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Fin de fiesta, oda a los viajes inventados

Un altar mundialista que muestra en su cuenta de Instagram el artista argentino Marcos López.

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Uno.El problema de la fiesta es el fin de fiesta. Enfrentarse la mañana siguiente a la nada misma”. Lo escribió en su cuenta de Instagram el fotógrafo y artista plástico Marcos López (de él vamos a hablar más abajo, si se quedan). El texto –precioso, 100% López en su desparpajo, alejado de la nostalgia o de la queja– sigue con una serie, digamos, de anti instrucciones para poder avanzar después de los días del Mundial 2022, la final, el triunfo, el grito sagrado y la enorme fiesta popular de tantas horas. Fui siguiendo con devoción la cobertura virtual de López de varios partidos, en especial los de la Selección argentina (elige tu propia aventura o elige tu propio elijo creer). A lo largo de toda la competencia el artista fue subiendo fotos con diferentes altares (“los altares de las diferentes culturas y religiones desde siempre han sido dinámicos. Las ofrendas cambian… crecen … parece que se contradicen…”, tipeó cuando el resultado final era un enigma): invocaciones satinadas en las que conviven un retrato de Maradona sonriendo, la mirada adusta del Gauchito Gil, velas en llama, objetos de goma de todo tipo, pelotas, los números “1” y “0” con los colores de la bandera argentina. Los altares eran parecidos pero no calcados: una liturgia escrita a puro cotillón, una gramática mutante.

Dos.Orgía de plásticos” y “chuchería seria”, describe Babasónicos en fragmentos de su canción Fiesta popular (el resto es una invitación bailable y pegadiza a perder el miedo, a no temer; “dejate influenciar por el caos”, dispara Dárgelos y el mundo sonríe con él). Me encanta esa descripción ajustadísima y con tan pocas palabras para los que, como Marcos López, se ponen a indagar en distintos tipos de efervescencia. Con el respeto que merece lo sagrado, pero jamás con solemnidad. Muy lejos de esos que quieren dar cuenta de haber estado en tal o cual festejo, en tal o cual momento histórico, para ofrecernos relatos de dudosa urgencia. 

Tres. En el reciente libro Vivir de viaje (es una recopilación con textos periodísticos de la escritora argentina Sara Gallardo, abajo les cuento más), la autora se mueve mucho. En esos traslados, entre otras cosas, es testigo de peregrinajes y celebraciones populares –de lo más formal a lo más pagano; de la cercanía a lo más remoto–. Una de las cosas que la hacen protestar es la intención de algunos viajeros (amigos de ella, por supuesto) que pretenden convertirse en cronistas a partir de sus anécdotas. Dicho en otras palabras: por el mero hecho de haber vivido, ofrecen crónicas para poner en primer plano sus palabras y sus observaciones en apariencia únicas. En su visión, lo que producen “son testimonios; carecen de poesía”. Ella prefiere volver a los clásicos, a la fábula: “Llega el viajero, legendario por el solo hecho del viaje, que implicó audacia, imaginación, resuello, y los coterráneos, emocionados, se reúnen junto al fuego para oírlo contar. Sus relatos, no importa si adobados de imaginación (solo en nuestros días se considera mentirosa la imaginación y pedimos testimonios en vez de relatos), sus relatos hacen soñar a los presentes y los alimentan hasta el fin de sus vidas”, apunta con picardía. Subrayo algo de ese espíritu en la propia Sara Gallardo, en Marcos López, en Babasónicos y en la literatura que más me gusta. Vale para los viajes, vale para las fiestas o los grandes episodios que nos toca atravesar: que lo que arrastre sea el lenguaje, la imaginación, la poesía. El resto, aunque se pretenda en movimiento, es mera burocracia. Con suerte un registro.

Cuatro. Y un día llega el día después, la mañana en la que la euforia empieza a diluirse en fade out, el cuerpo pasa factura del tiempo y el fervor transcurridos, la nada misma nos mira a los ojos desde el botiquín. Ahí, según Marcos López queda “una sola estrategia: respirar”. Después propone tomarse un vaso de agua tibia, una ducha, lavar los platos, regar las plantas. Aire y sobre todo agua para volver de a poco, para reconectar, para pensar en ese problema que nombra Marcos López: ¿qué hacer con la excepción cuando comienza a evaporarse? 

