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Escenas de campaña Escenas de campaña

El efecto Milei en la vida interna de un peronismo sin la jefatura de Cristina

Sergio Massa con Axel Kicillof, Wado De Pedro y Martín Insaurralde

Pablo Ibáñez

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“Si Sergio es el candidato, Sergio debe ser el que conduce”. Fue Alberto Rodríguez Saá, en la medianoche tucumana, quien lo dijo sin eufemismos y, en un ejercicio de arqueología peronista, recuperó el concepto que sobrevoló los primeros años de Cristina Kirchner como presidenta, producto de la omnipresencia de Néstor Kirchner, y reapareció, de manera tóxica, en el tramo inicial de la gestión de Alberto Fernández. “Basta de doble comando”, dijo el puntano que, en la semana, tuvo una larga charla con Sergio Massa.

Juan Manzur, el anfitrión, que jugó a medias en las PASO y probó su poder de convocatoria, reforzó la demanda de una conducción en torno a Massa. “Nos toca a nosotros. Este es el equipo”, dijo el tucumano impasible. Es una recurrente, y nunca concretada, fantasía de parte de la corporación de gobernadores peronistas -que históricamente se interpretó como una rebeldía contra Cristina Kirchner- que ahora tiene como insumo el planteo de Axel Kicillof sobre construir una nueva épica. 72 horas después, el ministro-candidato movió una ficha en ese tablero: “No miremos más para arriba, no hay nadie”, dijo a la conducción del PJ.

Kicillof rompió un dique porque, desde su condición de cristinista puro, validó una conversación que activó la propia Cristina con aquello del bastón del Mariscal durante un discurso en Avellaneda, a fines de diciembre del año pasado, pero que adquirió otra urgencia por el triunfo de Javier Milei y ante la posibilidad cierta, y para muchos irreversible, de que el libertario sea el próximo presidente. El sablazo de Milei detonó un proceso que estaba contenido y que, entre el pudor y el miedo, nadie se atrevía a proponer.

La victoria de Milei amplificó, y aceleró el Big Bang, nunca asimilado ni ejecutado por el PJ, del renunciamiento, con invitación a trasvasamiento generacional que proclamó Cristina. El libertario es, en cierto modo, un mal imprescindible: en la cuenta de beneficios indecibles para el peronismo, está que gracias a La Libertad Avanza (LLA), el peronismo tiene chances ciertas de retener la gobernación bonaerense y sus municipios en el conurbano, incluso con la posibilidad de sumar alguno.

Lo de Kicillof generó mucho ruido interno. La metáfora a tufillo a banda de rock cuyos hits ya no pegan puede traducirse, con realismo brutal, como que la década ganada ya no sirve para ganar elecciones, algo que pudo incluso verificarse con la derrota del 2015 y que solo por el mal gobierno de Mauricio Macri, volvió a servir en 2019. Máximo Kirchner, que reapareció en Tucumán, hizo trascender su incomodidad. El reproche que surge del corazón de La Cámpora es que Axel, tras cuatro años de ser gobernador, no mostró votación de conducir y/o encabezar un proceso colectivo. “Se encierra con cuatro amigos y decide”, le cuestionan y usan su metáfora de componer nuevas canciones. “Pareciera querer componer una propia, de él”, dicen para explicitar la rispidez del vínculo Kirchner-Kicillof. A simple vista, parece una disputa por la jefatura del post cristinismo, esta instancia que se anunció mil veces pero que ahora parece impulsar la propia Cristina.

La rabieta del diputado refleja, además, una tensión con el resto del sistema: en el comando de UP, y algunos intendentes, cuestionan que el camporismo desapareció de la campaña. En Tucumán, Máximo tuvo un perfil bajo. Silencioso, solo habló cuando le preguntaron qué opinaba Cristina. “Ella ve que se puede, que hay que meterle mucho esfuerzo y compromiso. Pero que está difícil y seguimos en los tercios”, lo tradujo un interlocutor.

Little Trump

Si el ciclo histórico deriva hacia “Little Trump”, como llaman en círculos de poder a Milei según contó Jorge Argüello, el peronismo puede encarar una temporada de despoder con más dominio territorial que en el cuatrienio 2015-2019. Kicillof, que rompió la cúpula de cristal y enojó con su osadía a Máximo Kirchner, es de los más enfáticos en advertir que con el libertario o con Patricia Bullrich en Casa Rosada, gobernar la provincia de Buenos Aires será “dramático”. Kicillof es el fetiche político de Milei, sobre quien descarga toda la furia que, estratégicamente, no toca a Cristina. El libertario es crítico de las políticas K pero evita personalizar en la vice.

“Javier jamás se metió ni se meterá con Cristina”, dicen a elDiarioAR cerca de Milei y enumeran dos razones. Una, novedosa, refiere a que el libertario no adhiere a las posiciones sobre que la vice fue la cabeza de un dispositivo corrupto, un elemento que figura en la Biblia electoral de JxC y, evidentemente, no tuvo rédito electoral. Otra, más obvia, porque Milei sabe que una parte de sus votantes fueron, antes, votantes de kirchnerismo lo que demuestra un registro táctico menos espasmódico que lo que se le suele atribuir. Uno de los comensales del asado peronista en Tucumán grafica esa conducta con una sentencia. “Es un loco o un genio: depende si le sale mal o le sale bien”.

