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Alberto y Cristina, en un encuentro de 3 horas a solas para definir la hoja de ruta del año electoral

El Presidente y la vice, en el acto de La Plata el 21 de diciembre pasado.

Diego Genoud

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Después de participar del acto en el Estadio Único de La Plata, Cristina Fernández de Kirchner viajó al Sur para pasar las fiestas con su familia y sus nietos. Estará de regreso para presidir la sesión del Senado en la que se discutirá el proyecto de aborto legal, el martes 29 de diciembre. El viernes pasado, la vicepresidenta dio su primer discurso en mucho tiempo como parte de un acto de unidad en que se pudieron ver, en vivo y en directo, las costuras y tensiones que constituyen el tejido del Frente de Todos. CFK no sólo marcó diferencias, cuando pidió que se buscaran “otro laburo” los funcionarios y legisladores que le tuvieran “miedo” al lawfare o cuando desoyó el mandato de ajuste del Fondo, con un pedido para alinear salarios y jubilaciones con precios y tarifas. Además recompuso, a su manera, parte del vínculo dañado con Alberto Fernández sin renunciar a plantear sus discrepancias y en público. Si antes lo hacía a través de cartas, ahora lo hace al lado del Presidente. Es el resultado de un acercamiento difícil que rompió dos meses en los que Cristina dejó a Alberto solo en por lo menos tres actos en los que se la esperaba: la distinción a Adolfo Pérez Esquivel, en Casa Rosada; el acto del Día de la Lealtad, en la CGT; y el homenaje a Néstor Kirchner, en el CCK.

Poco después de la aparición conjunta en La Plata, Alberto y Cristina se fueron por separado con rumbo desconocido, cada uno en un helicóptero. Sin embargo, en el oficialismo aseguran que ese mismo día hicieron un balance común de la situación política que se extendió durante tres horas. Así se lo dijeron a el DiarioAR dos dirigentes de trato habitual con CFK que, hasta hace muy poco, transmitían su malestar por la falta de eficacia del andamiaje oficial y hoy, cuando se los consulta, le bajan los decibeles a la discusión intestina del Gobierno. De acuerdo a la información que brindan en el ala cristinista, la charla sirvió para descomprimir tensiones y fue un primer paso de cara a un relanzamiento del Gobierno del que no se conocen mayores precisiones. Consultados para esta nota, dos funcionarios que viven pegados a Alberto no negaron el mano a mano, pero dijeron no estar al tanto de la información. 

Ya el viernes pasado, el encuentro a solas entre ellos era algo que entre los ministros de Fernández se consideraba inminente. El deshielo había comenzado hace 10 días, cuando después de la carta de CFK contra la Corte por el lawfare, los miembros de la fórmula que en 2019 le ganó a Mauricio Macri se reunieron en el Espacio Memoria Esma para celebrar el día de los derechos humanos. Era parte de una gestualidad que no ocultaba la distancia, pero los propios colaboradores de Fernández entendieron como un primer paso para lograr un acercamiento que se venía demorando desde hace casi dos meses. 

La polarización sólo precisa nuevos hechos para sumar a una lectura previa, inalterable. Sin embargo, tras 60 días sin contacto de ningún tipo, el Presidente y su vice acaban de mostrarse juntos dos veces en una semana, en un intento de reparar un funcionamiento más que defectuoso entre los dos líderes de la coalición. Que participen de un acto no quiere decir que se hayan evaporado las diferencias, pero tal vez sí que lo que se abrió fue una mesa de negociación para tramitarlas de otro modo.  

Fue la propia CFK quien volvió a hacer pública, desde el escenario, la tensión entre las distintas alas de la coalición panperonista. Pero lo hizo al mismo tiempo que reconoció la importancia de una confluencia que funciona como fórmula para retener el poder y evitar una nueva derrota ante el frente antiperonista. Interpretado como un ultimátum por la oposición, el mensaje de la vicepresidenta volvió a dejar evidenciado tanto el valor que le otorga a la unidad de las distintas facciones del peronismo como su disconformidad en muchos aspectos con un diseño que se le escapa de las manos y no cumple con los criterios que ella quisiera.

El Frente de Todos es una familia ensamblada que avanza en medio de la urgencia, en un día a día cargado de dificultades. Y todo queda a la vista. Lo que ayer sirvió para ganar una elección hoy queda a prueba y se revela muchas veces ineficaz para gobernar, en el marco de un organigrama loteado entre dirigentes de trayectorias distintas, a veces contrapuestas.  

Cristina viene de ser la jefa de un experimento que la tuvo sobre el final como eje único e indiscutido, una experiencia de gobierno que logró por momentos una fortaleza envidiable, pero terminó mal, con menos adhesiones y menos fuerzas de las que necesitaba para conservar el poder. Tuvo y tiene un mensaje público para sus seguidores y colaboradores: los lidera desde el uso de una palabra que cuenta con un voltaje incomparable. Está acostumbrada a conducir. 

Alberto fue el brazo extendido de esa construcción que había abandonado y se sumó a la tarea de construir una mayoría pancristinista sin saber qué lugar le iba a tocar. Armó un gabinete en el que predominan los hombres y mujeres que él eligió, algunos de los cuales hace rato no lo conforman ni siquiera a él. Está acostumbrado a negociar en nombre de otros. Con un funcionamiento que hoy delega casi por completo en Santiago Cafiero, su mensaje hacia ministros y funcionarios llega a cuentagotas en privado y, en público, muchas veces está ausente. Ese vacío en el discurso del Presidente, lo acaba de llenar a su modo la expresidenta. Síntoma de esa falta de liderazgo, no es fácil que Cristina enamore a los que ya hace tiempo se alejaron de su orilla, aunque tal vez anime a Fernández a conducir a esa zona del peronismo no kirchnerista. 

Prioridad

La vicepresidenta no oculta su prioridad. Quiere liberarse de las causas judiciales que se acumulan en su contra y siente que el tiempo no la favorece: no puede esperar más para desmontar lo que considera un esquema persecutorio en su contra y actúa como si estuviera condicionada al máximo por los tribunales federales. Pero sabe, también, que sólo es capaz de revertir ese equilibrio desfavorable si consigue rearmar parte del gabinete, después de redefinir los términos del acuerdo con Fernández; el reparto de roles y de acciones. 

En el resto de los temas, las miradas encontradas también existen —las tarifas, el Fondo, las jubilaciones—, pero en el oficialismo repiten que no se trata de visiones irreconciliables. Se discute la dosis en que el peronismo puede digerir el ajuste que reclaman los enviados de Kristalina Georgieva. 

Por lo demás, Cristina no sólo respalda la misión que viajó a Rusia con el objetivo de traer 300 mil dosis de la vacuna Sputnik V antes de Navidad. Además, colaboradores de su confianza están al tanto de los avances en Moscú y la mantienen informada de lo que sucede en Europa con el rebrote de Covid-19. Ella también apuesta a vacunar a 10 millones de personas en los próximos meses y favorecer el rebote de la economía, de cara al año electoral, el verdadero parteaguas para la alianza de gobierno.

DG

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