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OPINIÓN

Buenos Aires, Madrid o Nueva York, el paisaje es la desigualdad

Buenos Aires

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Hace unos días regresé a Madrid después de pasar tres semanas en Buenos Aires. Hacía casi dos años que no visitaba mi país. Me alojé en Villa Crespo, en un departamento cerca de la calle Corrientes.

Después de caminar el barrio unos días, mi impresión no fue la mejor. Encontré más mendigos, y la gente parecía más pobre, enojada y triste. Una escena que convivía con la de los turistas extranjeros reventando restaurantes y centros comerciales.

En esos días valoré mucho el país donde vivo ahora, España. Incluso con lo cerca que está del peor conflicto bélico de los últimos años en Europa, y la disrupción que éste causó en los precios de la economía. Me parecía que, así y todo, era un lugar más justo y próspero.

Sin embargo, a los pocos días de regresar a la capital española, tuve de pronto otra percepción. Quizás, a falta de una comparación, no terminaba de comprender lo que veía a diario en las calles madrileñas. Esta ciudad, como Buenos Aires y cualquier otra gran capital, está cada vez más desigual.

En una terraza cerca del parque El Retiro, mientras turistas y locales toman cañas o copas de Godello al sol, otros pasan pidiendo limosna o vendiendo artesanías. Algunos son inmigrantes, pero también los hay españoles de pura cepa, como un hombre mayor que expuesto al sol primaveral, lleva un carrito con quesos que intenta venderle a un grupo de millenials, para quienes sin certificados bío o ecológicos el producto no es una opción.

Unas cuadras más allá, un desposeído con una frazada que le cubre la cabeza duerme en la puerta de un banco. A los pocos metros, una mujer sentada en un portal junto a unos pocos bártulos contempla la calle con ojos perdidos.

La realidad del vendedor de quesos es parecida en su precariedad a la de muchos jóvenes que conozco (tópico ya gastado a esta altura; presente casi cada mes en algún medio de comunicación español). Mis conocidos se quejan de lo poco que ganan (el que más, unos mil quinientos euros mensuales), y de lo difícil, sino imposible que resulta alquilar, con precios mensuales para un departamentito que rondan los ochocientos euros en zonas de clase media.

Las clásicas tapas españoles que se sirven gratis con las cañas están desapareciendo a pasos agigantados. ¿Cambio cultural o una inflación que, en alimentos, se proyecta a casi el 13 por ciento anual?

El verano se acerca y eso anestesia el malestar. Aunque los medios cuentan que esta temporada los tickets aéreos estarán por las nubes. Así, más de uno deberá quedarse en Madrid a resistir las temperaturas de cuarenta grados y una sequía angustiante. Los privilegiados, en cambio, se irán a algún destino de mar o a las sierras madrileñas, donde el termómetro se enfría algunos grados.

Este domingo hay elecciones para elegir las autoridades de Madrid y la oferta política parece expresar lo que se ve en las calles. El oficialismo centró su campaña en un relato pleno de entusiasmo abstracto que reza “Ganas de Madrid, tu ganas” como si la ciudad fuera una panacea; y uno de los principales partidos de la oposición, más pedestre, habla de un Madrid que “Da para todos”, con más salud pública y alquileres que los jóvenes puedan pagar.

Vuelvo a pensar en Buenos Aires, y me digo… al final no estaba tan mal. Pero pronto recuerdo el comentario de una colega que decía en Twitter estos días: con su crisis económica, Buenos Aires no es como Nueva York, donde uno va topándose con gente tirada en las veredas, sin saber si duermen o están muertos.

Al final, no es Buenos Aires, Madrid o New York, específicamente. Las grandes ciudades están volviéndose cada vez más desiguales. Más preocupante aún, parecería que vamos acostumbrándonos a que eso sea lo normal.

AF/PI

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