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Lluvia sin precedentes

Servicios colapsados y pedidos de auxilio en redes: el minuto a minuto del temporal que dejó al menos diez muertos

Personal de emergencias ayudan a una mujer afectada durante una inundación debido a fuertes lluvias este viernes, en Bahía Blanca.

Maximiliano Buss

Bahía Blanca —

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Los primeros truenos abrieron el cielo plomizo sobre Bahía Blanca a las cinco de la mañana. Dos horas después, la ciudad ya estaba bajo el agua. La lluvia arrasó con una violencia que no distinguió nombres ni direcciones. 

Al momento se confirmaron diez víctimas fatales: una mujer murió en la esquina de Paroissien y Rawson, cuatro personas en Sarmiento al 1.000, una en la localidad de General Daniel Cerri y no hay información disponible sobre el resto. “Permanece la posibilidad de una mayor cantidad de víctimas fatales”, insistió la municipalidad de Bahía Blanca en un comunicado publicado cerca de las 22 del viernes.

El Servicio Meteorológico Nacional llegó a elevar la alerta a nivel rojo debido a la intensidad de las lluvias a media mañana, mientras en la peatonal del centro el agua pasaba la cintura de un adulto y en los barrios periféricos las viviendas quedaban sumergidas. 

Las autoridades locales declararon el estado de emergencia al mediodía, cuando más de 1.000 personas habían sido evacuadas y refugiadas en la terminal de ómnibus, las capillas y los clubes. 

Bahía Blanca tiene un promedio anual de lluvias de 580 milímetros de agua y, según los registros oficiales, en cinco horas la ciudad acumuló más de 300 milímetros. Superó así la media histórica del mes de marzo de 85 milímetros y la máxima registrada en 1933, cuando precipitaron 167. 

El Hospital Interzonal Dr. José Penna, uno de los principales centros de salud de la ciudad, se inundó, dejando inoperativos varios sectores. En las salas de neonatología el agua comenzó a sumergir los artefactos y las enfermeras tuvieron que evacuar en brazos a los recién nacidos hacia el hospital de Coronel Suárez. 

Los servicios colapsaron: trenes, colectivos, vuelos, clases suspendidas. Defensa Civil no daba abasto. “Nos están llamando de todos lados. No llegamos”, dijo un operador, que más tarde informó el derrumbe de los puentes de Zapiola y Cuyo, y de Zapiola y Tucumán. 

Las redes sociales se convirtieron en un central para pedir auxilio. “Mi hermana está en Alsina 608 con su hijo, no sabe nadar, tiene problemas de movilidad, por favor ayúdenla”, rogó Rosa Pavletich. Como ella, decenas de personas publicaban direcciones, nombres, mensajes desesperados. 

En Alem 1668, Gerónimo Berardi gritaba desde su ventana: “¡Una señora está pidiendo ayuda, se están ahogando!”. En la calle Casanova 4152, Analia Medina, de 45 años, se trepó al tanque de agua, lo único seco en toda la cuadra. 

Por Maldonado 1609, el arroyo Napostá había roto sus cauces y Andrés Acuña enviaba un pedido de socorro por grupos de Facebook: “El agua está arriba del techo y hay una familia que necesita ayuda. Tienen un bebé y un nene de 10 años, ¡por favor!”. 

En el barrio Thompson, Romina Rodríguez pedía que cortaran la energía porque la corriente electrificó algunas viviendas. “Mi suegro ya se quedó pegado dos veces. Se le murió el perro. Bajó la térmica, pero la corriente sigue en la casa”, dijo. 

En Bajo Rondeau, varias familias se refugiaron en una casa cerca de la capilla de San Dionisio. “Nadie puede salir”, avisó Alicia Arellano. Solo a un par de cuadras, en Tierras Argentinas, las personas resisten a ser evacuadas para que no les roben lo que les queda.

Mientras la ciudad intentaba entender la catástrofe, el Estado activó su red de asistencia. El gobierno provincial desplegó un hospital de campaña de 100 camas, envió colchones, frazadas, alimentos y agua potable; el nacional envió a las fuerzas federales.

A las 17 empezaron a recorrer las zonas afectadas 44 efectivos especializados en rescate, ocho lanchas, cinco botes semirrígidos, kayaks y gomones, un móvil anfibio, tres lanchones, cinco camiones, un minibús, una torre de iluminación, drones y helicópteros. 

Entrada ya la noche, las calles parecían un laberinto de agua turbia sobre el que flotaban los autos, los muebles hinchados, los carteles, las ramas, los postes y los cables. 

Entonces, el recuerdo: el 16 de diciembre de 2023, las ráfagas de viento que alcanzaron 190 kilómetros revelaban ante los ojos de los bahienses la misma fotografía. Y el mismo pesar.

DTC

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