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cronica

La chica de la foto, el “suspenso Bullrich”, el chaleco antibalas, y la lista de invitados: lo que no se vio del cierre de Milei

Javier Milei cierra su campaña en Córdoba.

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Milagros Maggiora tiene 28 años y una discapacidad severa que la obliga a moverse en silla de ruedas. Le gustaría cambiarla por otra, por otra mejor, pero no tiene plata. Cordobesa, masoterapeuta de profesión, Milagros enumera una seguidilla de enfermedades que arranca en meningocele y termina en vejiga neurogénica: cuando llegue al final se le apagará la voz. Alguien la vio sola entre la multitud, agitando una pancarta que en letras amarillas dice “Javier Milei Presidente”. Acaso un bombero o un policía -no sabe porque no llegó a verlo, dice Milagros- se habrá conmovido porque la colocó, a ella y a su silla, en una esquina del vallado donde se apiña gente que vino a ver el cierre de campaña de La Libertad Avanza. Para ella es un privilegio estar ahí. Pronto se arrepentirá de esa posición que parece VIP, pero no lo es.

Sabemos, nos han dicho, que el candidato viene en caravana en un recorrido que no fue diseñado de antemano. Sabemos (esto no hizo falta informarlo) que viste su buzo negro y azul, y que encima lleva su chaqueta de cuero negro. Esto no lo sabíamos: debajo de esa ropa de siempre, Milei se ajustó un chaleco antibalas. Pregunto si no es mucho. “¿Por qué te parece raro? Si a Bolsonaro quisieron matarlo…”, dirá un referente libertario. Milagros, la mujer en silla de ruedas, oye la conversación desde abajo. Quiere asegurarse una foto con el candidato a presidente o con su compañera de fórmula. Alguien que podría ser de seguridad toma la silla de los manubrios y la corre, como si la estacionara en un lugar donde no molestase. Nadie le pregunta si quiere.

Milagros vive de la pensión por discapacidad. “60 mil pesos, no me alcanza para nada. Vivo con mi mamá, que es jubilada. Entre las dos sostenemos la casa. Yo quiero una silla de ruedas mejor que ésta”, dice. Milagros es una miniatura en una silla de juguete. Se queja. La rodean las vallas y todo esto: una motosierra de cartón, tres drones que zumban como mosquitos, un camarógrafo que hace equilibrio en las alturas, un emergentólogo que le toca el hombro y le avisa que esa ubicación no es segura. La retira sin preguntar y Milagros queda lejos de todo. El escenario sigue vacío. Suena una playlist en repeat. La Renga, Intoxicados, Vilma Palma, Turf, Catupecu Machu.

El rumor es que Patricia Bullrich compartirá escenario con Milei. Es la forma que Mauricio Macri eligió para estar sin aparecer. Hacemos conjeturas: que Bullrich sale en piso con Joni Viale así que no debe ser, que tiene un acto en Buenos Aires así que tampoco, que cómo llegaría a horario si no fuera lanzada en paracaídas. ¿Y si no es ella y es el Gringo Schiaretti? Los de la campaña se ríen, juegan al misterio. Mientras, los simpatizantes libertarios esperan desde las tres de la tarde y son casi las ocho. Apretados contra la valla, piden por el líder que todavía no aparece. Extraño a Alberto Benegas Lynch Hijo.

Ahora hay corridas. Cuatro hombres sacan de entre el público a una señora que se desmayó. Perdió una chancleta y las lentes le cuelgan de la punta de la nariz. Fernando Cerimedo, asesor de Milei, rescata el par huérfano y corre detrás de los rescatistas. Atrás de Cerimedo irá Oscar Zago, diputado electo, con la cartera de la señora. Zago viste una camiseta imitación de la Selección Nacional que en vez de las tres estrellas tiene una estampa que dice “Milei 2023”. Más tarde dirá que “las mandamos a hacer para el Mundial del año pasado”. Un vidente. Cerimedo y Zago tendrán un encontronazo, una pecheada entre varones con este remate: “Chupame la pija”. Pero para eso falta. Por lo pronto, vuelven a correr a Milagros. Para los Bomberos es un “atentado a la seguridad del acto”, es decir, “un estorbo”.

