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ESEGÉ (Soy Gorda)

Tres obras de teatro con cuerpos en zambullida

Paula Grinszpan y Lucía Maciel en Las Reinas.

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Soy un cuerpo/ Éste/ Un cuerpo sólido/ Caliente/ De corazón helado/ Ojalá/ Un cuerpo hormigonado/ A veces/ Silenciado/ Siempre/ Oculto/ No lo visto/ Lo tapo.

Fragmento de un poema de Magdalena Trigo

En la misma semana en que Vine Joy Randolph recibía su Oscar como mejor actriz de reparto, me di una zambullida de teatro por diferentes obras donde los cuerpos hablan desde una posición corrida de la hegemonía dominante.

“Durante mucho tiempo quise ser diferente y ahora me doy cuenta de que sólo tenía que ser yo misma. Me siento afortunada por todas las mujeres que han estado a mi lado. Gracias por verme”, dijo Vine, con lágrimas en los ojos, galardonada por su papel de la cocinera de un internado de Nueva Inglaterra en la película Los que se quedan (The Holdovers).

Vine, quien interpreta a una mujer que padece una pérdida irreparable y atraviesa un duelo, siempre fue discriminada por personas racistas y gordofóbicas que la maltrataron. Qué pasará ahora que la corrección política de la industria mainstream la ha reconocido? Lejos de Hollywood, vayamos a la escena teatral criolla.

La fiesta de la diversidad corporal, de los tambores y la batucada, de los rituales adolescentes y del humor como formas de resistencia y lucha contra la opresión patriarcal y las heridas familiares. Eso es Potencia Gutiérrez, la obra dirigida por Maruja Bustamante con la colaboración artística de Jorge Thefs, que se puede ver en la sala principal del Teatro Nacional Cervantes.

Con la presencia celebratoria de los repiques, redoblantes y zurdos del Ensamble Taragüi Porá, Potencia Gutiérrez está protagonizada por Miranda Rivas de la Serna, a quien acompaña un elenco de actrices y actores excepcionales, entre los que se destacan Malena Figó, como la madre víctima y contradictoria, Emiliano Figueredo, como la alegre transexual y Maite Rodriguez Chietino, la hermana militante que actúa y canta bellamente.

El melodrama pop trae al escenario la cultura del litoral, el colorido del carnaval y, centralmente, la historia de dos hermanas que han perdido a su padre en manos de la mafia agropecuaria y que son seducidas en forma constante por los representantes del poder opresor.

Potencia Gutiérrez, bastonera de la comparsa, sueña con ser la reina de ese año, mientras su hermana Serena (Rodríguez Chietino) activa en la defensa de la naturaleza, contra los arrasadores de los seres vivos y de la tierra. La escenografía y el vestuario brillan con sus diseños deslumbrantes y texturas variadas que acompañan la narrativa poderosa del espectáculo.

En Parlamento, la última creación de Piel de lava (las sólidas actrices Pilar Gamboa, Valeria Correa, Laura Paredes y Elisa Carricajo) interpretan a unas diputadas ridículas situadas en el espacio interestelar. Son las representantes de la legislatura terrenal y en esta puesta se burlan de la derecha política con una lengua torsionada o fragmentada. Parlamentarias desencajadas, voraces, feroces, provocan la risa de los espectadores cuando uno se sitúa en la posición del absurdo dramatúrgico o generan el llanto casi inconsolable, al recordar que así están sucediendo las cosas hoy, en la dura, oscura, dolorosa realidad cotidiana argentina.

Las cuatro parlamentarias habitan ese disloque histriónico de la historia contemporánea y se las puede ver actuar magníficamente en el moderno espacio Arthaus del Microcentro, donde se cocinó este proyecto. Son personajes que producen una enorme atracción en las grandes mayorías de la población, pese a que proponen medidas gubernamentales que van en su contra, es decir que prepotean la dignidad y la justicia.

Figuras de la antipolítica, desembarcan en la cosa pública para destrozar la vida social sin que se les mueva un pelo.

Algo similar a lo que ocurre en Parlamento, sucede en Las reinas, la obra dirigida por Paula Grinszpan, Lucía Maciel y Lucía Panno, interpretada por las dos primeras, con música en vivo de Miguel Canevari.

Diana y Daiana son las reinas de un lejano lugar, dos hermanas monarcas absolutamente ignorantes de sus funciones y de las necesidades de su pueblo. Atravesadas por intrigas palaciegas, Diana y Daiana han perdido un apreciado ticket que les ha entregado el verdadero poder y da cuenta de sus pésimas acciones de gobierno, lo que devendrá en la instauración de un nuevo orden económico: el monetariado.

El montaje puede apreciarse en el Teatro Astros, es la consecuencia de un metódico e incesante trabajo de prueba y error con un enorme compromiso de las intérpretes que incorporan el absurdo, el humor desopilante y un lenguaje que mixtura la lengua imperativa con modos urbanos juveniles, en el contexto de un vestuario y una escenografía que evocan las películas excéntricas del cineasta estadounidense Wes Anderson. 

Mientras el gobierno avanza contra la libertad del teatro y sus instituciones de apoyo, la escena ficcional le dice que no a la muerte y sigue apostando por su vitalidad.

LH/DTC

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