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Abrazar sin abrazar, tocar sin tocar: qué son las tecnologías hápticas y por qué serán clave en un futuro no tan lejano

La falta de contacto físico por la pandemia obligó a la ciencia a avanzar a mayor velocidad con técnica que reemplacen el tacto.

Laura Marajofsky

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Bienvenidos a una nueva era en la que tal vez, con ayuda de la tecnología, podamos “tocar” y “sentir” sin tener contacto físico directo. Durante años desarrollos incipientes en el campo de la  tecnología háptica, también conocida como comunicación cinestésica o tacto 3D, han intentado reemplazar la sensación perdida del tacto y asistir a gente con diversas problemáticas y discapacidades para poder mejorar su calidad de vida. Sin embargo la llegada del COVID19 parece haber puesto bajo otra luz la urgencia o necesidad del desarrollo de estas tecnologías, y según fuentes especializadas ya puede notarse un renovado interés en los llamados “haptics”.

Por definición la tecnología háptica se refiere a cualquier tecnología que puede (re)crear la experiencia del tacto mediante la aplicación de fuerzas, vibraciones o movimientos sobre el usuario. Las mismas pueden ser utilizadas para crear objetos virtuales en una simulación computarizada o controlar objetos virtuales, pero también para controlar de forma remota objetos reales o dispositivos (telerobotics). Los dispositivos hápticos suelen incorporar sensores táctiles que miden, entre otras cosas, la fuerza y la temperatura del usuario de la interface. Se denominan hápticas porque en Griego haptikos remite precisamente a lo táctil o del sentido del tacto.

La investigación en este campo, abocada a descifrar cómo funciona el tacto humano y desarrollar tecnologías que permita controlar dispositivos, se divide en tres áreas sensitivas respecto del mismo: cutánea, cinestésica y háptica. Las dos primeras reconocen y estudian todo lo que tiene que ver con la percepción táctil propiamente dicha.

Existen numerosos ejemplos desde cinturones que vibran para ciegos a dispositivos que se instalan en la lengua y permiten navegar los espacios mediante estímulos, a otros inventos para replicar por ejemplo la cercanía y el calor del cuerpo de una madre en las unidades intensivas neonatales; también los controles de juegos, joysticks y otros implementos que vienen con las consolas y que usamos de forma corriente son considerados hápticos.

Si la tecnología ya jugó un rol importantísimo manteniéndonos comunicados a través de grandes distancias o períodos prolongados de aislamiento, ¿qué más podría hacer en lo que refiere a nuestras necesidades ‘táctiles“? ¿Hacia un futuro sin tacto, o mejor dicho, en el que podamos recrear el tacto mediante desarrollos tecnológicos?

¿Por qué el tacto es tan importante?

Estamos viviendo un momento particular de la historia que hace que la investigación y los desarrollos hápticos tomen otra dimensión, sobre todo cuando debido al confinamiento y el contagio inminente en plena pandemia, una de las cosas que más extrañamos son, precisamente, los gestos de afecto físico. Un abrazo, un apretón de manos o hasta una palmada en el hombro, todas prácticas que parecen haber quedado cuando no obsoletas al menos suspendidas por tiempo indeterminado; no sin consecuencias para nuestra salud psicológica y emocional, como han registrado numerosos estudios a la fecha, y aunque recién ahora se comienza a observar lo que podría ser la punta del iceberg respecto del impacto sobre la salud mental que tuvo la pandemia.

“Nos comunicamos muy activamente a través del tacto, cuando estamos felices o tristes, un abrazo, una palmadita en la espalda, un beso o una caricia en el brazo, puede decir mucho más que miles de oraciones bien armadas. El tacto es el sentido más desarrollado cuando nacemos y esto tiene una razón: cuando alguien nos toca nuestra piel manda una señal al cerebro para que baje la producción de cortisol, que es una hormona que se ocupa del estrés y del sistema inmunológico. Además, estimula el sistema parasimpático, provocando la liberación de serotonina, dopamina y oxitocina, todas ellas responsables de la sensación de bienestar”, explica Giselle Bordon, especialista en vínculos y trastornos de ansiedad.

