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Tirador de Belgrano: se cumplen 15 años y el padre de la víctima no se resigna a la inimputabilidad

Adrián Marcenac, el padre de Alfredo. A su hijo lo mató Martín Ríos el 6 de julio de 2006, en el barrio de Belgrano..

Alejandro Marinelli

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Era jueves por la tarde y Alfredo Marcenac (18) caminaba con dos amigos por las calles de Belgrano. Acababan de salir del subte en la estación José Hernández. Uno de ellos había llegado de Necochea, de donde eran los tres. Iban entre la gente, riendo, cuando sintieron explosiones. Pensaron que eran petardos. Hasta que vieron que un hombre disparaba a los que estaban en esa cuadra de Cabildo al 1700. Los tiros no se detenían y ellos intentaron protegerse pero no pudieron. En un momento el atacante frenó y se fue de la escena caminando. Los dos amigos se acercaron a Alfredo, que había quedado tirado. Ahí se dieron cuenta de que varios disparos le habían dado y ya no se movía. Ese fue el cuarto y último ataque de Martín Ríos, al que luego los medios bautizarían como “El Tirador de Belgrano”. Hoy se cumplen 15 años de ese crimen.

“Ese día yo estaba trabajando en Pigüé, en el campo, y mi mujer en Necochea. A mi hermano le habían contado lo que había pasado, no sabía cómo decírmelo. Daba vueltas, hasta el momento en que me llamó un amigo para darme el pésame. Así me enteré de la muerte de Alfredo. Te quedás en una situación de aturdimiento que no sabés en dónde estás parado. Cuando nos pudimos recomponer, nosotros lo tomamos de acuerdo desde nuestra cultura, a nuestras creencias. En ningún momento se nos cruzó por la cabeza buscar venganza”, recuerda Adrián Marcenac, el padre de Alfredo, algunos pedazos de ese día en el que su vida cambió.

Ocho días después del crimen de Alfredo, Ríos fue detenido en la localidad de Munro, cuando se puso a orinar al lado del auto de su madre. Al ser registrado, le encontraron una pistola Bersa Thunder 380, la misma con la que le había matado al joven y herido a otras seis personas en plena avenida Cabildo. Los peritajes lo vincularon con otros tres ataques a un colectivo, a una confitería y a un tren, en los que también hirió a tres personas. Ríos fue llevado a juicio dos veces y declarado inimputable. Ahora está internado dentro del Prisma, el programa psiquiátrico del Penal de Ezeiza.

La forma de reivindicar a Alfredo era que se reconociera el daño que le hizo el asesino. Hubiera sido sanador para nosotros. A él lo mató alguien con nombre y apellido y que sabía lo que hacía. Pero, hoy por hoy, para el Estado, a Alfredo no lo mató nadie, lo mató un inimputable. En ese sentido el sistema judicial argentino no nos ha reivindicado. Al contrario, nos revictimizaron y trataron de complicar un proceso que debió ser simple. Queríamos que fuera condenado con una pena concreta y eso no lo logramos, más allá de los años que lleve encerrado”. Durante la entrevista, Marcenac, nunca mencionará a Ríos por su nombre. Explicará al detalle todo el proceso que se llevó adelante contra el atacante pero siempre lo nombrará de otra manera. 

¿Por qué nunca se modificó la declaración de inimputabilidad sobre Ríos?

Porque el sistema judicial es un sistema corporativo que se autodefiende. Lo primero que sucedió fue que una psiquiatra dijo que este tipo no comprendía sus actos y le puso el sello de inimputable, de esquizofrénico. Y a partir de ahí todos los peritos psiquiatras, particularmente del Cuerpo Médico Forense, pero también los del asesino, y los de los distintos organismos del Estado avalaron eso.

¿Quiénes fueron en contra de esa visión además de los peritos de ustedes?

Varios peritos que fueron presentados y no fueron tenidos en cuenta por los jueces. Por ejemplo las psicólogas del propio Cuerpo Médico Forense, que dijeron que este tipo era un simulador y que no había tenido un brote psicótico. Porque con los brotes hay un descenso en el nivel cognitivo y deja un residuo por el cual podés determinar que hubo un brote. Pero en el caso de él no hay ningún residuo que determine que fue así. Hubo varios psicólogos que coincidieron. 

¿Cómo está hoy Ríos?

El  asesino hoy está en el Prisma controlado por profesionales, que lo ven más como un pobre chico que está ahí tratando de cuidarse. Ellos acompañaron varios pedidos de informe en los que de nuevo solicitaron que pasara a un régimen semiabierto. Que extrañaba a la familia, que ya no era tan peligroso. Pero el Cuerpo Médico Forense dijo que de ninguna manera podía ser liberado porque no había disminuido su peligrosidad. El juez dictaminó y fueron a Casación y estamos esperando que se resuelva eso. No es la  primera vez que quieren pasarlo a un régimen semiabierto. De hecho cuando terminó el primer juicio, en 2009, la familia ya lo estaba pidiendo. Si este asesino tiene la posibilidad de salir, de ahí a matar es solamente un paso. Vamos a tratar, con las energías que nos quedan, que eso no ocurra. 

La vida de Adríán no sólo se modificó por la pérdida de Alfredo. El dejó su trabajo en el campo y se vinculó con la Red Argentina para el Desarme y fue uno de los impulsores del Programa Nacional de Entrega Voluntaria, que sacó de circulación 225.000 armas. “Como ciudadanos siempre suponíamos que el control de las armas los llevaba adelante el Estado de manera eficiente, pero por lo que nos pasó nos dimos cuenta que el Registro Nacional de Armas era un cascarón sin contenido. Lo único que había era un gran negocio para un ente recaudador, que era la Asociación de Fabricantes y Comerciantes de Armas, que en la medida que se vendiera y se registraran armas, todos estaban contentos y todos ganaban plata. Ese era el marco en el cual un psicópata como el asesino de Alfredo tuvo un arma habilitada legalmente por el Estado. A nadie le importaba absolutamente nada. Esa es la realidad en la que nos empezamos a meter”, detalla Marcenac.   

¿Y qué es lo más les sorprendió del impacto de las armas?

Cuando empezamos a ver en las estadísticas cuál era la realidad de los heridos por armas y los muertos por armas nos llevamos una enorme sorpresa. Porque nosotros solo teníamos contacto con los casos que salían en los medios y que tenía repercusión. Pero desde 1980 en la Argentina hay unos 8,5 muertos por día por armas de fuego. Una realidad que nadie había visibilizado. 

Pocos meses después de la muerte de su hijo, aún mareados por lo que había pasado, Adrián junto a su esposa Mónica, crearon la Asociación Civil Alfredo Marcenac. “Al principio nosotros no teníamos ni el entusiasmo ni la noción para hacer la asociación. Esto surgió de jóvenes de Necochea. Algunos que lo conocían a Alfredo y otros que no. Nos decían que algo había que hacer. Empezamos a trabajar la idea de resolución de conflictos de manera pacífica y de desarme. Eso fue evolucionando y la demanda era tan grande que capacitamos a otros docentes y se dictaron cursos en un instituto terciario. Eso evolucionó y luego se creó un convenio con la Universidad Nacional del Centro y nació una diplomatura a nivel nacional. Es todo un trabajo que hacen profesores de arte, de música, antropólogos, sociólogos, todo sostenido de manera ad honorem. Cada vez trabajamos más tiempo en esto. Es nuestra manera de encontrarle un sentido a lo que nos ocurrió”. 

AM

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