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La CGT se busca a sí misma

La CGT marchó hacia el Congreso

Alejandro Seselovsky

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Ustedes son muy chicos, pero hubo un tiempo en que una marcha de la Cegeté estremecía el suelo de la Nación. Era la musculatura de su historia. Era la puesta en acto de su peronismo espinal. Era la fuerza tribal de los bombos dándole vena a la sangre de la mística y era, especialmente era, esa captura del sujeto político hecho cuerpo en la calle, haciendo tronar el reclamo, lo que hacía de la marcha cegetista, sismo. Ahora son las 16:23 de este miércoles 15 y acá, en la esquina de Rivadavia y Callao, la movilización que fue juntando sus columnas hacia el mediodía y cuyo horario oficial de alzada eran las 15, ya va levantando sus pertrechos, apenas una horita y algo después. Es como ver salir de la quimio al grandote de tu clase. Primero te cuesta reconocerlo. Después te acercás y le preguntás qué le pasó. Y como no te responde te quedás mirándolo, mirándola, a la gran central obrera argentina, a la última fuerza descamisada, pensando que: o le sobra pasado o le falta presente.

Los canales de noticias, siempre un poco atolondrados en la ansiedad bruta del último minuto, se preguntaron toda la tarde: ¿por qué marchan? En realidad no era una pregunta, era una afrenta. Ningún graph nace inocente. Los conductores de la pantalla informativa suelen ser criaturas más preocupadas por satisfacer a sus audiencias que por construir una subjetividad crítica, y sienten que abrir fuego contra el sujeto de derecho sindical está respaldado por el humor social. Si el humor social les pidiera injuriar a sus madres encontrarían la forma elegante, bien peinada, de hacerlo también.

En cualquier caso ¿por qué marchan? era una pregunta con un puñado de respuestas más o menos a la mano, ahí disponibles en la primera superficie. Marchamos contra los formadores de precios, dijo la cúpula de la organización. Puede ser. Si la Verdad está hecha de círculos concéntricos, esta razón material habita el círculo primero, el más alejado del núcleo. Marchamos para respaldar al Gobierno, y que Alberto Fernández haga lo que tenga que hacer. Sí, es una derivada de la respuesta anterior, pero se acerca un poco más al núcleo toda vez que nombra al Gobierno, y nombrándolo lo ingresa al problema.

“Poné lo que tenés que poner”, dice Pablo Moyano, dueño de un apellido que es la reserva simbólica del capital sindical argentino, subido a un camión repartidor de bebidas, en un palco que no es un palco, y se lo dice con la manito haciendo así a un tal Alberto, un tal “compañero Alberto”. El apellido del presidente de la Nación no es necesario porque el enunciado del joven Moyano es de fuga cero y sus palabras buscan el hueso del sentido. “Sentá a estos tipos”, le ordena. Omar Plaini, secretario General de Canillitas, está junto él, y “estos tipos” son los bancos, los especuladores, Mercado Libre. La gravitación del imperativo, sentalos, es bellísima en su desnudez: lo que quiere decir es casi igual a lo que termina diciendo, como si Moyano hijo hubiera conseguido suprimir la brecha entre el sentido y su representación. No tiene tiempo para el corte pituco de las palabras, Pablo. Quién pudiera.

¿Por qué marchan? Por paritarias libres. Por un bono para los trabajadores. No, por el bono no porque es distorsivo de las paritarias libres. A favor del compañero Massa pero en contra del ajuste tarifario. Marchamos por la recomposición salarial. Por la unidad de los trabajadores y al que no le gusta sejode, sejode. Finalmente, el lema oficial que unificó la convocatoria fue “primero la patria”, que es como decir: poné algo lindo, algo de lo que nadie pueda estar en contra.

Camino entre las columnas que avanzan por Avenida de Mayo hacia el Congreso. Hay espacios abiertos, metros cúbicos disponibles que nadie disputa. La asistencia parece correcta: está el camión tuneado del SUTHER, está la UOCRA, UPCN, la UOM, Sanidad, Camioneros. Está Emilio Pérsico al frente de la columna del Movimiento Evita y la UTEP, la central obrera de los trabajadores de la economía popular. La publicación de los números es imprecisa: leí que esperaban 500 mil personas. Leo que hay la mitad. Igual, en el cuerpo se siente no la ausencia -porque los que tienen que estar, están- sino la falta de una totalidad abrumadora: lo que no hay acá es masa crítica ni fiebre alta. Ustedes son muy chicos, pero hubo un tiempo en que una marcha de la Cegeté estremecía el suelo de la Nación.

¿Por qué marchan? La Cegeté marcha porque hay un mundo nuevo hecho de más trabajo y menos empleo, y para representarlo, primero debe comprenderlo. Marcha porque le crecieron los informales por abajo, el capital especulativo por arriba, y está desencontrada de la época, de la era. Marcha porque “CGT” es una marca argentina, una marca-nación, y esa marca pide calle para seguir siendo. Es en la calle donde nació, las dos veces que lo hizo: en 1930, con los anarcosocialista; y en 1945, con Juan Perón. La Cegeté marcha porque se le mueve fuerte el espejo del presente y el futuro es una amenaza. En el núcleo que fondea la Verdad de la respuesta, en el último sustrato de la certidumbre, yo encuentro este abordaje: la Cegeté marcha a ver si se reencuentra un poco consigo misma.

