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RESULTADOS DE MONITOREO CIENTÍFICO

Cada vez se detectan más ballenas heridas por la actividad humana y buscan frenar el impacto a través de un proyecto local

Camila Muñoz Moreda tiene 28 años y es bióloga. Desde el Conicet, la Universidad de Córdoba y el ICB, investiga los niveles de hormonas reproductivas y de estrés en las ballenas francas que llegan a Península Valdéz.

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Las ballenas francas ya comenzaron a llegar a Península Valdés para dar a luz y permanecer allí con sus crías por los próximos meses, hasta el momento de retornar a aguas abiertas. Su llegada reactiva cada año la vida en Puerto Pirámides, la localidad a donde cientos de miles de turistas viajan cada año desde distintos puntos del país y el mundo para avistar a estas gigantes marinas. En 2022, se registró el récord de la última década: 323.488 visitas, de acuerdo con el gobierno de Chubut.

Con la llegadas de las ballenas francas, el equipo de científicos del Instituto de Conservación de Ballenas (ICB) también comenzó el monitoreo de la especie que realiza cada año, aunque este 2023 el registro sumará un estudio enfocado en medir hormonas reproductivas y de estrés en ballenas vivas durante toda su estadía en Península Valdés, que comienza en junio, al inicio de la temporada y finaliza entre octubre y noviembre, cuando las madres ya se encuentran junto a sus crías.

Camila Muñoz Moreda (28) es una de las biólogas que realiza el monitoreo. Es oriunda de Bahía Blanca, radicada en Puerto Madryn, y desde que estuvo por primera vez frente a la inmensidad y complejidad de la ballena franca durante un viaje de estudios en sexto grado de la primaria, es una enamorada de esta especie patrimonio natural de la Humanidad (Unesco) y amenazada por dos industrias clave en Argentina: la pesquera y la de hidrocarburos.

La bióloga investiga las hormonas de las ballenas en el Laboratorio de Mamíferos Marinos del Centro Nacional Patagónico (Cenpat) del Conicet y junto al Instituto de Conservación de Ballenas (ICB) para su proyecto de doctorado. Además, fue una de los cuatro biólogos que viajó en mayo a bordo del velero Witness de la organización ambientalista Greenpeace para explorar la zona del Mar Argentino y parte del Talud Continental, en aguas internacionales, donde muy pronto comenzará la exploración sísmica y la posible explotación de gas y petróleo con plataformas offshore de YPF y Shell en alianza con la noruega Equinor, en la primera etapa.

El ICB, en colaboración con Ocean Alliance, lleva adelante el Programa de Investigación Ballena Franca Austral, que comenzó en 1970, iniciado por Roger Payne. Actualmente, es el programa científico más largo del mundo basado en la fotoidentificación de ballenas. La organización produce sus propias imágenes a partir de sobrevuelos y drones y en 2016 firmó un acuerdo con la Asociación de Guías Balleneros de Puerto Pirámides, que nuclea a fotógrafos y guías de avistaje para desarrollar un programa de ciencia ciudadana. “Ellos salen al agua casi todos los días durante toda la temporada de ballenas, desde junio hasta diciembre y toman miles de fotos de ballenas, turistas, aves marinas, lobos marinos y paisajes increíbles en las aguas cercanas a Puerto Pirámides, en Península Valdés. A través de este proyecto los fotógrafos profesionales de avistaje han aportado alrededor de medio millón de fotos. Estas imágenes son una fuente de información sumamente valiosa, ya que complementan a las fotos que tomamos durante los relevamientos aéreos, durante el pico de mayor concentración en Península Valdés, y de drones, que recolectamos durante la temporada de ballenas en El Doradillo. Por lo tanto, es un enorme insumo para la generación de información científica de ballenas”, explicó Muñoz Moreda a elDiarioAR

Las fotografías se utilizan para identificar a los individuos de la población. “En sus cabezas las ballenas francas tienen callos, que son engrosamientos de la piel. Cada individuo tiene un patrón de callosidades único, que permanece prácticamente inalterable a lo largo de toda la vida de la ballena. Analizando las fotografías podemos identificar a las ballenas y saber qué individuos han vuelto a Península Valdés, qué hembras han sido madres cada año, identificar a las crías junto a sus madres, y entonces conocer familias de ballenas. El fin último de esta información es estudiar la dinámica poblacional, y así saber cómo crece la población, y los cambios y fluctuaciones que pueden existir y a qué se deben”, afirmó la bióloga. 

El intercambio se vuelve un círculo: “Esa información sobre las ballenas termina en los turistas que vienen a Península, ya que compartimos la información que generan sus imágenes y los guías balleneros luego la comparten con esos turistas”, afirmó Muñoz Moreda.

¿Cómo se complementa el estudio científico con el aporte de los guías turísticos?

Las fotos también aportan información relacionada a impactos antropogénicos. Cada vez vemos más heridas ocasionadas por enmallamientos, colisiones con embarcaciones u otras causas que son difíciles de determinar pero que son consecuencia de las actividades humanas.

