De Vargas a Bolsonaro, la política presidencial de Brasil entre el suicidio y el “me sacarán muerto”
La nunca vista multitud que acudió al velatorio y acompañó el ataúd del cuatro veces presidente del país, Getulio Vargas, quien con su suicidio ofreció su muerte a la nación, superó con creces la convocada por Jair Bolsonaro el día de la celebración de Independencia donde formuló una improbable promesa “Solo saldré preso, muerto o con la victoria”
Brasil cuenta en su historia con los idus de agosto. El 24 de ese mes de 1954 se suicidó Getulio Vargas, quien fue cuatro veces presidente del país - en 1930 a 1934, durante el Gobierno Provisorio; 1934- 1937, en el curso del gobierno constitucional; 1937-1945 y 1951-1954, mandatario electo por voto directo. El líder del Estado Novo se pegó un tiro en su habitación, del Palacio de Catete, la sede presidencial hasta 1960, en la ciudad de Río de Janeiro, entonces capital brasileña. El suceso provocó una conmoción cuyos efectos superaron lo previsible a pesar de la crisis política de su gestión de gobierno. Un pistolero a sueldo atentó contra la vida del periodista a Carlos Lacerda pero mató al acompañante, el mayor de aviación Rubem Vaz, el 5 de Agosto de 1954. Legisladores y la prensa opositora responsabilizaron al Presidente de ese suceso, recreado en la novela Agosto de Rubem Fonseca. Comenzó a hablarse de la renuncia presidencial. Vargas, sereno frente a los acontecimientos, se negó ante todas las instancias. “Jamás renunciaré. El pueblo me eligió por un periodo de 5 años y pienso completarlo”. Una actitud propositiva que tuvo su herencia: la ex presidenta Dilma Rousself , de 68 años, en su segundo mandato en 2016 antes de ser sometida al impeachment salpicada por el mega escándalo de corrupción de por Petrogas repitió una y otra vez “que tiene derecho a ejercer un mandato para el cual recibió 54,5 millones de votos”. En abril de este año, la expresidenta fue absuelta de esa acusación ( e incluso de cualquier sospecha) de corrupción en la compra por sobreprecio de una refinería de EEUU por Petrogas.
Cuando en el Parlamento se levantaron voces acusatorias, el Jefe de Estado se limitó a afirmar que la única víctima en el atentado es él mismo: “En lugar de tirar sobre mis enemigos me han metido una bala en la espalda”.
El miércoles 25 de agosto de 1954, la nación pegada a las radios siguió atentamente los tributos de la población carioca y luego de la gaúcha al presidente muerto. Una verdadera multitud – que el actual presidente Jair Bolsonaro envidaría en comparación a la que concurrió a su convocatoria para celebrar el 199 aniversario de la declaración de su Independencia el 7 de este mes- esperó, pacientemente, en las largas filas para entrar al Palacio del Catete donde se instaló la capilla ardiente para despedir a Getulio Vargas. Sucedieron escenas conmovedoras. Ante el cuerpo, los llantos aumentaron y en algunos casos llegaron al desenfreno. Con crisis nerviosas y desmayos, atendidas por el servicio médico de emergencia instalado en los jardines del palacio, donde se depositaron cientos y cientos de coronas de flores. A las 8 de la mañana finalizó la visitación y se cerraron las puertas para dar inicio a la procesión fúnebre del pueblo entero hacia el aeropuerto Santos-Dumont, donde el féretro se embarcaría hacia Rio Grande do Sul, las tierras natales del presidente. Mucha gente se subió a los árboles para ver mejor el paso del féretro y todos se dieron cuenta de los alcances del último homenaje a Getúlio Vargas. Fue un verdadero mar de gente, en la mayor manifestación popular que Río de Janeiro haya visto en su historia. Según cálculos de la prensa, pasaron por el velorio alrededor de 67.000 personas, entre ellos el gobernador de Minas Gerais, Juscelino Kubitschek, quien salió de Belo Horizonte especialmente para presentar sus últimos respetos al presidente Vargas.
El presidente muerto por voluntad propia. El suicidio -que a primera vista pudo ser visto como un acto irresponsable hacia el colectivo- sostuvo sus propias reglas: tristeza insondable, razón de patriotismo y honor. Pero, también una forma ‘aristocrática’ de morir. Si según Montaigne, “La muerte más voluntaria es la más bella. La vida depende de la voluntad de otros; la muerte, de la nuestra”, el suicidio es también cifra del romanticismo: aristócrata y popular al mismo tiempo la burguesía en su fase revolucionaria fue romántica. Y exaltó potenciándola la ‘teatralidad’ de la figura pública. El velatorio de Vargas fue teatral, en un escenario con sucesivos telones cuyo protagonista fue el muerto y fue el pueblo en cortejo que despidió al presidente del pueblo.