Cinco días antes…

Son las doce del mediodía del viernes 12 de agosto. La convocatoria está en la última etapa de su preparación, con versiones en borrador de lo que será el documento final. Llego puntual al edificio de la calle Azopardo. En la puerta, un cartonero y su carro refundan la fachada de la CGT. Una vez adentro, el bronce histórico de José Rucci, en el exacto centro del alto de la escalera, recibe al que la sube. A la derecha, una recepción breve donde la gente se anuncia.

-Buen día, me espera Omar Plaini.

Todo está como intocado. El peso caoba de los muebles, el ascensor de puertas guillotina en hierro beige, la habitación del primer piso de donde fue robado el cuerpo de Eva Perón junto al Santo Patrono de yeso que hoy cuida la entrada. Y el salón inmensurable de la biblioteca: la mesa que se extiende en el centro tiene quince sillas por lado. QUINCE. Tras los vidrios, en los anaqueles, una biografía de Kim Il Sung, una de Pedro el Grande y el Carlos Marx de Francisco Olgiati, entre cientos de volúmenes, ninguno editado en este siglo. El edificio entero exhala la voluntad de un museo mientras le sigue dando administración y presente a la Confederación General del Trabajo. 

Plaini es un sujeto afable, dispuesto a la charla. No se ataja con el resorte de la respuesta prehecha, se toma su rato y la piensa. Familia de kioskeros, con la parada eterna frente al Hospital Gandulfo, del lado Oeste de Lomas, frente a la estación. En ese mismo hospital nacieron él y su hermano. Él, hace 70 años.

-¿Qué le pasó a la CGT, Omar?

-Primero, arranco de lo internacional a lo nacional, porque la política grande, las tendencias, están en lo internacional. 

-Okay.

-Bien. Hay un fracaso estruendoso de este capitalismo que estamos viviendo, que es un capitalismo financiero y especulativo, no productivo, no industrial, y que está en la fase más salvaje de su etapa histórica, cosa que ha sido desnudada por la pandemia. Se derrumba el muro de Berlín y no hay nada después. Hoy es el Estado o el Mercado. El tema es ¿Quién hegemoniza? El conflicto Rusia Ucrania es la puesta en voz alta de esa disputa.

-Omar, voy al punto: hace 30 años que escribo notas y vos hace 50 que sos canillita. Tus kioskos siempre vendieron lo que yo escribí, y yo siempre fui un periodista con salario, hasta que dejé de serlo. Esta entrevista la facturo, ¿sabés? Entonces, trabajo tengo, lo que no tengo, lo que perdimos, es empleo: aguinaldo, vacaciones, antigüedad, promoción.

-¿Y vos creés que los kioskos no se derrumbaron también? Estamos vendiendo muñequitos para sobrevivir.

-Bueno, pero a vos canillita y a mí periodista, la CGT nos iba a defender. Entonces, voy de vuelta: ¿Qué pasó, Omar? Porque vos también sos mesa directiva de la CGT.

-Pasó que dejamos de ser un factor de poder para pasar a ser un factor de presión, que no es lo mismo.

-A ver…

-Durante el capitalismo productivo, la central obrera podía decidir políticas estratégicas en defensa de los trabajadores. Teníamos ese poder. Con Reagan y Tatcher en los 80, y con Menem en la Argentina de los 90, ese capitalismo giró hacia la concentración de capital y la especulación financiera, lo que nos transformó inmediatamente en un factor de presión. También fuimos castigados en el frente interno.

-¿Y eso?

-El año 83 produce un quiebre. Se acusa al movimiento sindical, en ese año, de ser los mariscales de la derrota. Después fuimos los piantavotos. Después, los gordos, los impresentables. Y más acá en el tiempo, un gobernador peronista dijo que éramos la rama seca del movimiento.

-De la Sota.

-Entonces, son muchos golpes.

-¿Qué futuro hay?

-Hay un sector mayoritario que cree que el peronismo es el instrumento, es la herramienta, por lo tanto la CGT cumple el rol de la defensa de los derechos profesionales. Otros queremos ir más allá.

-¿Qué significa ir más allá?

-Lo que sucedio con Lula en Brasil, con Lech Walesa en Polonia y con Evo Morales en Bolivia. Que un hombre o  una mujer salidos de la entraña del movimiento sindical pueda conducir los destinos de la Nación, y ocupar la presidencia.

-Soñemos más chiquito ¿Qué le va a pasar al kiosko argentino, por ejemplo?

-Se tiene que reformular en unidades multiservicio, vender agua, cargar SUBE, entregar mercaderías de compra online, y seguir siendo un punto de encuentro del vecino. Eso es importantísimo.

-Difícil que los periodistas vendamos agua o carguemos SUBE.

-Bueno, por eso hay que marchar. Por eso hay que seguir peleando.

Cinco días después…

De vuelta en la marcha. Plaini ahora está ahí arriba, junto al Moyano que habla duro, directo, casi prescindiendo del lenguaje. A los puestos de religioso chori peronista le han crecido en las cercanías carritos de salchipapa. Debe ser la integración latinoamericanista, así que celebremos. Un caballete en 9 de Julio y Avenida de Mayo vende sándwiches de milanesa a 700 pesos cada uno. Setecientos pesos es el uno y medio por ciento del salario mínimo, vital y móvil en la Argentina. Le repregunto el precio y la mujer, que me cala la expresión, me explica que es son mila de nalga, por eso. Aaahh, de nalga. Ahora, sí. Ahora, sí.

AS/MG

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