Asimismo es a través del tacto que desarrollamos sensaciones respecto de nuestro propio cuerpo que nos ayudan a diferenciarnos de otros, algo que parece tan básico pero que es es fundamental para la interacción social. Además también utilizamos el tacto para complementar la comunicación misma, o para expresar emociones que no son fácilmente comunicables a través de palabras o imágenes.

Muchos neurocientíficos y psicólogos, según cuenta una nota de la revista Aeon incluso creen que tenemos un sistema dedicado solamente a la percepción social -afectiva- del tacto, diferenciada a la que usamos para cuando tocamos objetos. ¿Más evidencia de cuán preparados estamos biológicamente para ser tocados y los sentimientos placenteros que esto despierta? Ya desde la etapa embrionaria el feto está cubierto por finos pelitos que se conocen como lanugo, que comienzan a aparecer a las dieciséis semanas del embarazo y que se cree tienen la función de aumentar las sensaciones placenteras que producen los fluidos amnióticos al rozar con la piel en el vientre materno. Una sensación comparable con lo que el infante, una vez nacido, experimentará cuando sea abrazado por sus padres.

Un estudio publicado en el 2009 ha demostrado que con el tacto somos capaces de demostrar nuestras emociones con un 78% de eficacia, es decir que para poder contarle al otro que nos pasa y que sentimos necesitamos tocarlo, además de hablarle o mirarlo. Otro estudio del 2010 demostró que el contacto físico puede elevar el éxito de las tareas a realizar porque al bajar el nivel de cortisol, permite que confiemos más en nosotros mismos para lograr el objetivo. Por otro lado, la revista Heart publico recientemente un estudio que demuestra que la falta de contacto social aumenta el riesgo de sufrir un ataque al corazón en un 30%. Podemos decir que está demostrado que la falta de contacto con el otro impacta negativamente en nuestras emociones, provocando tristeza y desesperanza. Además, nos complica comunicarnos eficazmente con el otro y afecta directamente en nuestro cuerpo (sistema endócrino e inmunológico), sigue Bordon.

La misma editorial de Aeon señala la ironía de que mientras en la actualidad la distancia es lo que nos protege, históricamente y desde un punto de vista evolutivo esa cercanía ha sido troncal en el desarrollo y el cuidado del ser humano. El tacto está embebido en las acciones más básicas del cuidado propio y ajeno. Investigaciones en terapia manual comprueban que la función “afectiva” del tacto y sus efectos beneficiosos van más allá de la acción terapéutica concreta, y que es algo que sólo el contacto piel a piel provee. Quizás por eso en inglés se usa la muy elocuente expresión skin hunger (hambre de piel), en relación a la necesidad del contacto humano.

La ironía es que mientras en la actualidad la distancia es lo que nos protege, históricamente y desde un punto de vista evolutivo esa cercanía ha sido troncal en el desarrollo y el cuidado del ser humano.

Aplicaciones y alcances

Si la pandemia parece haberle declarado la guerra a los sentidos, para algunos el tacto es el sentido que más se ha visto afectado -aunque la enfermedad afecta el gusto y el olfato específicamente-, reconvertido en tabú o con gran estigmatización social hoy. Además, la falta de contacto físico, es una circunstancia que afecta tanto a enfermos como a personas sanas por igual. Aunque nada puede reemplazar al tacto humano, se espera que en un futuro cercano las tecnologías hápticas puedan recrear parte de esa sensación de calma, confort y bienestar que provee el tacto de otra persona. 

Ya el año pasado una nota del sitio de tecnología TechCrunch, advertía sobre el hype de estas tecnologías y explicaba que pese a lo que se promocionaba en los medios tradicionales -y cierta parte de la prensa que cubre tecnología-, los dispositivos hápticos por ahora son caros y no están al alcance del consumidor final . Sin embargo en paralelo, comentaba que de la mano de la expectativa de complementar, por ejemplo, la comunicación por zoom con estímulos físicos, numerosas compañías están invirtiendo en investigación. Sony, Apple, Microsoft, Disney y Facebook tienen equipos trabajando en el tema y según la misma publicación el mercado mundial de la tecnología háptica que al 2020 era de USD 12.900 millones, alcanzaría para el 2027 los USD 40.900.