Alguien confirma que será Bullrich la “oradora sorpresa”. Fue un “esfuerzo” para la ex candidata de Juntos por el Cambio, el último tirón del apoyo a LLA. Entonces cae la noche, tibia y seca, sobre Córdoba Capital. Suben el volumen, vuelan los drones, se encienden los reflectores. Hola a todos yo soy el león: Panic Show es el preludio del acto central. En el escenario están Martín Menem, diputado electo por La Rioja; Celeste Ponce, diputada electa por Córdoba; Ramiro Marra, legislador porteño; Agustín Laje, intelectual mileísta; Victoria Villarruel, candidata a vice; Carolina Píparo, diputada bonaerense; Romina Diez, rosarina, referente de LLA; y Diana Mondino, que desfila la camiseta de Talleres. La lista de los invitados autorizados a subir la armó Milei. El criterio fue mostrar diversidad geográfica, como si ahí hubiese un mapa de la Argentina. Hubo quien se enojó por no haber sido elegido.

Milagros está feliz. Levanta su pancarta, busca que la vean. Pero delante suyo se ha parado el jefe del Operativo, un hombre que se ocupó de afirmar y reafirmar que ahí, en su avenida Hipólito Irigoyen, había 100 mil personas. Si no es ficticia, la cifra es exagerada. Digamos que hay 16 mil almas libertarias, dos cuadras de gente un poco dispersa. Las tomas de drone pueden ser engañosas. Milagros quedó entonces detrás del mega policía y no ve nada. Ya ha conseguido una foto con Píparo. Alguien de su equipo le avisó y ahí fue la ex candidata a la gobernación bonaerense a agacharse para saludarla. Milagros se frustra. Había conseguido una ubicación en primera fila. 

Milei todavía no llega. Panic Show sonó como cinco veces y a Villarruel y al resto el tiempo se les muere. Ya agitaron al público, ya se dieron vuelta para tomarse las selfies con-la-gente-atrás. Ya entonaron los bises y los trices (N. de la R.: desconozco si esa palabra existe), y volvieron a cabecear. Así que ahora chequean sus celulares, se mueven apenas, están como nosotros y como Milagros: esperando, scrolleando el feed. Hasta que tiembla la valla, se arma un pasillo humano y penetra Karina. El hermano aparece detrás, subido en andas, como un bebé grande. En simultáneo, al pie y al frente del escenario, se enfila la custodia del libertario. Están los obvios -grandotes con cara de malo hasta cuando no hace falta- y los otros -traje al cuerpo, zapato lustrado, de vestir-. 

Y del embrollo brota otro enjambre, el de los Seguridad que le hicieron upa a Milei. Sudados, brillosos, se felicitan por la misión cumplida. Apretón de manos y choque de hombros, la distancia prudencial de quien ejerce el poder de la presencia. Jamás un besito. Uno de estos patovicas necesita hacer espacio, no vaya a ser cosa que alguien quiera acercarse de más al candidato. Su víctima es Milagros, otra vez le alzan la silla sin preguntar. Bullrich se trepa al escenario, sonreirá detrás del hombre que la llamó “montonera asesina”. Juan Nápoli, ex candidato a senador, se para justo delante de Milagros, que ya no ve nada. No cayó del todo bien la presencia de Nápoli, denunciado hace unas semanas por violencia machista. Aquel cartel que azuzaba en el cielo ahora es una cartulina apoyada en una de las ruedas.

Hablará Patricia. Hablará Milei: cuando se esperaba que honrara el cuarteto o al Fernet, recordó a su perro, el padre de los clones: “Conan es cordobés”. Dos mujeres lloran como si Evita viviera. Rezan el padre nuestro libertario, levantan el puño para responder con un “¡viva!” a la consigna que se hizo carne: viva-la-libertad-carajo. Juan Schiaretti sonríe una cuadra atrás. Es que no han levantado todavía la gigantografía de campaña que cuelga de un edificio. Último cierre de campaña, el tercero. Se viene el balotaje

Lo que sigue sucede en el “back”. A la señora desmayada le volvió el color a la cara y pide fotos. Zago, ex PRO y ahora diputado electo por LLA, no entró en la lista de invitados a subir al escenario. Tampoco logró una foto con Bullrich. Un malentendido lo deja afuera de la foto y lejos de la ex candidata de Juntos. Todo mal: pechea a Cerimedo, el asesor que rescató la chancleta de la desmayada. Interviene Marra, interviene un patovica. E interviene Iñaki, el chico de 22 años que le maneja el TikTok a Milei. Amaga la piña, todo acting. Un papelón. Los varones pueden ser muy ridículos cuando se trompean, habría que avisarles por mail. Y entre todo eso, aparece Milagros. Uno de seguridad empuja la silla. Ella agita los brazos, ahora los tiene libres. Va por su foto. Grita una palabra: “libertad”. 

VDM/DTC

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