Adorni, la lengua filosa del mileísmo que desafía al PRO en su bastión

“Estamos escribiendo la última página del kirchnerismo nefasto”. La frase, lanzada con énfasis por Manuel Adorni desde un pequeño escenario en el barrio de Núñez, no buscaba sutilezas. Eran las 17.30 del viernes y el vocero presidencial —ahora también candidato a legislador porteño— hablaba ante una decena de cámaras, militantes con banderas violetas y una nena subida a los hombros de su padre que agitaba una motosierra de juguete.
Javier Milei, al lado de Adorni, aprovechó la ocasión para lanzar munición gruesa contra el PRO. Ambos posaron, se abrazaron y agradecieron. “Los espero el 18 en cada lugar que haya que poner el voto para la libertad. ¡El domingo 18 arrasamos!”, cerró su breve arenga el portavoz. Frente al nuevo local de La Libertad Avanza, ubicado en la cuadra del 1400 de Lidoro Quinteros, la liturgia libertaria se desplegaba como una postal cuidadosamente compuesta: bombos, humo, remeras con la cara del Presidente y el mantra de campaña impreso en cada sonrisa.

La escena lo sintetiza: Adorni es, ante todo, una extensión comunicacional de Milei. Su figura se consolidó como la interfaz más visible entre el Presidente y la sociedad, en un gobierno que se piensa a sí mismo como mensaje. Si Milei fue un producto mediático antes que político, Adorni es el rostro que traduce ese código a la cotidianeidad institucional. A lo largo de un año y medio, el vocero convirtió su habitual conferencia de prensa matutina en un set de microbatallas culturales, donde las preguntas son libres pero las respuestas, funcionales al algoritmo. La información es táctica; el lenguaje, una trinchera.
Licenciado en economía por la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de La Plata, Adorni tiene 45 años y no proviene del riñón libertario puro. Su primer vínculo político fue con Ricardo López Murphy, con quien compartió espacios hasta hace pocos años. Pero fue en redes sociales donde se convirtió en un activo estratégico para el mileísmo: frases filosas, consignas polarizantes, defensa cerrada del Presidente y una narrativa de “gente de bien contra el resto” que le valió, en 2023, el premio Martín Fierro Digital al “mejor twittero”. En su discurso, ese día, lo dejó claro: “Yo sí quiero a los corruptos y a los chorros de un lado, y a la gente de bien del otro”.

Con su tono altanero, Adorni se ganó la confianza de Karina Milei —jefa del operativo político del Gobierno— y se convirtió en la cara del mensaje oficial. No fue solo una designación como vocero: fue una apuesta estructural. Adorni no solo comunica al Presidente; lo representa. Esa lógica se profundizó en enero pasado, tras la salida de Eduardo Serenellini como secretario de Prensa. Adorni absorbió su estructura, sumó más poder y consolidó su lugar en la mesa chica libertaria.
Hoy tiene bajo su órbita más de 200 empleados de planta en la Secretaría de Comunicación y Medios, más otros 60 que trabajan en la “usina” de contenido dirigida por su segundo, Javier Lanari. Monitoreo de medios, clipping, edición de discursos, estrategia en redes: todo pasa por su equipo. La comunicación, como la política, se gestiona en modo vertical. Por eso sus roces silenciosos con Santiago Caputo, el asesor presidencial todoterreno que evita la exposición y con quien Adorni mantiene una relación distante, aunque se hayan mostrado juntos durante el debate porteño de hace dos semanas.

