La pelea por los indecisos: Milei y la oposición juegan a todo o nada en la previa de la sesión por los vetos a la emergencia pediátrica y el financiamiento universitario

Será la primera prueba de fuego de Javier Milei desde que perdió las elecciones bonaerenses. Este miércoles, a partir de las 13, la Cámara de Diputados sesionará para voltear los vetos a la ley de emergencia pediátrica y de financiamiento universitario. Afuera, en las calles, organizaciones sociales, estudiantiles y sindicales movilizarán junto a las columnas del peronismo, el radicalismo y la izquierda en una tercera edición de la marcha federal universitaria con un solo objetivo: ejercer presión social para torcer la voluntad de los diputados indecisos que el presidente logró convencer a base de ATN y alianzas electorales.
El malestar comenzó a escurrir por la Cámara de Diputados con el correr de la tarde. “No están los votos, no están asegurados”, empezaron a repetir las espadas de la oposición a cargo del poroteo, preocupados ante la falta de respuesta de algunos aliados del Gobierno que habían comprometido su apoyo. Lo que parecía ser una partida sencilla, ya que ambas leyes habían conseguido los dos tercios en el recinto cuando se aprobaron en agosto, había comenzado a empantanarse.

¿El motivo? Los $12.500 millones que el Gobierno había distribuido, durante el fin de semana, entre cuatro provincias: Misiones, Santa Fe, Entre Ríos y Chaco. Las dos últimas provincias no habían movido el amperímetro: gobernadas por Rogelio Frigerio y Leandro Zdero, eran territorios en los que La Libertad Avanza había cerrado acuerdos electorales y, en la oposición, anticipaban desde un comienzo que ayudarían a blindar sus vetos.
Era el caso de los mendocinos radicales, Lisandro Nieri y Pamela Verasay, y los chaqueños, Marilú Quiroz y Gerardo Cipolini: todos se habían ausentado en agosto y especulaban, ahora, con ayudar a Milei a vetar la emergencia en el Hospital Garrahan y la actualización del presupuesto universitario.
El problema, sin embargo, era el caso de los cuatro diputados misioneros que responden a Carlos Rovira. Ausentes durante la votación de agosto, los diputados amagaban con votar en contra: un resultado que, con la elección finita de agosto -159 a favor y 67 en contra, en el caso Garrahan, y 158 a favor y 75 en contra, en el caso de las universidades- podía hacer tambalear el tablero en favor del Gobierno.

Tarde a la noche, sin embargo, empezó a circular entre los chats opositores un video: era Oscar Herrera Ahuad, presidente de la Cámara de Representantes de Misiones y primer candidato de Rovira en las elecciones nacionales, llamando a los diputados nacionales a “votar a favor de las universidades públicas”. El tablero había vuelto a cambiar. “Están ratificando su rechazo al veto”, se entusiasmaba una diputada peronista, que ya había ayudado a asegurarse que tanto Gustavo Sáenz (Salta) como Osvaldo Jaldo (Tucumán) acompañarían las leyes.
Solo quedaba Misiones, y el operativo presión había comenzado: las últimas 12 horas serían las más intensas.
Juega el Gobierno
Después de dos meses de recibir golpes en el Congreso, Milei aceptó que Luis Caputo le habilitara la billetera al ministro del Interior, Lisandro Catalán, para poder negociar. Un pedido de Catalán como condición para aceptar el cargo. Los ATN fueron la puerta de entrada para conseguir la atención de los gobernadores, pero el golpe final fue la presentación del Presupuesto 2026. Con su cadena nacional, Milei había conseguido lo más importante: una excusa para los aliados.
Milei prometió varias cosas en la presentación del Presupuesto: un aumento a las universidades nacionales -que los rectores denunciaron, inmediatamente después, que no alcanzaba para cubrir más de la mitad de los gastos de funcionamientos y recomposiciones salariales adeudadas-; un aumento para la Educación y las jubilaciones; y un aumento para el área de Discapacidad. Los gobernadores aliados salieron a celebrarlo, pero no solo ellos: hasta el PRO sacó un comunicado festejando “la madurez institucional” del presidente.

El Gobierno necesitaba convencer a los aliados de atar la negociación al Presupuesto 2026. Era un mensaje a los gobernadores, pero fundamentalmente a los radicales violetas y PRO díscolos, como Mariano Campero y Martín Arjol (UCR) o Germana Figueroa Casas y María Eugenia Vidal (PRO). Era, a su vez, un mensaje a los libertarios enojados con Martín Menem, como Oscar Zago, que se habían ausentado en la votación de agosto y mantenían suspenso respecto a su voto.
Milei pretendía ofrecerles, esta vez, lo que se había negado a darles cuando se debatió la emergencia en Discapacidad: la promesa de una contrapropuesta. Aunque fuera lejana. Y, para varios diputados que ya firmaron el pase a las fuerzas del cielo, esa promesa era suficiente.
Juega la oposición
Mientras que los alfiles políticos del Ejecutivo movían los hilos y presionaban, la oposición respondía con contraoperaciones. Llamaban a los diputados del MID y a los radicales violetas. Los peronistas presionaban a los gobernadores del Norte y los pichettistas intentaban negociar con Ignacio Torres (Chubut) y Frigerio. Intentaban convencerlos para que, al menos, habilitaran a que algunos de los diputados nacionales que les repondían, como Ana Clara Romero, pudieran manifestar su rechazo al veto absteniéndose.

Era un juego de pesos y contrapesos, y la oposición contaba con dos ventajas. La primera, el arranque favorecedor de la primera votación de agosto. La base de votos afirmativos superaba los 158 votos, por lo que la posibilidad de asegurarse los dos tercios del recinto no quedaba lejos. El escenario político y aritmético era muy distinto al del año pasado, cuando Milei logró blindar su primer veto al incremento del presupuesto universitario.
La segunda ventaja era el espaldarazo del bloque Coherencia, integrado por los ex libertarios que habían abandonado el bloque oficialista debido a su enemistad con Menem. Marcela Pagano, Carlos D’Alessandro, Lourdes Arrieta y Gerardo González habían prometido su apoyo. No solo a los diputados de la oposición, sino a los mismos profesionales de Salud del Garrahan, que también jugaban en esta partida.

Las listas de indecisos circulaban en los chats opositores. También sus cuentas personales de Twitter y de Instagram. La oposición tenía una sola herramienta, la presión social, y pensaba utilizarla. No solo ellos: también las familias del Garrahan y los rectores universitarios comenzaron a levantar el teléfono. Todos estaban a la pesca de los mismos votos.
MC
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