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Elecciones 2023
El impacto de Cristina en la interna del PRO y un mapa electoral como en 2003

Cristina Kirchner en El Calafate

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Sin equidistancia -ni éxito-, Mauricio Macri arbitró para contener la herida expuesta que Cristina Kirchner generó en el PRO. Hasta acá, el expresidente usó en beneficio propio el espadeo constante entre Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich; el viejo truco de dividir y reinar. Pero el episodio Recoleta escaló demasiado, se le fue de las manos e instaló por primera vez un escenario indeseado: el de la ruptura y/o la atomización del dispositivo macrista.

El almuerzo del PRO, este martes en Puerto Madero, se convirtió en una larga sesión de diván grupal sobre cómo convivir con la vice. Macri, que gobierna el ecosistema del PRO, no logró ordenar una crisis interna que mostró, por primera vez, a Rodríguez Larreta fuera de sí y a Bullrich, en general estratégicamente silvestre, decidida a no ceder ni un centímetro de el pulseo con el jefe de Gobierno. “Patricia fue egoísta con lo que hizo. ¿Se olvidó que cuando pasó lo de Maldonado nosotros la bancamos?”, se quejaron en el primer anillo de Larreta.

De fondo, la discusión tiene que ver con la dinámica íntima del PRO para resolver la candidatura presidencial del 2023, la butaca que se disputan Larreta y Bullrich, y donde incide Macri. No está definido un formato y, luego de cada pelea pública como la de este fin de semana, el intríngulis para hacerlo se vuelve más complejo. Por momentos, aparece en escena la hipótesis de un escenario similar al del 2003, una disputa electoral con cuatro o cinco candidatos/espacios sobre el ring. Así llegó Néstor Kirchner a presidente. Si hay alguna chance de continuidad del peronismo en el poder más allá del 2023, una es la dispersión del JxC.

Esa postal, todavía prematura, asoma en el radar. No solo se nutre de la irrupción de Javier Milei, cuya proyección electoral alcanzó picos de 20% y aunque se aplacó sigue en el orden de 15%. Sobrevuela, además, el fantasma de que la UCR decida desmarcarse del macrismo y se aventure a competir por las suyas. Juan Schiaretti, gobernador de Córdoba, teoriza que Macri se radicalizará, buscará una alianza con los libetrtarios, JxC se romperá y el radicalismo buscará un acuerdo con el PJ no K. Facundo Manes fantasea con una fórmula donde el cordobés sea su vice.

Bullrich repite, como un mantra, que a los 66 años, la elección del año próximo es la última chance política que tiene para ser presidenta. “¿Qué me puede ofrecer Horacio?”, repite. La pregunta subyacente podría ser qué puede ofrecerle Macri que mientras tanto se entretiene haciendo picardías. Una de sus últimas travesuras fue enviar a Darío Nieto, su ex secretario privado, el de las causas por espionaje, a colaborar con María Eugenia Vidal. “Estoy trabajando para la candidatura presidencial de Vidal”, dice Nieto. No se conoce la reacción de Vidal que, por otro lado, escucha recomendaciones de Marcos Peña que, según se cuenta, desistió de asesorar a Larreta, demasiado radial para su gusto.

Se atribuye el enojo de Vidal con Larreta a la promesa incumplida de incorporar al gabinete porteño a Gustavo Ferrari como ministro de Justicia. No fue una decisión del todo autónoma del jefe de gobierno porteño. Del planeta judicial, bajó la “opinión” de que no tenía sentido dividirle el ministerio a Marcelo D'alessandro. Ferrari jugó fuerte en una interna de cortesanos y perdió. Al saberla molesta, Macri corrió al auxilio de la exgobernadora. Vidal, que hace un año aceptó volver a CABA y competir, ahora está ausente en las proyecciones sobre la sucesión porteña que escucha de Larreta, quien prioriza a Jorge Macri y a Martín Lousteau, otro que está incómodo: le habían prometido una PASO limpia y, dicen a su lado, ve que eso es de cumplimiento improbable si su rival es el primo Jorge.

Por aquí y por allá anda, Elisa Carrió con su lanzallamas selectivo.

Centralidad

Los ruidos cambiemitas vienen desde hace tiempo pero pasaron algunas cosas. Primero, apareció Sergio Massa, detrás de quien se alineó el FdT para tratar de surfear la crisis post-Guzmán. El tigrense desplegó un libreto centrista que, con otra estética pero los mismos argumentos, podría pronunciar Larreta. Lo asume, como un electrón suelto, Juan Grabois, que fue al choque contra las vallas en Recoleta, luego se abrazó con la vice pero este martes les dijo a sus diputados que no vayan a la reunión con Cristina porque se enfrentan a horas determinantes para decidir si abandonan el bloque del FdT. “El fin de semana se cumple un mes desde que le pedimos a Massa medidas para los más pobres: anunció medidas para jubilados, monotributistas, productores rurales, cerealeras, menos para los pobres”, cuentan cerca de Grabois.

Con Massa en la cancha, se desató la tempestad lilita. Tiempista para pegar, Carrió castigó a dirigentes del esquema Macri y a socios de Larreta. La derivación fue bastante obvia: la desafió Bullrich y el paso siguiente de la jefa vitalicia de la Coalición Cívica (CC) fue acusar a la exministra de Seguridad de haberla espiado con personal de la Federal. Cada chirlo público vuelve más difícil la confluencia pacífica en una PASO de JxC y, si eso ocurriese, proyecta una convivencia incendiaria en un hipotético gobierno compartido.

El segundo acto tuvo como protagonista -¿indeseada?- a Cristina. El alegato del fiscal Diego Luciani generó agitación, todo el peronismo se movió en defensa de la vice y los incidentes en Recoleta, el fin de semana, terminaron de instalar a Cristina como un factor determinante en la interna opositora. Así como JxC está en un período de tensión creciente y visible, el FdT atraviesa una etapa de calma interna, frágil pero calma al fin.

Si había alguna duda, en la última semana se confirmó la hiper centralidad que la vice tiene en el oficialismo. Tuvo dos cosechas adicionales: logró que en torno al PJ se junten todos los partidos que integran el FdT, una foto de esa institucionalidad que nunca se concretó, y atravesó las fronteras para lograr adhesiones, unas más potentes que otras, de dirigentes extranjeros. Este martes, hubo cumbre en la sede partidaria de Matheu y el sábado, en Merlo, la vice hablará en el cierre de un acto del PJ bonaerense que preside su hijo Máximo.

Con los cruces entre Larreta y Bullrich por el manejo del expediente Recoleta, el aguijón de la vice impacta en el corazón de la disputa del PRO. Puede haber un poco de espasmo pero hay, seguro, una dosis de estrategia: el sábado, Cristina aceptó un canal de diálogo con el larretismo que gestionó Aníbal Fernández y del que participaron “Wado” De Pedro y Juan Martín Mena, y este martes, enfocó todas sus críticas sobre Bullrich. La vice elige contrincantes rotativos, confronta y habilita la negociación.

Cristina se convirtió en un territorio donde disputan Larreta y Bullrich. En torno a la vice orbita toda la galaxia política criolla, el peronismo, la familia judicial y ahora la oposición que mide su nivel de pureza según cómo se vincula, o confronta, con el dispositivo K. La disputa está en el centro de la escena y, por alguna magia que Massa se autoatribuye, la estridencia política y judicial, todavía no afecta los indicadores del mercado. Resulta un dato novedoso: la política siempre repercute sobre la economía y, por ahora, eso no ocurrió.

PI

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