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Máximo Kirchner, “el pibe de la Play” que juntó a 60 mil militantes en el Día de la Memoria

Máximo Kirchner.

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Bajo un cielo de plomo, como de acero, Máximo Kirchner levanta los brazos, los agita, canta: “Ya de bebé/ en mi casa había una foto de Perón en la cocina/ ahora de grande/ unidos y organizados junto a Néstor y Cristina”. ¿Cómo será referirse en tercera persona a los propios padres? Hasta hace unos años, cuando aún no había desembarcado en la política, Máximo era señalado con desdén: “el pibe que juega a la Play”. Pero esta tarde, 46 años después del último golpe en la Argentina, Máximo Kirchner tiene 60 mil personas atrás: 60 mil personas que promedian los 30, 35 años, y que como él evocan los nombres de su mamá y su papá.

El mascarón de proa de la extensa columna en la que se movilizó ayer La Cámpora es un micro escolar que va lento. Han improvisado un estudio de televisión en el techo. Por allí pasaron de a uno diferentes referentes del ala joven del Justicialismo y del Frente de Todos. Máximo Kirchner fue el último en pronunciarse: “Como dice la carta de Corintios, en la Biblia, ‘sin amor no vale la pena’”, dijo. Detrás suyo, un mar blanco, la escenografía dinámica de las banderas. Máximo, 46 años, ahora diputado nacional, no sabe -no tiene cómo saber- que abajo, entre el enjambre de militantes, varios chicos llevan una remera con una frase que dijo él alguna vez: “Cuando la militancia se organiza, los milagros se construyen”. El remate de la estampa es la sigla MK. Habrá que habituarse y sumar a las siglas NK y CFK la del hijo, MK.

Después de dos años sin movilizar por la pandemia, La Cámpora mostró toda su potencia. Avisó: “Acá estamos, estos somos. Y somos muchos”. Todo ese despliegue de sangre joven se resignifica en medio de la interna entre el presidente Alberto Fernández y la vice, Cristina Fernández de Kirchner. Máximo Kirchner, uno de los fundadores de La Cámpora, renunció a la presidencia del bloque del Frente de Todos en Diputados por no convalidar el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional que llevó adelante el ministerio de Economía Martín Guzmán, avalado por el Presidente. Hoy marchó con una remera estampada con la botonera de un joystick de Playstation.

Pero antes hubo señales y por eso las 60 mil personas que se encolumnaron en La Cámpora es significativo. El 27 de octubre del año pasado, al cumplirse once años de la muerte de Néstor Kirchner, el presidente fue el único orador en el acto que se hizo en la cancha de Deportivo Morón. Cada vez que Fernández hablaba, La Cámpora cantaba encima. Unas semanas después, el 17 de noviembre, se celebró el Día del Militante Peronista en Plaza de Mayo: Máximo Kirchner y otros referentes de La Cámpora llegaron después de que que hablara el Presidente a la multitud que se había reunido. Para el Día de la Democracia, el 10 de diciembre, Máximo llamó a “reventar la Plaza de Mayo”. La Cámpora en cambio no estuvo estuvo presente en la apertura de sesiones legislativas este año.

Salieron de la Ex Esma a las 9 de la mañana y llegaron a Plaza de Mayo a las cinco y media de la tarde: doce kilómetros en total bajo la lluvia y contra el viento. El diputado Leopoldo Moreau hizo el recorrido en mocasines y nunca se quejó. Mayra Mendoza, intendenta de Quilmes y otra de las fundadoras de La Cámpora, posaba para los teléfonos de los militantes mientras organizaba la columna. Luana Volnovich, directora de Pami, marchó cerca de Máximo. Llevaba pintado en la mejilla un pañuelo blanco, símbolo de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Juan Cabandié, nieto recuperado, ministro de Medio Ambiente y otro de los fundadores de La Cámpora, caminó apartado de la columna principal: igual le pedían fotos. Por suerte ahora no hay incendios.

Párrafo aparte para Wado de Pedro, hijo de desaparecidos y otro de los fundadores de La Cámpora. El ministro del Interior fue el primero en presentar la renuncia al presidente el año pasado luego de las PASO, pero no se la aceptaron. Desde entonces levantó su perfil como funcionario público. Si es parte de la estrategia, funciona. Wado se subió a una moto como copiloto de un motociclista de la Agrupación Motokeros Lealtad y Coraje, los dedos en V, la cara hecha sonrisa. Cuando se dejó ver entre la militancia, se le tiraron encima como si fuera Miley Cyrus. Selfie, abrazo, ¡Wado, Wado! beso, acá, mirame. ¿Candidateable?

La de La Cámpora fue la comunión de siempre. Banderas que flamean, el repertorio clásico -“Abran paso, llegó la JP”, “los soldados de Perón”-, bombos y trompetas, las unidades básicas de cada barrio presentes, algún disfraz de pingüino. Pero aquella agrupación que para 2006 olía a espíritu post-adolescente, creció y construyó nombres propios. Y ahora pelea su propio territorio.

VDM/CC

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