Predicciones a un lado lo que sí podemos decir es que actualmente algunas de las principales áreas de desarrollo son, por un lado, los reemplazos para dispositivos de uso táctil en la esfera cotidiana (buscando pasar lo más posible del modo táctil a otros por temas de prevención) y en el área del entretenimiento, pero también en el ámbito del cuidado de la salud y el educativo. En la salud las interfaces hápticas son esenciales para la operación de exoesqueletos, o para dispositivos de asistencia, justamente porque estos dispositivos tienen que integrarse de la manera más natural posible a cómo opera el mecanismo biomecánico de control de los seres humanos. El Wearable Walking Helper Device es un dispositivo de soporte del peso que permite a una persona que tiene debilidad muscular, suplirla y poder caminar.  

Estos desarrollos también pueden servir para orientar a personas sin visión ya que mediante sensores estratégicamente instalados en el cuerpo se les permite “sentir” los espacios en 360 grados. Y luego existe una miríada de proyectos en relación a robots y dispositivos diseñados para simular abrazos que suelen pensarse para uso terapéutico o bien como sustituto y compañía para personas que viven solas, de la tercera edad o niños en orfanatos. En el ámbito educativo, localmente desde el área de Antropología Visual de la UBA, en 2018 se comenzó con un proyecto que utilizando video 360°, y con el objetivo de diseñar una experiencia inmersiva innovadora para sitios arqueológicos, apela a la participación física del usuario con herramientas hápticas.

Uno de los dispositivos hápticos más populares es The Hug Shirt o la remera para abrazar, desarrollada hace algunos años, que permite producir una sensación similar al abrazo de forma remota y guiada por una app. La misma puede adquirirse por 250 Euros según el sitio oficial. ¿Cómo funciona? La remera vibra en las partes en las que el abrazo ha sido “grabado” y puede ser enviado a otro/s. Se la promocionó como un producto ideal para parejas que viven a distancia. Y si estamos hablando de vínculos, los teledildonics o cyberdildonics (tecnología utilizada para imitar y ampliar la interacción sexual humana) son otra área fértil de investigación e inversión, sobre todo ahora. Baste mirar las estadísticas de venta de juguetes sexuales durante la cuarentena. ¿Qué pasaría si pudieras “tocar” o “ser tocado” por otro de forma remota?

Algunas de las problemáticas que por ahora enfrenta el campo de la investigación háptica, luego de al menos tres décadas de recorrido, tienen que ver por un lado con los precios de los equipos y motores que se emplean, pero también con los estándares a definir en relación a lo que constituye una calidad adecuada para una simulación háptica realista. Es decir, todavía no existen estándares testeados y ampliamente adoptados para lo que son los desarrollos símil tacto.

Durante la pandemia el contacto físico con el otro se ha reducido exponencialmente y esto trae consecuencias en nuestro cuerpo y desempeño en general. Es importante tener en cuenta que el aislamiento tiene estos resultados y debemos estar atentos para hacer cosas que puedan ayudarnos mientras nos cuidamos del virus y nos tocamos menos. Por ejemplo: bailar 10 minutos eleva los niveles de oxitocina equivalente a la experiencia de una caricia. Promover el contacto en el hogar para de alguna forma suplir la falta de contacto con amigos. Si vivimos solos podemos tener sesiones de automasaje para elevar los niveles de endorfinas, igual resultado nos da la actividad física”, sugiere a modo paliativo temporal Bordon. También se recomiendan reemplazos con elementos que emitan temperatura, rituales como baños calientes o hasta tener animales -lo más cercano a abrazar a otro ser humano.

Una vez que la pandemia termine tendremos que readaptarnos. Algunos volveremos a nuestros usos cotidianos sin pensarlo, a otros quizás les cueste más, lo que es seguro es que llevará un tiempo reajustarnos a aquellos viejos tiempos de abrazos y apretones de mano con desconocidos. Mientras tanto algunos de estos inventos podrían no solo ser útiles en tiempo presente sino marcar el camino para un escenario post-pandemia donde no necesariamente se haya desvalorizado el tacto y la necesidad humana del mismo, sino todo lo contrario.

LM

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