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GUERRA DE MEMES

El pueblo de Lali Depósito vs. el pueblo de Milei: el relato libertario y sus imágenes en redes sociales

Imágenes generadas por inteligencia artificial, una marca de la conversación política en redes sociales.

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Las imágenes generadas por inteligencia artificial se han vuelto una marca de la conversación política en redes sociales, especialmente por el lado de los partidarios de Javier Milei. Este público es, por lo general, dirigido por cuentas de mucha influencia que son o bien administradas por personas del mismo gobierno o bien por tuiteros estrella que se ganaron un lugar de liderazgo en su colectivo partidario. Desde esos lugares irrigan las celebraciones de las proezas del presidente, ya sea con imágenes de poderosos leones, ya sea con versiones glorificadas y superheróicas del mandatario.

Lali Espósito, su más reciente target de confrontación, fue también objeto de ese tratamiento. En estas imágenes se ve a la cantante ostentando dinero y belleza entre personas pobres y muertas de hambre. Es Lali Depósito: más que un apodo, el personaje memético que inventaron los libertarios y que Milei invocó en su entrevista del miércoles en La Nación+: una artista ruin, enriquecida por las transferencias del Estado (y especialmente de los estados provinciales) con las que paga sus costosos cachets para conciertos gratuitos con los que la clase política distrae al pueblo de la devastación que su administración corrupta e ideológicamente equivocada propina al país. Por eso en algunas de estas imágenes Lali se está yendo, porque una vez brindado el espectáculo y cobrado el dinero (consumado el robo, dirán), ya no tiene nada que hacer entre aquella gente, estéticamente disonante.

Por supuesto que nada de eso se corrobora en la realidad, esta es simplemente otra instalación del discurso libertario, que tiene como frame la confrontación constante, donde sus voceros (oficiales y no oficiales) pueden poner, según les convenga, a distintos actores de la política y la cultura. Hemos visto a muchos personajes saltar de un lado al otro: la ministra de seguridad Patricia Bullrich, por ejemplo, que “ponía bombas en los jardines de infantes” y en solo unas cuantas horas transmutó en un simpático patito abrazable, con la magia de esta misma retórica visual.

Hay, sin embargo, una transmutación más interesante, que pasa un poco inadvertida: la del pueblo argentino. Tantas imágenes de inteligencia artificial producidas nos aportan un valioso corpus de análisis para entender cómo concibe el colectivo libertario a las mayorías en nuestro país. Veamos a la gente en las postales del león. La multitud que se congrega para celebrarlo viste bien, lleva banderas argentinas y exhibe todos los rasgos de un pueblo soberano que ejerce una deliberada y bienintencionada participación cívica. Por eso son también representados como leones, los que Milei “vino a despertar” como decía en aquel discurso en Palermo, durante su campaña para diputado en 2021. El pueblo argentino de estas piezas es autor de su destino. Es libre.

¿Qué pasa con el pueblo de Lali Depósito? Todo lo contrario. Casi no tienen ropa, sus barrigas abultadas y costillas visibles (ni hablar del color de su piel) son las marcas de un cliché mass-mediático de miseria y pobreza. Parecen salidos de una foto del África subsahariana. Le sonríen a su ídola, la estiran los brazos, la buscan, quizás por devoción, quizás porque la persiguen por haberse llevado lo que es de ellos (“la tuya, contribuyente”). Las locaciones son asentamientos precarios, barrios pobres, diametralmente opuestos al escenario urbano de grandeza institucional que se proyecta en el Congreso y en los edificios del centro de la Ciudad de Buenos Aires, en las imágenes del león.

¿Quiénes son estos pobres? ¿Por qué el pueblo es uno y otro según las imágenes? La primera suposición, que es la más fácil de hacer, es que es una representación de clase: los del león son la clase media, los de Lali son los pobres. Recuerda al ultimátum de Milei durante la campaña, también expresado en un meme: “dignidad vs. cagar en un balde”, que era más que una distinción socioeconómica como pensaron algunos ofendidos por la forma en la que se representaba a las clases bajas, era una distinción moral. De ahí la segunda suposición, más adecuada: los dos pueblos son dos formas de concebir el apoyo popular, las preferencias del público, da igual si son políticas o culturales, para el reduccionismo de mercado que profesa la ideología libertaria todo es demanda.

La Libertad Avanza hace una construcción política de fandoms, que es la figura en la que se sintetiza lo colectivo para su cosmovisión (adecuada para ellos, pues un fandom es una subcultura hecha del consumo de cierta franquicia). El pueblo-fan de Milei es libre y soberano. El de Lali Depósito es desposeído, casi adicto. Por eso hay mucho más significado en el apodo malicioso a la cantante: no solo hay depósito de “la política” a la cantante, sino también a sus seguidores (lo que varía drásticamente es la cantidad).

La metonimia tiene el gran poder de que no se detiene, por transición siempre da para más. Lali Depósito se convierte en el pie para otras confrontaciones, el eslabón débil de una cadena de imposturas, como el colectivo libertario las entiende, y donde caen todos sus adversarios: kirchneristas, artistas y voces críticas, feminismo, etc. Por eso no cabe esperar del gobierno una retracción ni reconocimiento de la gravedad que tuvieron, para nuestra democracia, las declaraciones del presidente de esta semana. Por eso la única respuesta posible es un infantilismo: “ella empezó.”