Un muy interesante estudio de Ezequiel Ipar y Lucía Wegelin llamado “Diagnósticos de un presente en crisis y líneas de fuga” salió a rastrear la matriz de la que se nutría Milei. Fue por un pedido del ministro de Infraestructura, Gabriel Katopodis, que en sus recorridas empezó a advertir el impacto, sobre todo en jóvenes, del libertario. Entre muchos datos interesantes -que serán motivo de otras coberturas- uno rastrea el concepto de “Argentina añorada” y el resultado aporta, por caso, que para parte de los votantes de Milei remontarse a una buena época los lleva al primer kirchnerismo. Al mismo tiempo, el kirchnerismo aparece invocado como responsable de la crisis.

En el comando de UP, en paralelo a la irrupción de una nueva conducción en la que Cristina no tenga la centralidad, se discute si la vice estará o no en la campaña. “Cristina puede interpelar, desde lo emocional, a votantes de Milei”, apunta un compañólogo. Juan Courel, desde afuera del esquema UP, hace un dictamen parecido y arriesga que si la vice no entra en la campaña, el oficialismo “no llega a los 30 puntos”. El consultor afirma que “Massa todavía no fidelizó la totalidad de votos de Grabois”, que su intención de voto está por debajo de la imagen positiva de Cristina y que “ella es la única que tiene una palabra lo suficientemente pesada” para afirmar que “con Massa las cosas van a mejorar”.

En el peronismo se asume, ya con naturalidad, que el ministro no es un candidato que genera pasiones y que lo que tiene para dar es desde la racionalidad. “No es Menem ni es lo que, después de ganar, logró ser Néstor”, explica un dirigente. Ante eso, Cristina podría ir a disputar esa emocionalidad que expresa, entre el enojo y la esperanza, Milei. Desde adentro del PJ asoma una advertencia: “Si Cristina aparecer para atacar a Milei, lo hace ganar con 50 puntos”, teoriza, dramático, un operador. ¿Estará, o no, en este tramo de la campaña? “Ella va a aparecer cuándo y dónde tenga que aparecer”, suma confusión una figura de vínculo diario con la vice. Durante dos semanas circuló la versión de que lo haría en el Método Rebord.

Dolarizable

En la última semana, el economista retomó el discurso de la dolarización luego de un lapso de devaneos y vocerías surgidas desde la propia LLA que relativizaban la posibilidad de avanzar con esa medida. En el Latam Economic Forum precisó, incluso, que se haría al valor de mercado y pidió, incluso, el dato del momento sobre el precio del dólar CCL. A su lado dicen que la única obsesión del libertario es la dolarización, que la propuesta jamás estuvo en duda y aportan que un estudio de abogados -“muy importante y que no quiere ser mencionado”, dicen- trabaja en el diseño de una ingeniería jurídica para instrumentar la dolarización. En el equipo de Milei invocan la ley 12.155, que creó el BCRA, y le permite a la entidad “establecer una política monetaria que incluya la circulación de una moneda extranjera como obligatoria”.

“No conocen a Javier los que creen que abandona las ideas propias”, afirma una figura del dispositivo libertario que cuenta que el equipo de abogados trabaja sobre el escenario de un conflicto judicial en torno a la dolarización, alerta que se filtró desde Tribunales, puntualmente desde la Corte Suprema. El otro componente es legislativo: Milei confía que Mauricio Macri será su aliado y el PRO, con JxC implosionado, se convertirá en el soporte de LLA, en un escenario inédito de dispersión que puede mostrar un mapa con Kicillof en la provincia, Jorge Macri en CABA y cuatro gobernadores de la UCR en caso que Maximiliano Pullaro gane este domingo en Santa Fe.

En el búnker de UP mastican encuestas que ponen a Milei en 35 puntos, a Massa en 31 y a Patricia Bullrich cerca de los 20 puntos. Hay un sondeo menos optimista, que invoca datos -con proyección de indecisos- de ARESCO, la consultora de los Aurelio, que ubica a Milei cerca de los 38 y al oficialismo rozando el 31%. Un estudio preliminar de #Opina Argentina detecta a LLA con 34, UP con 29 y JxC con 25.

Hay un fenómeno que aparece como interrogante monumental hacia el 22-O: la economía. Un tránsito sin más estridencias hasta la general puede hacer que UP se consolide por arriba de los 30 puntos y algún tropiezo de Milei, sumado a que Bullrich deje de errar a diario, deje a LLA más cerca de los 35 que de los 40 y la película hacia el balotaje siga abierta. Según ARESCO, la protohistoria del votante al libertario es interesante: 35% viene de JxC, 27% de UP y 38% de otros orígenes. Esa foto es el reflejo de la enorme sangría de votos que padecieron entre 2019 y 2023, los partidos tradicionales, eso que Milei llama “la casta”.

Entre la presidencial que ganó la fórmula Fernández-Fernández y la PASO del 13 de agosto, el bloque de partidos clásicos -FdT, JxC, peronismo Federal, izquierdas varias- perdió el 45% de sus votantes -12,1 millones de votos- que migraron a Milei (7,2 millones), a ausentes (4,7 millones) y blancos-nulos (785 mil). Sobre ese campo minado opera la campaña hacia la general donde aparecen nuevos jugadores. Uno, que mostró sus piezas la última semana, es la Iglesia Católica. En las próximas semanas, empezará a instalarse con más fuerza la idea de que el papa Francisco se prepara para viajar a la Argentina en el 2024. Esa noticia, que circula en voz baja hace tiempo, podría servir como plataforma sobre la que se refleje la agresividad que tuvo Javier Milei con el pontífice. Francisco advierte hace tiempo sobre ese riesgo y, de hecho, cuando eligió a Jorge García Cuerva como nuevo jefe de la Iglesia Argentina lo hizo, entre otras razones, por ser un obispo joven que tiene veinte años por delante, tiempo que lo excederá posiblemente a él mismo.

PI/DTC

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