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Radiografía social

Vota Buenos Aires, la provincia más rica, poblada y desigual, con barrios sin agua potable y countries con lagunas privadas

Cada vez son más las personas que trabajan como manteros en el conurbano bonaerense. No es una postal de época, sino una imagen que atraviesa el tiempo, las crisis y los gobiernos.

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La Provincia de Buenos Aires es, a la vez, motor económico y territorio de contrastes extremos. Allí conviven barrios privados con estándares de primer mundo junto a asentamientos sin cloacas ni agua potable. Es el distrito más poblado del país —con 17 millones de habitantes— y también el que mejor refleja las desigualdades nacionales. Los comicios en esta jurisdicción, por lo tanto, no solamente tienen la relevancia institucional de toda elección, como la de mañana, sino que funcionan como espejo de una nación que no logra convertir el potencial de sus recursos en una riqueza más distributiva, que corrija esas inequidades, que llegan a los extremos: fortunas descomunales y miseria endémica; un dolor social que pasa inadvertido.

En apenas 24 de los 135 partidos de la provincia, que son los que conforman el conurbano, vive una cuarta parte de los argentinos. Esos 24 partidos son menos del 1% del territorio nacional. Allí la pobreza alcanzó en el primer trimestre de 2025 al 34,5% de la población y la indigencia al 8,7%, según el Observatorio del Conurbano (UNGS). Son cifras mejores que los picos de 2024, pero todavía muy altas si se las mide frente a la capacidad productiva de la provincia.

Buenos Aires concentra cerca del 37% del producto bruto interno argentino y más de un tercio de la producción industrial del país. También es el corazón de la agroindustria y de buena parte de las exportaciones. Sin embargo, esa centralidad económica no se traduce en mejoras equivalentes para su población: la riqueza generada se concentra en pocos sectores y convive con bolsones de pobreza persistente, lo que expone la paradoja de una provincia que aporta mucho más de lo que devuelve en calidad de vida a sus habitantes.

Imagen de Google Maps de La Cava, en San Isidro. Una medianera divide uno de las villas más emblemáticas del país de las grandes mansiones del conurbano norte.

La dinámica demográfica también acentúa la fractura. En el conurbano se concentra la mayor parte de la migración interna: uno de cada cinco bonaerenses nació en otra provincia, y más del 80 % de esos migrantes eligió asentarse en el área metropolitana. Entre los censos de 2010 y 2022, el conurbano creció un 22,6 %, mientras muchas localidades del interior apenas mantuvieron su población o directamente comenzaron a envejecer. El resultado es un mapa desigual: cinturones metropolitanos que se expanden sin pausa y pueblos del interior que pierden densidad, servicios e incluso escuelas.

Las brechas también se evidencian en el acceso a servicios esenciales. En el AMBA, millones de personas dependen de un transporte público saturado y de hospitales que funcionan al límite de su capacidad, mientras que en el interior se multiplican las quejas por la falta de rutas seguras, conectividad y cobertura sanitaria adecuada. A la desigualdad económica se le suma así una desigualdad en la infraestructura que profundiza el sentimiento de abandono de un lado y de desborde del otro.

Dos provincias dentro de una

La brecha entre el conurbano y el interior bonaerense es tan grande que parecen dos provincias distintas. En el conurbano, la desocupación llegó al 9,7% en el primer trimestre de este año, por encima del promedio provincial de 9,3%. La informalidad laboral también es estructural: cuatro de cada diez asalariados trabajan sin aportes.

A la par, las condiciones de vida son frágiles. El conurbano concentra más del 80% de los barrios populares de la provincia y apenas 58% de las viviendas tiene conexión a cloacas, con diferencias extremas: del 8% en José C. Paz al 98% en Vicente López.

En el conurbano bonaerense conviven countries exclusivos, como Nordelta (la foto es de la entrada a esta urbanización) con villas que carecen de servicios básicos.

En el interior bonaerense, los indicadores sociales son menos dramáticos que en el conurbano, aunque también muestran fuertes contrastes. Mar del Plata cerró el segundo semestre de 2024 con un 28,9% de pobreza y un 3,3% de indigencia, de acuerdo con el Indec. Si se amplía la mirada a la pobreza multidimensional, un 23,5% de los hogares marplatenses enfrenta múltiples privaciones, mientras que más de la mitad registra al menos una carencia social.