En ese contrapunto, Karina Milei intervino en enero con un gesto silencioso pero nítido: ordenó a Casa Militar colocar custodia permanente en la puerta del despacho de Caputo, lo que fue leído como un intento de “controlar” el contacto del consultor con los acreditados. “Karina es la que ordena, y Adorni está adentro”, resumió por entonces un funcionario libertario con llegada al primer piso de Casa Rosada.
Un candidato con atril
La candidatura de Adorni en la Ciudad condensa esa lógica. No fue producto de una interna ni resultado de un armado territorial. Fue una decisión directa del poder. “Es él”, dijeron en Casa Rosada. No hubo anuncios, solo una secuencia de gestos. En un spot, Milei lo bendijo como “su voz en la Ciudad” y “heredero del modelo libertario”. La política libertaria no busca épica de masas: apuesta al mensaje puro, sin intermediarios, por eso dejar ir a Adorni de la Vocería enfrentaría al Gobierno con el dilema de la “manta corta”. “Nosotros queremos que Manuel siga siendo vocero, incluso desde la Legislatura, sin necesidad de su cargo formal”, dijeron a elDiarioAR desde el entorno presidencial. La continuidad simbólica es más importante que el organigrama.
Patricia Bullrich —ya incorporada oficialmente a La Libertad Avanza— tamibén acompañó recientemente a Adorni en una caminata por Recoleta junto a Juan Pablo Arenaza, ex PRO y actual legislador libertario. Fue otra actividad deliberadamente austera: sin globos, sin micrófono, sin gritos. Solo contacto directo, selfies y la frase que Adorni repite en cada aparición: “Nada fingido”. Su entorno lo define como “un comunicador nato” que evita los grandes actos porque no quiere parecerse a la política tradicional.

En territorio porteño, la disputa con el PRO es de fondo. Silvia Lospennato —primera candidata amarilla a la Legislatura— acusa a los libertarios de haber hecho caer el proyecto de Ficha Limpia, su principal bandera, a cambio de favores políticos. Por su parte, Mauricio Macri responsabiliza a Karina por romper cualquier intento de acuerdo en CABA y en otras provincias. Ella lo considera parte del pasado. Él, una amenaza a neutralizar.
En las encuestas, Leandro Santoro lidera por poco. Adorni intenta captar el voto antikirchnerista sin quedar atrapado entre el PRO y el PJ. En las últimas semanas bajó el tono contra Macri y endureció sus críticas al peronismo porteño. Sin embargo, en el mileísmo reconocen una debilidad: “Increíblemente, hay una parte del electorado que no lo compatibiliza con Javier”, admiten cerca suyo.
Por eso, la participación de Milei en el último trampo de la campaña se volvió clave: no solo es respaldo, es identificación simbólica. En el comando de campaña reconocen que la asociación entre Adorni y Milei todavía no está del todo soldada, sobre todo en un segmento del electorado más grande y menos politizado. Esa es la razón detrás de la última serie de afiches y spots con la consigna “Adorni es Milei”, una bajada simple pero urgente para cerrar esa brecha perceptiva. La paradoja no pasa desapercibida en el propio Gobierno: el vocero más visible del país todavía necesita que lo señalen como tal.

El cierre de campaña será en Plaza Holanda, el mismo lugar donde Milei hizo su primer acto político en 2021. Un regreso simbólico con un único orador: el Presidente. “Un mini mini Parque Lezama”, ironizan cerca de Karina. La puesta busca nacionalizar la elección porteña, reforzar la figura de Adorni y blindar a la secretaria general del fuego cruzado del PRO, que acusa al oficialismo de dinamitar los puentes entre fuerzas de derecha. Ella no aparece en los spots ni en los afiches, pero maneja la lapicera. “Está en todo, aunque no se vea”, reconocen incluso sus adversarios.
Adorni no tiene agrupación, ni militancia propia, ni territorio. Pero tiene algo más valioso en el esquema libertario: el micrófono, la confianza de Karina y el oído del Presidente. En un gobierno donde el poder no se delega, sino que se representa, Adorni no solo comunica. Adorni encarna. Su candidatura ilustra una paradoja del oficialismo: mientras más se recuesta en los pocos funcionarios que conectan con la audiencia, más evidente se vuelve la fragilidad del andamiaje institucional. Al ponerlo en la boleta, Milei fortalece su mensaje. Pero también expone lo limitado de su elenco.
PL/DTC
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