Dijo que a través de las fotografías también detectan cada vez más heridas producidas por el hombre en las ballenas. ¿A qué se debe ese aumento?

Sí, lamentablemente en los últimos años estamos viendo cada vez más ballenas con heridas de origen antrópico. En 2021, el ICB publicó un informe que evidencia que desde el año 2000 hemos avistado cada vez más ballenas con heridas producidas por las actividades humanas. El aspecto de una herida de origen natural, ocasionada por otro animal (como puede ser frote entre individuos de la misma especie o de algún depredador como orcas o tiburones o las lesiones de gaviotas) es muy distinto al de las heridas ocasionadas por las actividades humanas. Estas heridas pueden ser ocasionadas por colisiones con embarcaciones o enmallamientos con artes de pesca. Las heridas por colisiones con embarcaciones las podemos distinguir fácilmente porque las hélices de los motores producen cortes limpios y equidistantes, a veces muy profundos; en otros casos observamos heridas propias de un golpe o choque, que suelen originarse cuando el casco de la embarcación golpea contra el lomo de la ballena de forma violenta. Mientras que las heridas por enmallamientos suelen dejar la marca de la soga o red, incluso el arte de pesca puede permanecer atrapada en el cuerpo del animal durante mucho tiempo generando estrangulamiento, por lo que una vez que logra desprenderse deja una herida profunda donde se observa un hundimiento.

La pregunta es ¿cómo llegan estas redes y sogas al mar? Cuando las redes y sogas llegan al final de su vida útil, en algunos casos, son desechadas de forma incorrecta y no reciben un tratamiento adecuado. Por lo que tarde o temprano terminan a la deriva en el mar, lo que se convierte en una trampa mortal para las ballenas y otras especies marinas como tortugas, lobos marinos, delfines, corales, y la lista continúa. Las heridas de origen antrópico pueden ser muy graves y ocasionar consecuencias irreversibles en la vida de las ballenas. Estas heridas pueden afectar el desplazamiento, la búsqueda de alimento, la reproducción, la salud y supervivencia de los individuos. 

¿Se está haciendo algo para concientizar a la industria pesquera y sus trabajadores sobre esto?

Si. Desde el ICB nos empezamos a involucrar en esta problemática hace algunos años atrás cuando detectamos el aumento de heridas por enmallamiento, y actualmente estamos participando en diferentes acciones, que van desde proyectos de economía circular, proyectos participativos con otras ONGs, organismos públicos, y el sector pesquero que busca encontrar soluciones a los plásticos de origen pesquero, la promoción de leyes, entre otros. Participamos del proyecto de economia circular Net Positiva, que se implementó en Argentina en 2019. Este proyecto nuclea al mayor productor de redes de pesca del país, Moscuzza Redes; a la empresa recicladora Bureo; y al ICB. Esta iniciativa busca encontrar soluciones a las redes de pesca al fin de su vida útil y prevenir la contaminación plástica y su descarte. Personalmente este proyecto me fascina y es un gran ejemplo, generó que el productor importante, como lo es Moscuzza Redes, que abastece a la gran mayoría de pesquerías, asuma la responsabilidad extendida al productor. De esta forma luego de que los pescadores desechan las artes de pesca, estas son recolectadas por Moscuzza Redes en cada puerto y las acondicionan y entregan a Bureo, quienes se encargan de reciclarlas y convertirlas en objetos nuevos. Tenemos que seguir trabajando y generando este tipo de puentes entre productores, recicladores, organizaciones de la sociedad civil, organismos públicos y transformar el problema en una oportunidad. En Argentina, se comercializan al año aproximadamente 450 toneladas de redes de pesca nuevas y se descartan unas 200 toneladas de redes.

¿Por qué es importante medir los niveles hormonales en las ballenas francas en este escenario que describió?

Al igual que nosotros, las ballenas producen hormonas, que son sustancias químicas, también conocidas como “mensajeros”, que tienen a su cargo el control de muchos procesos de gran importancia para la vida, como el crecimiento, el desarrollo, la respiración, la reproducción, la sensación de hambre o incluso el estado anímico. Producimos alrededor de 60 hormonas, entre ellas están las hormonas indicadoras del estrés: como el cortisol y corticosterona, y las hormonas reproductivas como la testosterona y la progesterona. Conocer el estado de salud de una ballena es sumamente complejo y para los científicos es un enorme desafío distinguir cómo las diversas presiones naturales y antrópicas que enfrentan las ballenas influyen sobre su salud.

-¿Cómo repercute el estrés en las ballenas?