Bahía Blanca, en cambio, exhibió en el primer semestre de 2024 —según el Indec— una pobreza del 44,4% y una indigencia del 13,9%, cifras que duplican el promedio nacional y evidencian que el interior tampoco es una isla homogénea.

La matriz agropecuaria es, sin embargo, el gran motor de la región: aporta cerca del 10% del producto provincial, aunque apenas genera el 4% del empleo, lo que refleja una alta productividad con baja capacidad de absorción laboral.

En noviembre último, vecinos de Ramos Mejía protestaron por el delito y pidieron justicia y seguridad en esa zona céntrica del oeste del conurbano bonaerense, donde una pareja de ladrones había asesinado entonces al kiosquero Roberto Sabo. La inseguridad es una de las principales preocupaciones en el conurbano.

A las desigualdades económicas se suma el problema de la inseguridad, que golpea con fuerza en el conurbano y también se hace sentir en el interior. En los partidos metropolitanos, los delitos violentos, el narcotráfico y los robos son parte del día a día y alimentan el miedo social. La inseguridad en el interior no es menos real: entre enero y noviembre de 2024, los delitos en zonas rurales aumentaron un 18,7 % respecto del mismo período de 2023, según datos de la Superintendencia de Seguridad Rural de la provincia. Se registraron casos de abigeato, robo de maquinaria, hurto y violaciones de domicilio, mientras que la escasez de presencia policial agrava el problema en rutas y caminos rurales.

Reparto de recursos

Según datos provinciales, los municipios del interior reciben más del doble de fondos per cápita que los del conurbano, pese a que este último concentra la mayor parte de la población y las demandas sociales más urgentes.

Esa distribución desigual se traduce en presupuestos ajustados para intendencias que deben administrar millones de habitantes, frente a comunas pequeñas del interior con más recursos por persona. El resultado es un círculo vicioso: el conurbano crece demográficamente sin infraestructura ni servicios a la altura, y el interior se siente relegado en la agenda política.

Las diferencias sociales se reflejan también en las urnas. El conurbano es históricamente bastión del peronismo, que allí consigue sus victorias más contundentes. El interior, en cambio, suele inclinarse por fuerzas opositoras —radicalismo, PRO o libertarios— con un electorado más cercano a la clase media y al sector agropecuario.

El peronista Axel Kicillof gobierna la Provincia de Buenos Aires desde 2019; sucedió a la gestión de cuatro años de María Eugenia Vidal. Excepto ese mandato del PRO, el resto, desde 1987, fueron gestiones peronistas (Daniel Scioli, Felipe Solá, Carlos Ruckauf, Eduardo Duhalde y Antonio Cafiero). La Provincia de Buenos Aires, y en especial el conurbano, es un bastión histórico del peronismo.

La sobrerrepresentación legislativa del interior refuerza este peso político: secciones con pocos electores eligen casi la misma cantidad de bancas que las más pobladas. Así, aunque el 71% del padrón vive en el Gran Buenos Aires, la llave de las elecciones legislativas muchas veces está en el otro 29% del interior.

La misión imposible

Gobernar Buenos Aires siempre fue visto como una misión imposible. Porque en un mismo territorio conviven realidades opuestas: cinturones industriales y campos exportadores, barrios sin agua potable y countries con lagunas artificiales, desempleo masivo e índices de consumo de primer nivel.

Hoy, esa fractura se pone a prueba en las elecciones legislativas. El peronismo busca arrasar en el conurbano para compensar su habitual debilidad en el interior. La oposición apuesta a maximizar su ventaja en pueblos y ciudades rurales, donde cada voto vale más en términos de bancas, y hacer lo que pueda en el conurbano.

En cada elección, Buenos Aires vuelve a ser campo de batalla y laboratorio. Allí conviven las torres vidriadas y las casillas de chapa, el dólar contado con liqui y el changuito al fiado, las cosechas récord y los comedores desbordados. Gobernarla es intentar lo imposible: reconciliar en una sola provincia todas las fracturas de la Argentina.

Los datos de pobreza e indigencia provienen del Observatorio del Conurbano (UNGS) y del Indec. Los porcentajes de fondos per cápita corresponden a informes del Ministerio de Economía de la Provincia de Buenos Aires y el Observatorio del Conurbano.

JJD

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