No dejan de ser teatrales, los escenarios recientes convocados por el histriónico Bolsonaro, el ex paracaidista militar, que ejerce el más alto cargo de poder en el país desde el 1 de enero de 2019 y lo entiende como asunción de lo absoluto, la libertad sui generis y el placer como exaltación de lo físico. Como en el teatro romántico, un personaje que bordea peligrosamente los abiertos senderos de una locura especuladora. Desde el palco o tribuna, abajo la multitud por él convocada, para defender la “libertad de expresión” (consigna muy romántica) en una lista de demandas, muchas vinculadas a la reciente detención de activistas ultraconservadores acusados de difundir noticias falsas y amenazas contra las instituciones democráticas.
Bolsonaro -que según las encuestas cuenta con el nivel más bajo de aceptación en gran parte por su gestión de la pandemia que dejó 580.000 personas muertas en el país. en contraposición al progresivo crecimiento del ex presidente Lula da Silva- figura entre las personas que son investigadas por la Corte Suprema en un proceso referido a “ataques a la democracia” a través de las redes sociales, que llevó a la cárcel a varios de sus seguidores. Los detenidos están acusados de orquestar actos antidemocráticos e intentar minar la confianza de la sociedad en las instituciones del país. Los grupos más radicales instaron a “invadir” las sedes del Parlamento y la Corte Suprema o incluso sugirieron el asesinato de jueces y políticos opositores. Esos grupos también exigen una “intervención militar” que clausure el Congreso y la Corte Suprema con Bolsonaro en el poder. El Parlamento, la Justicia, los grupos empresariales, la banca y diversos organismos sociales denunciaron estas peticiones como un claro intento de golpe y aclararon que no aceptarán una ruptura democrática.
Vargas, hacedor del “Estado Novo”, inauguró un régimen cuasi-corporativista que sería considerado de ribetes autoritarios por sus adversarios, quienes no tardaron en calificarlo como “fascistoide”. Sin embargo, durante la Segunda Guerra Mundial, Vargas alineó Brasil con los EEUU y las potencias aliadas e incluso envió tropas para unirse en los esfuerzos contra el Eje en Italia. Su vuelta al poder en 1951 coincidió con la segunda presidencia de Juan Domingo Perón en la Argentina. Las consecuencias del suicido de Vargas además de las vertientes del conflicto con la Iglesia y las relaciones diplomáticas con Washington están presentes en el destino del segundo gobierno peronista, “No nos volteamos, nos caímos” atribuye esta frase a Perón en su libro La caída el historiador y ensayista Pablo Gerchunoff.
Vargas antes de matarse, no pronunció discurso alguno. Sí, dijo decisivas palabras: “Solo muerto saldré del Palacio”. Y obró en consecuencia después de escribir una carta de despedida y a la vez testamento político “Luché contra las privaciones en el Brasil. Luché con el pecho abierto. El odio, las infamias, la calumnia no abatirán mi ánimo. Les daré mi vida. Ahora les ofrezco mi muerte. Nada de temor. Serenamente doy el primer paso al camino de la eternidad y salir de la vida para entrar en la historia”.
Frente a miles de manifestantes que lo esperaban en la ciudad de Brasilia, Bolsonaro, profirió un polémico discurso amenazando directamente al Tribunal Supremo de Justicia de su país. Las palabras del mandatario rayaron en lo antidemocrático cuando refirió a una posible intervención en el Poder Judicial si lo consideraba necesario. Bolsonaro señaló que “no podemos aceptar más prisiones políticas en nuestro Brasil. O el jefe de ese poder encuadra a los suyos o ese poder puede sufrir aquello que nosotros no queremos”, afirmó ante sus seguidores, sin especificar exactamente las supuestas represalias.
Sugerentemente, Bolsonaro repitió más de una vez los conceptos del testamento de Getulio Vargas, pero no como única alternativa, no se trata de un suicidio de honor. “Sólo Dios puede sacarme de allí. Solo saldré preso, muerto o con la victoria. Y le digo a los canallas que nunca estaré preso”.
No fue esta la única celebración en el país, como hace 26 años también se llevó a cabo el Grito de los Excluidos en 17 capitales y en otras 47 ciudades por todo el país . La oposición retomará pronto la dinámica de movilizaciones nacionales que repudiaron la gestión de Bolsonaro quien deberá enfrenta un año electoral en medio de la grave crisis social, económica e institucional de Brasil.
SS
0