-Las hormonas de estrés responden a un mecanismo de defensa que prepara al cuerpo para enfrentar ciertas situaciones de amenaza o riesgo. Por lo tanto, en una situación donde el animal percibe un peligro, los niveles de hormonas indicadoras de estrés van a aumentar. Si esos niveles se mantienen altos en un tiempo prolongado, porque la amenaza persiste, pueden ocasionar consecuencias negativas sobre el sistema inmunológico, el éxito reproductivo, la salud y supervivencia de los individuos. En las ballenas hay una multiplicidad de factores que podrían desencadenar estrés, como cambios en la distribución y disponibilidad del alimento, los ataques de gaviotas cocineras (que afectan principalmente a las crías), la contaminación química y acústica, las colisiones con embarcaciones y los enmallamientos con artes de pesca. Lamentablemente, ya existe evidencia de que el estrés que sufren las crías como consecuencia de los ataques de gaviotas es tan intenso que puede afectar su supervivencia. Estos estudios forman parte de la tesis doctoral de Alejandro Fernández Ajó, miembro del ICB. Ahora nos proponemos estudiar qué otras afecciones pueden estar sufriendo la población de ballenas francas australes en Península Valdés.

La defensa de los derechos de la naturaleza y el movimiento social alrededor del ambientalismo tiene una amplia participación de los jóvenes, que le dieron un nuevo impulso. ¿Cómo vive en su caso esa conjunción entre ciencia y ambientalismo?

Creo que en los últimos años, hay un cambio de paradigma en nuestra forma de vivir. Estamos más conectados con lo que sentimos y vivimos en forma más consciente, o eso intentamos. Especialmente, los jóvenes, a través de una búsqueda introspectiva en nuestras vidas, hemos logrado ver con claridad que las decisiones que tomamos impactan no solamente en las personas que nos rodean, sino también en el resto de las formas de vida. Y de esta forma es que estamos volviendo a conectar con los sentimientos, con la naturaleza, con los orígenes. Me parece que desde ahí es que nace el involucramiento de los jóvenes en causas sociales y ambientales. Lo poderoso de esto, es que tiene una base muy genuina, y esa fuerza hace que en conjunto se logran cosas grandes, donde incluso a veces ha tambaleado el sistema.

Esto de cómo vivir la ciencia me lo he cuestionado muchas veces. Quizás por los preconceptos erróneos que he tenido en mi cabeza, esto de la ciencia como verdad absoluta y aislada de los sentimientos. Desde que terminé la carrera de Biología supe que quería hacer ciencia. Y ahí comenzó la disyuntiva, generar conocimiento para qué, para quiénes, con qué propósito. Tenía bien en claro que mi sueño, como todo sueño estaba ligado a los sentimientos… y era estudiar a las ballenas para responder preguntas que nos permitan como seres humanos vincularnos con estas especies de forma empática y desde el respeto. Terminé entendiendo que en realidad no hay un modelo de científico y que ese prejuicio no debería existir. Los científicos somos humanos, entonces no hay forma de que estemos desconectados del sentimiento. 

¿Existe un prejuicio sobre los científicos que se permiten involucrarse desde las emociones? 

-Si. Creo que es algo que en cierta medida aplica para todas las profesiones. Sos más profesional cuanto más te alejas del sentimiento, más frío, calculador y rígido te volvés. Puedo estar equivocada, pero para mi los mejores profesionales son aquellos que se conectan con su pasión. Los mejores científicos que conozco están impulsados por el amor y pasión que tienen a lo que hacen. Para nosotros, desde el ICB, habernos involucrado en todo el tema de la actividad hidrocarburífera, es una decisión que tiene que ver con eso. No nos es indiferente lo que está pasando a nuestro lado. Lo mismo ocurre con la educación ambiental o comunicación científica que busca que ese conocimiento no quede solamente en un trabajo científico que se publica en revistas en inglés, sino transmitirlo al resto de las personas y a quienes toman decisiones, para tratar de promover cambios positivos.

Se siente una pelea desigual cuando del otro lado hay estructuras tan poderosas: la industria del petróleo, de la pesca, los gobiernos…

Puede ser, en cierta medida es una pelea desigual. La ciencia tiene tiempos mucho más lentos que los tiempos políticos, donde se toman decisiones de un momento para el otro.. Los impactos antropogénicos, los generados por el hombre, suelen ir a una velocidad mucho más rápida que la generación de conocimiento. Eso nos pone en una situación vulnerable para dar respuesta. Lo vimos en el lugar en el que estuvimos navegando, que son áreas… no quiero decir inhóspitas porque no lo son, de hecho nos hemos encontrado con un gran número de embarcaciones , pero son áreas que han sido muy poco estudiadas en cuanto a su biodiversidad, son navegadas principalmente para la realización de actividades económicas, como la pesca yen un futuro cercano se sumarán las prospecciones sísmicas. Estamos desarrollando actividades económicas que tienen impactos muy grandes en un sitio con una enorme diversidad biológica y funciones ecológicas, sin antes haberlo estudiado. Entiendo el desafío que esto implica para un país como el nuestro que está viviendo una crisis económica y social muy fuerte, pero aunque algunos no lo vean esto tendrá impactos negativos muy fuertes en estos dos aspectos: lo social y lo económico, además de lo ambiental que es invaluable. La ciencia no puede terminar en la costa. El territorio de la ciencia debería ocupar todo el Mar Argentino y eso debería ser promovido principalmente por el Estado.

Nota: esta nota y su título fueron corregidos el 1° de julio de 2023 a las 13:07.

ED/MG

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