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Lupa, calculadora y angustia: crónica del fin de mes en las góndolas de los supermercados

Según el último registro del Indec, los alimentos aumentaron 7,5% en un mes.

Julieta Roffo

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La lupa es multifactorial. Graciela la usa porque es miope y, dice, porque ahora mira en los precios de las góndolas de los supermercados cosas que antes no miraba y que se imprimen, más allá de las condiciones de su vista, “con letra tan chiquita que pareciera que tienen ganas de que no encuentres esos datos”, cuenta. Está parada delante de la góndola de carne en un supermercado de Once. Con la lupa escudriña el precio por kilo de las bandejas de paleta y de las de roast beef, y también mira la cantidad de grasa de cada uno de los cortes.

“Hacer las compras me lleva por lo menos el doble de tiempo, pero no tengo margen para gastar de más. Soy jubilada: tengo tiempo y no tengo plata”, dice Graciela, que tiene 71 años y el changuito de hacer las compras estacionado en la entrada de este supermercado con productos que compró en la sucursal de otra cadena. “Tengo un Día a una cuadra de este Coto. Todas las semanas me llevo la revista con las ofertas, la miro en mi casa y decido qué comprar en el Día, y después compro en este con el descuento de la tarjeta de crédito de mi banco, que es del 20%. Todo rebusque”, describe Graciela, y suma: “Trato de comprar todo lo que tenga algún descuento o sea Precios Cuidados, pero muchas veces no hay en la góndola los productos que están en esas listas de mercadería”.

Mariana hace las compras apenas deja a sus dos hijos en la escuela primaria de Villa Urquiza a la que van. “Es la única hora a la que sí o sí consigo la leche que está más barata en Precios Cuidados. Los repositores me explicaron que depende de si La Serenísima entrega o no, y que eso ocurre bien temprano a la mañana. Las veces que llego más tarde ya no hay. Y en vez de pagar 60 pesos un litro de leche, tengo que pagar casi 100. Con los chicos se toma un sachet de leche por día, así que me hace la diferencia en este momento que tenemos que ajustar todos los gastos de la casa”, sostiene.

En un grupo de WhatsApp en el que es la única integrante, Mariana tiene anotados los precios de la fruta y verdura que consumen en su casa tal como los ofrece la verdulería más barata que encontró su cercanía. “Tengo re buena onda con el verdulero así que ya sabe que el día antes de venir al supermercado le consulto sus precios. Comparo con los de acá y donde está más barato compro, aunque tenga que parar en los dos lugares”, describe.

En un escenario de inflación general creciente, los precios de los alimentos aumentan aún por encima de esa curva. En el último registro mensual del Indec, los alimentos registraron un aumento mensual de 7,5%. Ocurre en una Argentina en la que casi cuatro de cada diez personas viven por debajo de la pobreza y en un país en el que si cada uno de los integrantes de una pareja trabaja a cambio del salario mínimo esa familia también vive por debajo de la pobreza.

“En mi casa estamos por renovar el alquiler y nos aumenta 70% comparado con el año anterior. Pensamos en mudarnos pero todos los alquileres están re caros y entrar a un departamento implica muchísima plata, así que la única que nos queda es bancarnos ese aumento. Lo que hicimos ahora con mi mujer fue ponernos el objetivo de conseguir algunos trabajos extra, medio free-lance, para volver a llegar más tranquilos. Mientras tanto, pusimos un límite de 6.000 pesos por semana en la compra de alimento y artículos de limpieza para toda la familia. Somos cuatro así que estamos justos, pero no tenemos aire”, dice Fernando.

Es empleado administrativo en una empresa de logística y su esposa, docente de dos escuelas secundarias. Va y viene por entre las góndolas de un supermercado de Boedo con la calculadora del celular abierta. Lo que mete en el changuito se resta de los 6.000 pesos presupuestados para las compras de cada semana. “No es que antes andábamos recontra holgados, pero no teníamos este nivel de preocupación. Por ahí el recorte en meses complicados era con salidas a comer afuera o delivery. Ahora es con la comida de todos los días. Y cada vez que escucho que la inflación de marzo va a ser más alta me agarra una angustia muy grande, que además trato por todos los medios que los chicos no noten. Vamos achicándonos cada vez más y no sabemos cuándo va a surgir algún trabajo extra ni si aún recortando esto vamos a llegar bien a fin de mes”, explica Fernando. En la pantalla, el celular le avisa que le quedan 1.300 pesos de crédito y después, a esperar a la próxima semana. “Que seguro que la guita alcanza para menos porque los precios van a ser otros”.

JR

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