Lali Depósito es un personaje del momento, un antagonista de tantos que construye el relato libertario. Tan llamativo como el apodo fue el momento de la entrevista en el que el presidente Milei consideró adecuada su mención: fue en relación al corte de transferencias discrecionales del gobierno nacional a las provincias, para educación. Su razonamiento fue que si las provincias, que son las encargadas de financiar la educación pública, pueden darse el lujo de hacer festivales gratuitos con artistas como “Lali Depósito”, no pueden exigir luego fondos para educación, que es algo más importante.

Con esa maniobra el Presidente corre el eje de la discusión entre la nación y las provincias (que viene arrastrando enconos del fallido round legislativo y reacomodos del ajuste sin ley), y se desmarca de este conflicto por medio de otro: construir una polaridad entre cultura y educación, entre artistas y ciudadanos. Apela a un sentido común sobre lo accesorio y lo esencial construido durante años de “denuncias” de festivales gratuitos y tensiones con el gremio docente por sus medidas de fuerza. Asociaciones impensadas, nuevas, hechas con la creatividad elusiva y la desesperación por tener razón típica de un troll de internet.

Así es como el gobierno y sus seguidores van poniendo y sacando en esas dos cajas en las que se resume, para ellos la Argentina: la casta empobrecedora y los argentinos de bien. Milei lo recordó en la entrevista, en relación a Daniel Scioli: tabula rasa para los que estén dispuestos a no obstaculizar. Similar tratamiento recibe Lali, después de su tweet dirigido a Javier Milei (una pieza de discurso público que muestra una altura y habilidad política como no abundan en estos tiempos), con el aleccionamiento, la reprimenda por cosas que dijo durante la campaña y la proclama de una victoria del gobierno (porque todo se adapta a la narrativa bipolar en la que ellos, los buenos, siempre ganan).

Avanzada de La Macrineta, otra cuenta oficialista, contra la cantante María Becerra, una de las muchas artistas que se solidarizó con Lali y se mostró crítica con las expresiones del presidente.

A través de las redes sociales el colectivo libertario va armando el relato sobre el cual se apoya un gobierno, por ahora, carente de resultados económicos y sociales que mostrar. Ya sea en relación al índice de inflación, las declaraciones de adversarios políticos o, en casos como el de Lali, la sola existencia de artistas populares que se expresan en disidencia con lo que el gobierno hace. El presidente se nutre de estos discursos tanto como les da de comer: se retroalimentan.

Este es el sistema comunicacional del gobierno, tan eficiente y tan esquivo a todas las categorías de manual. Y su estrategia –la cual lo llevó a Milei a la presidencia en un contexto de muchísima inestabilidad institucional– es la de arbitrar, más que las ideas, las morales públicas. Primero fue en la interna de Juntos por el Cambio, donde fue el diferenciador de “tibios” y “comunistas”. Ahora son todos los actores sociales posibles. Ya lo dijo Agustín Romo: “casta es lo que nosotros decimos que es”.

También Taylor

El hostigamiento contra Lali Espósito, una cantante popular que ha hecho pública su posición política, trajo para el periodismo local reminiscencias del caso de Taylor Swift, que durante la presidencia de Trump apoyó al partido demócrata y promovió que sus fans vayan a votar. Al igual que Milei, Trump es reconocido como uno de los referentes globales de la nueva derecha, que moviliza apoyos en redes sociales a través de su discurso populista, replicado por sus seguidores a través de memes de Internet y teorías conspirativas que arrojan dudas sobre la popularidad y apoyo reales de estas celebridades.

Con la inminente elección en Estados Unidos, en la que Trump espera reeditar su enfrentamiento de 2020 con Biden y esta vez ganarle, los medios norteamericanos especulan con un posible y eventual apoyo de Taylor Swift para la reelección del actual presidente. Una nueva teoría conspirativa sobre Taylor que tuvo fuerza este mes se refirió a la final del Super Bowl en la que jugarían los Kansas City Chiefs, donde juega Travis Kelce, novio de la cantante. Podcasteros e influencers trumpistas circularon la teoría de que la final del campeonato de Fútbol Americano estaría arreglada en favor de los Chiefs (que resultaron ganadores), para que en ese contexto de celebración la pop star se pronunciara oficialmente en favor de Biden, como si ella sola no pudiera generar masividad genuina.

Al igual que con Lali, el discurso ataca a la representatividad de la cantante, poniendo en tela de juicio su convocatoria, en ambos casos demostrada por parámetros que son puramente de mercado (gente que consume su música).

El ex presidente Trump, a través de su red social Truth Social (la cual creó luego de ser baneado de Twitter por incitar la toma del Capitolio en 2021), desestimó un apoyo de la cantante por el presidente Biden (a quien, al igual que Milei con Lali, le pone apodos como “Joe Dormilón” o en este caso “Joe Torcido”) alegando que ella debería apoyarlo a él por haber impulsado durante su mandato legislación que permite a los músicos mayores regalías de las plataformas de streaming. “No hay forma que ella pueda apoyar al Torcido Joe, el peor y más corrupto presidente de la historia de nuestro país, y ser desleal al hombre que le hizo ganar tanto dinero”, se descargó Trump. Palabra clave: “desleal”.

NC/DTC

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