Cinco. “Todo empieza en un corte. El tiempo, más. El tiempo solo existe cuando lo cortamos”, escribió Florencia Angilletta en esta plegaria hermosa a horas de la final del Mundial. Una invocación llena de imágenes. La tríada más argentina: sufrir, amar, partir mientras algo se hace cascarita en la piel. Un corte que es principio, entonces, que con el tiempo se convierte en herida y, por último, que se instala como cicatriz. El gran tatuaje universal.

Seis. La respuesta que ofrece Marcos López es aguar la fiesta. Pero no como un gesto de rechazo sino como un riego. Para que germine con otra forma, para convertir en memoria los días que vivimos en remojo, para que se vuelvan eternos. Habrá que empezar a sacudirse esta suspensión un poco amniótica: dar las últimas brazadas hasta que, inevitable, llegue el momento de salir. De cortar el cordón para volverlo recuerdo. Levanto una copa imaginaria, por supuesto (de paso, le hago caso a Marcos López y me hidrato yo también). Miro el altar que armé alrededor del escritorio y elevo mi plegaria mínima: que de ahora en más, en cada relato de estos días infinitos de ilusión popular –de mesas familiares llenas de migas en los brindis de fin de año hasta los libros que se escriban; de las películas que se rueden hasta las conversaciones en loop de los bares del futuro– la poesía gane por goleada. Una forma de estar a la altura de la fiesta gigante que vivimos. Cruzo los dedos, ojalá se imprima la leyenda.

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1. Vivir de viaje, de Sara Gallardo. Ocurrió con un compilado de textos que se llamó Macaneos. Las columnas de Confirmado (1967-1972) (Ediciones Winograd, 2015), luego llegó una edición especial de Los galgos, los galgos (Sudamericana, 2016) que se sumó a las reediciones de sus libros Eisejuaz y El país del humo por la editorial El Cuenco del Plata entre 2013 y 2017; la recopilación de textos periodísticos Los oficios (Excursiones, 2018) y el rescate de sus novelas Pantalones azules y Enero (Fiordo, 2016 y 2018). Después de un tiempo de cierto olvido, la obra de la escritora argentina Sara Gallardo es –y por suerte sigue siendo– recuperada y repensada. Se trata de una de las autoras más importantes del siglo XX en el país y también una de las más inquietas y vitales. 

Por estos días volvió a salir un tomo que la recupera como cronista y columnista, pero lo hace con un recorte muy particular: el de la escritora viajera. Es que Fondo de Cultura Económica acaba de publicar Vivir de viaje, con selección y prólogo de Lucía De Leone, una de las mayores investigadoras sobre la obra y la vida de Sara Gallardo.

Este nuevo tomo con notas de la escritora publicadas en medios gráficos –la mayoría pertenecen a Atlántida, Confirmado y La Nación– ofrece una perspectiva que, tal como sostiene De Leone en su prólogo “va más allá de recortar a la inagotable viajera que imprimió su gesto errante tanto en sus desplazamientos físicos como en los mundos imaginados para sus ficciones”.

En este libro, advierte la investigadora, “se reconstruyen sus viajes, sus ideas sobre las imágenes de los viajeros y sus consejos para el arte de viajar, a partir de escritos que no suelen responder a las convenciones del relato de viaje ni recomponen recorridos ritualizados”.

Así, a lo largo de Vivir de viaje aparecen textos sobre traslados a Luján, recorridos por Nueva York, estadías en Roma, entre muchísimas otras ciudades del mundo, y también entrevistas siempre a través de la mirada particular de Gallardo. Por momentos es una argentina que posa el ojo donde no lo hace el resto; por momentos una itinerante eterna. Por momentos es una escritora que busca imágenes y voces más que hechos comprobables para componer una oda a los viajes inventados, a los que imagina en cada frase. Sin la intención de dar cuenta de su presencia y a la vez imprimiendo sus obsesiones y una agudeza entre lúdica y elegante, los paisajes, las travesías urbanas y los personajes cobran un tinte único cuando Sara Gallardo los exhibe. Así nace la literatura más encantadora: en esas chispas parecidas a las epifanías que nos desvelan en cualquier viaje cuando menos lo esperamos.

