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Semana del Orgullo
La mitad de los estudiantes secundarios sufrió o presenció discriminación por orientación sexual o identidad de género

El 6 de noviembre será la 30° Marcha del Orgullo en Buenos Aires.

Julieta Roffo

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La mitad de los alumnos y alumnas de secundario vio o padeció alguna situación de discriminación por orientación sexual o identidad de género durante sus años de escolarización en ese nivel. El dato se conoce durante la Semana del Orgullo LGBTI+ y se desprende de la encuesta hecha por la Fundación Huésped a 15 años de la sanción de la ley de Educación Sexual Integral (ESI), a la que tuvo acceso elDiarioAR.

“Como toda encuesta, lo que se refleja es la percepción de quienes la responden. Hay conductas que, tal vez, a los ojos de hoy, sobre todo entre chicos y chicas, son visualizadas como discriminatorias en términos de orientación sexual o identidad de género, y antes estaban naturalizadas. Se achica el espacio para lo que resulta justificable”, describe Leandro Cahn, director ejecutivo de Fundación Huésped, y suma: “Incluso si se sobredimensiona, si hay una cuestión de, llamémosle, hipersensibilidad, hay que indagar en cómo los docentes trabajaron estas situaciones que los estudiantes describieron como discriminatorias”.

Sobre esa respuesta de parte del mundo adulto, esa misma encuesta reveló que uno de cada diez estudiantes (12%) de los que padecieron discriminación por su orientación sexual o identidad de género se cambió a otra escuela, y el 3% abandonó su escolarización. A la vez, sólo el 11% de quienes cometieron actos discriminatorios en el ámbito escolar recibieron sanciones. Es más alta la población que padeció discriminación que cambió de institución que la que recibió algún disciplinamiento por haberla cometido.

“Pensamos que con los que menos problemas vamos a tener al hablar de orientación sexual o identidad de género son las niñeces y las adolescencias, que son mucho más plásticos, y eso en muchos casos así. Pero la discriminación y el acoso están a la orden del día en la sociedad y eso puede también darse en la escena escolar”, reflexiona Valeria Pavan, coordinadora del área de Salud de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA).

La encuesta relevó las opiniones de 1.345 estudiantes y graduados de la escuela secundaria de todo el país. “Cuando vemos que la mitad de los estudiantes entrevistados declaró que se dio alguna situación de discriminación por orientación sexual o identidad de género durante los años de educación secundaria, y que frente a eso no hubo intervenciones educativas que permitan reflexionar y reparar el daño de esas experiencias, podemos tener un registro más profundo sobre los desafíos pendientes a 15 años de la sanción de la ley en nuestro país”, sostiene Cecilia Valeriano, directora de Programas de Fundación Huésped, en un comunicado de esa organización.

Ese desfasaje entre lo que alumnos y alumnas perciben en el ámbito escolar y la respuesta que reciben se puede ver en otros de los resultados de la investigación de Huésped. El 94% de los docentes que respondieron la encuesta aseguraron haber incorporado la ESI a sus clases. Sin embargo, sólo 2 de cada 10 estudiantes y graduados creen que la ESI se aplica adecuadamente en su escuela.

“Todavía hay muchos actos, conductas y formas de relacionarnos que son sumamente discriminatorias y no las detectamos porque las tenemos muy incorporadas. Por ahí les chiques hoy detectan esas situaciones y las pueden marcar como discriminatorias. Pero a la vez tendemos a pensar que está todo resuelto en las nuevas generaciones, cargamos a esas generaciones con la expectativa de que van a ser mejores en cuanto a no discriminar y estamos en una sociedad entera que todavía mira desde la heteronorma. Eso se reproduce en todos los ámbitos, también en el escolar”, describe Flavia Massenzio, presidenta de la Federación Argentina LGBT (FALGBT).

“Todes estamos en un proceso de deconstrucción en el que empezamos a hacernos cargo de que hemos tenido conductas discriminatorias e incluso estando en ese proceso mil veces la pifiamos. Puede ser también en la escuela, por parte de un compañero o del abordaje institucional por parte de la comunidad educativa”, sostiene Massenzio, y ejemplifica: “En la bibliografía oficial vinculada ESI que distribuyen los ministerios todavía no hay representación de familias que no sean diversas”.

“La sociedad todavía mira a las personas con orientaciones sexuales diversas, por eso sigue existiendo la salida del clóset. No sólo sigue mirando sino atacando: el 28 de junio se puso la bandera del Orgullo en el Obelisco y esa misma noche la cortaron haciendo videos con mensajes de odio hacia la diversidad. En 2020 hubo 257 crímenes de odio vinculados a la orientación sexual y a la identidad de género. Esos crímenes son en el espacio público, no dan vergüenza y generan un disciplinamiento. Sigue habiendo una construcción del sentido común que heredó la idea de que somos pecado, delito o patología. Eso late, y la juventud no escapa a ese trasfondo social”, sostiene la titular de la FALGBT. Es una de las varias entidades que organizan la Marcha del Orgullo, que se concentrará en Avenida de Mayo el sábado 6 de noviembre: será la número 30 en Buenos Aires. 

La escuela también debe ser un espacio que trabaje en pensar la vida de las personas más allá del binario dicotómico varón-mujer. Hay otras orientaciones sexuales, otras formas de armar una familia, otras formas de vivir. Democratizar el paradigma institucional escolar ya sería mucho, después podríamos hablar de arquitectura no binarias y de cómo mejorar las currículas”, sostiene Pavan. Y suma: “Hay todavía adultos que expresan, apenas algune niñe empieza a demostrar cuestiones identitarias, que ‘el nene es puto’ o ‘la nena va a ser torta’. El modelo hegemónico todavía se maneja con la expectativa binaria y heterosexual. El ámbito escolar todavía tiene esa mirada tradicional. Tiene sentido que en ese contexto les chiques detecten situaciones de discriminación”.

“Lo importante es de que toda la concepción por la cual se discrimina a las diversidades sea cultural es que puede ser deconstruido. Hay que dar esa batalla y hay que darla desde la educación”, asegura Messanzio. Para Cahn, “los resultados dan cuenta de que esa discriminación es un escenario que emerge en la vida de quienes transitan la escuela secundaria, y eso es algo de lo que la ESI debe ocuparse, entender cómo abordarlo de manera que las chicas y los chicos sientan que se le dio un tratamiento adecuado a través de la Educación Sexual Integral”.

La ley acaba de cumplir 15 años. Este diario reveló en julio la inversión que el Ministerio de Educación de la Nación hace específicamente para ESI, más allá de sus contenidos transversales en toda la currícula: 10,70 pesos por año por alumno.

JR

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