique Dizeo que había escuchado en Buenos Aires en la voz de Alberto Castillo, aquí con un piano intencionalmente desafinado y llevado al final al universo caribeño. “Cocoon”, incluida por Björk en su disco Vespertine, de 2001, “My Funny Valentine”, compuesta por Richard Rodgers y Lorenz Hart para el lucimiento de la artista adolescente Mitzi Green en la comedia musical “Niños en brazos”, de 1937, “White Rabbit ”, una relectura introspectiva del tema que Grace Slick había cantado al borde de la desesperación con Jefferson Airplane, “Sometimes I Feel Like a Motherless Child”, un spiritual grabado por Odetta y con inolvidables versiones de Jeanne Lee, a capella y de Lena Horne, “Baltimore Oriole, de Hoagy Carmuchael, un blues cantado entre otras por Lorez Alexandria, Carmen McRae y Sheila Jordan, Coisas da terra, un alucinante dúo de Maria Joâo y Mario Laguinha, y la famosa ”Killing me Softly with His Song“ de Roberta Flack, aquí una letanía solitaria con un acompañamiento adelgazado al máximo.

Si hay una Simone, Nina, inevitable al hablar, como los convictos, de mujeres, hay otra Simone, Mercedes, quizá la voz femenina más importante de la historia del tango, que no debería ser olvidada. Perteneció, junto con Azucena Maizani, Rosita Quiroga, Libertad Lamarque y Ada Falcón a una generación en que las grandes estrellas fueron mujeres. Se diferenció de ellas en la calidad y calidad de su voz, en un fraseo exacto y en interpretaciones que supieron encontrar lo conmovedor sin caer jamás en excesos sensibleros. Sus grabaciones con Sebastián Piana, entre ellas el estreno de “Milonga triste”, están entre los grandes hitos del género. Y así como Carlos Gardel podía cantar sin avergonzarse “Soy la muchacha del circo” los personajes centrales del repertorio de Mercedes Simone son hombres. Y, en el caso de “Milonga triste”, hombres que hoy merecerían el escarnio.

Algunas de sus grandes versiones son “La marcha nupcial” y “Milonga sentimental”, de 1932; “La última cita” y “Cuatro palabras”, de 1933, “Esta noche me disfrazo” y “Esquinas porteñas” de 1934, “Será una noche” y el vals “Náufrago” de 1936, “Milonga triste” de 1937, “Abandono”, “Caricias”, “Carnaval de mi barrio”, “Vieja amiga” y “Media vida”, de 1938, “Claudinette” de 1942, “Barrio de tango” y “Garúa”, de 1943, y “Cada día te extraño más”, “Verdemar”, “Motivo sentimental” y “Otra noche”, de 1944.

La inglesa Rebecca Helferich Clarke, formada en la Royal Academy, discípula de  Sir Charles Villiers Stanford, amiga de Ralph Vaughan Williams, cantante y violista, tocó junto con algunos de los músicos más destacados de su época: Artur Schnabel, Pablo Casals, Jascha Heifetz y Arthur Rubinstein, entre ellos. Y compuso para su propio instrumento –un instrumento que muy pocos entendieron como otra cosa que un violín suplente– una de las obras más bellas que puedan imaginarse. Posiblemente la mejor sonata para viola y piano que existe. Sus canciones y su trio para piano, violín y cello son también composiciones extraordinaries. Se consideraba incapaz de conciliar su interès mucical con su vida privada y después de su casamiento, en 1942, dejó de componer.

Diego Fischerman es autor del blog El sonido de los sueños: https://xn--sonidodesueos-skb.com/

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