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Opinión - Tribuna abierta

¿Resultados o sólo interpretaciones?

Simulacro de las PASO

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Si existe una certeza sobre los resultados de las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) del domingo próximo es que serán interpretados. Y que, como siempre, no habrá una única interpretación posible.

Dirigentes de la oposición -y varios de sus voceros en medios de comunicación- ya decidieron que en esa disputa los resultados concretos una vez que se cuenten los votos serán secundarios. Sólo pondrán en juego, con mayor naturalidad o mayor dificultad, una serie de planteos para decir que no le fue bien al gobierno que asumió dos años atrás. Es decir, no analizarán el resultado, simplemente intentarán incidir en su percepción. Esto se debe al famoso principio sociológico por el cual “si las personas definen las situaciones como reales, éstas son reales en sus consecuencias”.

Ya trataron, de manera fugaz y casi ridícula, de hacerlo hace dos años, cuando buscaron vender la idea de que “Macri perdió pero ganó” en los comicios de octubre de 2019 por haber sumado adhesiones desde las primarias de agosto y luego de la “gira” en la que el entonces titular del Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos, Hernán Lombardi, vociferaba “Mauricio lo da vuelta” ante partidarios. Que Macri hubiera sido el primer presidente en ejercicio en no lograr su reelección no ameritaba siquiera un minuto de silencio. Menos aún un análisis de las causas.

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Así, quizás ahora puedan decir -como ya lo dicen- que si el Frente de Todos resultara la fuerza más votada en la Argentina, en realidad lo importante será ver si obtiene los mismos votos que en los comicios presidenciales de dos años atrás. Contar “cuántos votos perdió”. Como con tantas otras cosas en nuestro país, la vara para medir al peronismo siempre es más alta y siempre habrá narrativas que auguren su pronta desaparición. Pero como desde 1945, ese “muerto” goza de buena salud y de votos.

Más allá de estos relatos desesperados, las interpretaciones rigurosas tendrán un camino más escarpado. Deberán recurrir a los archivos para mostrar cómo la UCR en 1985 obtuvo para Diputados unos 8,5 puntos menos que los que había cosechado Raúl Alfonsín dos años antes. Y que similar “merma” de votos le ocurrieron al PJ en 1991 y 1993 con respecto a los que habían llevado a Carlos Menem a la Presidencia en 1989. Es obvio que las elecciones legislativas no pueden compararse con las ejecutivas.

Pero la mayor fragmentación del sistema político a partir de 2001 llevó a las interpretaciones por otros caminos. Las elecciones de 2005 le permitieron al gobierno de Néstor Kirchner fortalecer su respaldo, tras haber accedido a la Presidencia con el 22% de los votos. Con el correr de los años -y los cambios en las coaliciones opositoras-, el resultado en la provincia de Buenos Aires pasó a ser una variable que analistas y medios de comunicación resaltan por sobre la sumatoria de votos nacionales, donde el entonces Frente para la Victoria siempre mantuvo prevalencia.

Esta nada inocente doble vara “analítica” también puede demostrarse por su contraria: a nadie se le ocurrió señalar que Mauricio Macri había perdido votos desde la segunda vuelta de 2015 cuando su partido resultó la fuerza más votada a nivel nacional en 2017. Si hay doble estándar para todo ¿cómo podría no haberlo para las elecciones? Al macrismo le irá mejor o peor que en las legislativas de 2017, cuando obtuvieron 42,2% en la provincia de Buenos Aires y 50,9% en la Ciudad de Buenos Aires?

¿Cuatro años después, las miradas de medios y analistas se posarán en la cantidad de diputados que el macrismo obtuvo entonces y cuántas bancas cosecharía con el resultado que arrojarán las PASO del domingo? ¿O van a evitar a toda costa comparar dos elecciones legislativas?

Algunos de los principales medios de comunicación han trabajado en este tiempo para instalar la idea de que las situaciones difíciles que vive la economía se deben a la política del gobierno, cuando saben que en realidad se deben a la doble crisis del fracaso del gobierno anterior y a la pandemia. El crecimiento económico de 2021 y los datos alentadores en la industria, la construcción, la inversión privada y la creación de puestos de trabajo son “invisibles a los ojos” de la mayoría de los formadores de opinión. Les perturba tanto reconocer la recuperación actual como reconocer las megadevaluaciones de 2018 y 2019.

En el terreno electoral ocurre, días antes de las elecciones, algo parecido: el resultado ya “está puesto”. Los números serán para algunos sectores el último escollo para esa interpretación. Que deberá ser -una vez más- disputada.

Un análisis riguroso exige comparar elecciones legislativas con otras del mismo tipo, considerar los resultados electorales recientes en otros países en el contexto actual y, finalmente, advertir que no está escrito que la suma de las listas allí donde hay primarias competitivas sea una previsión razonable para las elecciones de noviembre. Pero no se le pueden pedir peras al olmo: hay quienes quieren ganar incluso si pierden.

Nadie puede tener certezas sobre los detalles de la elección del próximo domingo. En cambio, sí, podemos tener certeza sobre el encuadre ya definido por algunos “analistas políticos” a quienes sólo los mueve la intención de erosionar al actual gobierno y hacer campaña abierta por el gobierno anterior. Nosotros asumimos nuestro posicionamiento públicamente. Y, además, creemos que el análisis riguroso es imprescindible para construir el futuro que soñamos. Las operaciones de encuadre que tergiversan los datos pretenden que la gente crea que esa es la realidad, para así incidir sobre las consecuencias.

AG/NT/AV

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