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Los límites del ajuste

Con circo y un entorno adulador, el Presidente busca ocultar los problemas que acechan a su gobierno

Javier Milei en el acto en el que lo convierten de manera honorífica en "Caballero Granadero en grado de Gran Oficial", el 4 de mayo de 2025.

Fernando Rosso

11 de mayo de 2025 00:02 h

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Las seis horas en las que Javier Milei se habló encima frente a un grupo de aduladores en un canal de streaming tuvieron un solo objetivo: si no hay pan, que haya circo. El libertarianismo en el poder se presenta como una novedad política sin precedentes, sin embargo, cuando se encuentra abrumado por contradicciones agudas recurre a la misma receta que muchos gobiernos aplicaron antes frente a dificultades similares. Detrás del aquelarre colmado de insultos, delirios cósmicos, groserías varias, amenazas múltiples, diatribas temerarias y mucho ruido blanco, el Presidente quiso ocultar los graves problemas que acechan a su gobierno una vez pasada la efímera coyuntura de festejos desmedidos por el salvataje del Fondo Monetario Internacional.

Pese al descomunal rescate del organismo y el fuerte respaldo político del gobierno de Estados Unidos, los indicadores de la economía no mejoran: el riesgo país no baja al nivel de lo que necesita Luis Caputo y el dólar fluctúa, pero se mantiene a una considerable distancia del piso de la banda hacia dónde quería inducirlo el Gobierno. El Indec informó esta semana que tanto la producción industrial como la construcción cayeron en términos intermensuales (marzo con relación a febrero), 4,5% y 4,1% respectivamente. La tan promocionada recuperación, como tantas otras promesas del oficialismo, no se estaría produciendo. 

La contención de la inflación (siempre relativa), el principal activo político de Milei, cada vez le cuesta más al Gobierno no sólo en términos económicos, sino también conceptuales: en el afán de evitar la suba de precios recurre a intervenciones “estatistas” que dinamitan todas y cada una de las sagradas escrituras del credo libertariano: amenazó al “campo” con la vuelta de las retenciones si no liquidaban la cosecha y a la industria automotriz con “usar todas las herramientas” necesarias para evitar que aumentaran los precios. En una especie de “morenismo tardío” (en homenaje al inefable Guillermo Moreno), el ministro de Economía, puja con las cámaras que agrupan a supermercadistas para que no apliquen las remarcaciones en las góndolas. El dólar artificialmente barato es otra ancla que se sostiene gracias a la intervención del Estado que se super endeudó para mantener el esquema. Al parecer, la inflación no es siempre y en todo lugar un fenómeno exclusivamente monetario.  

Dentro de este menú de acentuada intervención estatal hay un cepo que para el Gobierno es fundamental y que ya le está trayendo fuertes dolores de cabeza: el cepo a los salarios.

Caso testigo

Tanto Milei como Caputo están convencidos de que los salarios son inflacionarios. Como buenos liberales con 40 grados de fiebre, para ellos la “puja distributiva” (que impacta sobre la inflación) se reduce a la siempre excesiva demanda salarial de los trabajadores y las trabajadoras.

El jefe de Gabinete, Guillermo Francos, admitió que es necesario poner un techo a las paritarias. En declaraciones periodísticas, Francos aseguró que “si uno permite que el salario se vaya más allá de lo que se ha establecido como pauta o como tope, obviamente los precios aumentan y los que reclaman hoy por aumento del salario vuelven a pedirlo más adelante porque otra vez suben los precios”.

La huelga de los choferes de colectivos (Unión Tranviarios Automotor – UTA) dejó en evidencia la dramática situación de los asalariados en términos de licuación de los ingresos. Milei tuvo el dudoso mérito de lograr que Roberto Fernández (Secretario General de la UTA) efectivice una medida de fuerza que había anunciado. Fernández se caracteriza por amenazar con paros que siempre levanta en el último minuto. La huelga, que afectó al área metropolitana de Buenos Aires y se extendió a varias ciudades del país, se construyó tanto desde arriba como desde abajo. Desde arriba por las ridículas propuestas de los empresarios en relación a las aspiraciones de los trabajadores y desde abajo por la presión de las bases y algunos cuerpos de delegados ante la insoportable situación que condujo a muchos choferes a tener que salir a trabajar para alguna aplicación cuando se bajan del colectivo porque los salarios no alcanzan.