Vivir de viaje, de Sara Gallardo, con selección y prólogo de Lucía De Leone, salió por la colección Viajeras/Viajeros de la editorial Fondo de Cultura Económica.

2. López, de Ulises Rosell. Fue uno de los grandes lanzamientos del Bafici 2021, como les conté por acá. Por estos días, después de circular en cines y distintos festivales, el documental que dirigió Ulises Rosell y tiene como protagonista al fotógrafo y artista plástico Marcos López llegó a la plataforma Mubi. Me pareció una buena excusa para volver sobre esta película y sobre uno de los artistas argentinos contemporáneos más deslumbrantes.

Con colores por todos lados, escenas hilarantes y por momentos muy conmovedoras, lo primero que aparece al ver el documental es una simbiosis entre quien mira y quien se deja ver. Una suerte de cazador cazado: el hombre que suele atrapar escenas con su arte abarrotado de objetos absurdos, de personajes chillones, de patitos de goma, de obras reconocidas en galerías y museos alrededor de todo el mundo aquí ocupa el centro y es observado por otro. De esta manera Rosell logra un retrato único que por un lado exhibe bastante de lo cotidiano de su protagonista (cuando lleva al veterinario a su perra, va al dentista o hace acupuntura) y, por otro, refleja en parte lo extraordinario (se lo ve trabajando, presentando su obra, reflexionando con su madre, pensando sobre la muerte de su padre y una mudanza familiar que le cambiará para siempre los esquemas).

Gracias a la proximidad con que está hecho el registro y una ternura que no cae en golpes de impacto, el efecto que produce López es hipnótico. Rosell, que ya se había destacado en un documental anterior como El etnógrafo (2012), logra capturar esta vez a un hombre reconocido por su impronta en la fotografía latinoamericana al tiempo que abre las puertas a un universo atravesado por una crisis de la que intentará salir adelante.

El documental López, de Ulises Rosell, está disponible en la plataforma Mubi.

3. Rescates 2022. Por la necesidad de apostar a lo seguro, por las ganas de rescatar textos que por distintos motivos se volvieron inconseguibles o por la intención de volver a autores y autoras vitales. A lo largo de 2022 el mundo editorial de la Argentina, además de buscar voces frescas y de publicar novedades de todo tipo, fue en muchos casos por el lado de distintos tipos de recuperación.

Así, textos y autores célebres (entre otros, la nueva y definitiva edición de El Eternauta, toda la obra de Adolfo Bioy Casares, nuevos compilados con la obra crítica de Virginia Woolf, un escrito de Trotsky que nunca había aparecido en español y muchos más) volvieron a estar en circulación. Algunos remozados, con tapas renovadas, con actualizaciones, con correcciones, mediados por nuevas lecturas y nuevas formas de recopilación o traducidos por primera vez al castellano.

Empiezan, como siempre a esta altura del año, los listados y los balances. Así que por acá hice un resumen con algunos de estos “rescates” literarios que para mí fueron los más destacados de 2022.

Con títulos de Adolfo Bioy Casares, Virginia Woolf y Katherine Mansfield, entre muchos otros, el resumen con diez rescates literarios de 2022 se puede leer por acá.

Banda sonora. Hablamos de agua, de Babasónicos y de fiestas. Así que esas claves serán las que atraviesen nuestra banda sonora compartida en esta entrega. Por estos días leí que Pasto, de Babasónicos, cumplió 30 años, así que elegí de ese disco D-Generación y Sobre la hierba (es la que justo dice “hoy me animo a atravesar la fantasía”). También van canciones que mencionan al agua de alguna manera y me encantan (el combo incluye Stone Roses, Ellis Regina y más). Y, por último, agregué algunas de las que aparecen en Songs for Christmas, el disco séxtuple de temas alrededor de la Navidad de Sufjan Stevens. No soy especialmente navideña, pero la selección que hizo y su interpretación son tan hermosas que vale la pena darle play a esas canciones. Créanme que tienen la capacidad de desafiar hasta al espíritu más grinch.

¡Hasta la próxima!

AL

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