El paro de la UTA no fue un rayo en el cielo sereno. Caputo quiere que los aumentos salariales no superen el 1% mensual. Por esa razón pretende que se revise a la baja —a riesgo de no ser homologado— el acuerdo firmado recientemente entre la Federación Argentina de Empleados de Comercio y Servicios (FAECYS) y las cámaras empresarias por un 5,4% en tres tramos (1,9% en abril, 1,8% en mayo y 1,7% en junio). De hecho, por esta situación los empresarios no están incorporando el aumento en las liquidaciones de salarios de estos días. En un hecho inédito, el viernes pasado, la Secretaría de Trabajo publicó un comunicado con una amenaza implícita: o reformulan la paritaria de comercio o no será homologada porque presuntamente puede afectar el “orden público y el interés general”. No hay registro de una intimidación de estas características en tiempos recientes, quizá haya que remontarse a los años de Juan Carlos Onganía o similares.

El sindicato de comercio encuadra a 1.200.000 trabajadores y trabajadoras que representan alrededor de un 20% del total de puestos de trabajo de todo el sector privado formal. Por la prepotencia de su número es un caso testigo. Los metalúrgicos y los químicos están en situaciones similares y en algunas provincias (como Córdoba) se multiplican los conflictos sindicales por reclamos salariales. 

El ajuste vía licuación de los salarios ha llegado a un límite imposible y, sin embargo, en el año electoral, Milei sólo tiene para ofrecer más ajuste después del ajuste. El paro de la UTA no será la última medida en una pulseada que determinará en gran parte el futuro del precario esquema económico y las bases de sustentación política de Milei.

Ficha sucia

Si los obstáculos que encierra la economía son considerables, los que el Gobierno debe enfrentar en el terreno político no son para nada menores. La caída de la ley de “ficha limpia” en el Senado parece que al final del camino terminará perjudicando a Milei porque se vieron demasiado rápido los hilos que movió a último momento para no darle un triunfo al PRO en la guerra abierta por el liderazgo de la derecha. Como es sabido, Silvia Lospennato, cabeza de lista por el PRO para las elecciones legislativas de la ciudad de Buenos Aires, era la abanderada de la “ficha limpia”.

Los hilos que movió Milei para que se frustrara el proyecto fueron los del jefe político de Misiones, Carlos Rovira. A través suyo logró que Carlos Arce y Sonia Decut, diputados que le responden, a último momento votaran en contra y fulminaran la iniciativa. En Misiones formalmente gobierna Hugo Passalacqua, pero el poder es de Rovira, quien admitió sus íntimos que el cambio del voto de los diputados que le responden fue un pedido directo que le hizo Milei.

Las relaciones del Gobierno nacional con la administración de Misiones son muy aceitadas. En lo que va del año, la provincia lidera la recepción de fondos discrecionales con una cifra de $13.000 millones, casi un 27% del total del dinero distribuido en todo el país, según un informe elaborado por la consultora Politikon Chaco sobre el reparto de Aportes del Tesoro Nacional (ATN). Unos 20 minutos después de la votación, el Gobierno ya tenía publicado el comunicado en el que acusaba al kirchnerismo y a la “casta” por el fracaso de “ficha limpia”, pero no mencionaba a los dos senadores misioneros que habían cambiado su voto. El antiguo método de la rosca con devolución de favores parece que dio resultados. Lo viejo funciona, Juan.

Sin embargo, cuando la sábana es tan corta, el triunfo puede transformarse en su contrario. Si bien es cierto que le arrancaron la cena a Lospennato justo cuando estaba a punto de desayunársela, también le dieron un argumento para los últimos días de campaña en la disputada elección porteña que tendrá lugar el próximo 18 de mayo. 

Con todo este ruido de fondo en la economía y la política, el Gobierno afronta las elecciones provinciales adelantadas este domingo en Jujuy, Salta, Chacho y San Luis. En el medio recibió la noticia de la elección del nuevo papa que reemplazará a Francisco.

Un León para el ojo bobo

Cuando hubo fumata blanca en el segundo día del cónclave cardenalicio y se eligió al nuevo Papa, todos los medios y vaticanistas del mundo coincidieron en que se trataba de un sucesor que expresaba una continuidad con Francisco. Robert Prevost, el norteamericano que también tiene nacionalidad peruana eligió el nombre de León XIV para rescatar la tradición de León XIII, aquel llamado “papa obrero”, autor de la encíclica Rerum novarum (De las cosas nuevas) y padre de la doctrina social de la iglesia. También hubo otro consenso: no es precisamente un papa cercano al principal aliado de Milei, Donald Trump, sino todo lo contrario. Hasta Steve Bannon afirmó que “por desgracia es de los más progresistas”

El único que no visibilizó los contornos del nuevo jefe de la Iglesia Católica fue el ojo de Javier Milei que vinculó la designación a su propia existencia e hizo un posteo autorreferencial porque Prevost había elegido “León” como nombre. No hay remate. Parece que acá también funciona aquel viejo refrán milenario: “Dios ciega al que quiere perder”.

FR/DTC

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