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Sobre este blog

Intentará ser un correo al que los suscriptores le den Play. Una vez cada dos semanas llegará a la bandeja de entrada algo que a Julieta Roffo, su autora, le entró por un oído y, en vez de salirle por el otro, le salió por un texto. Habrá música pero también habrá ruidos, canciones y sonidos de los que sabemos todos y, ojalá, de los que sorprendan a los lectores. A lo mejor resulta bien.

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El ritmo de la vida me parece mal

Una de las atinadísimas formas en las que la artista Gemma Correll describe nuestra época. No se pierdan su trabajo.

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Leer este texto te va a llevar lo mismo que escuchar El tiempo es veloz en la versión en la que Fito acompañó a David Lebón. Me puse temática, sí.

“Mi cerebro se está acostumbrando a los audios al doble de velocidad y creo que ya no aguanto una conversación normal”. El mensaje llegó a uno de los grupos de WhatsApp que concentra a las amigas nivel núcleo duro y, aunque enseguida sentí que podía responder con el emoji de la chica que levanta la mano como diciendo “mirá que acá también eh”, lo que me preocupó especialmente fue que la que lo mandó fue mi amiga especializada en neurobiología. Quiero decir: de toda la gente que conozco que puede decir “mi cerebro se está acostumbrando a” ella es la única que podría cranear el experimento que lo demuestre y hasta ganaría la beca para hacerlo.

A esta altura, con el último chiche de WhatsApp disponible desde hace varias semanas, toca asumir una verdad impostergable: todos somos el 2x de alguien. Todos fuimos esa especie de ardillita sin matices que habla a la velocidad a la que nos enseñaron a imaginarnos un dibujito animado, un piripipí saliendo del altavoz de alguien que preferimos pensar a un par de anillos afectivos de distancia porque no es lo mismo que te acelere una compañera de trabajo, un cliente o la maestra de los pibes que la pareja, la familia o los amigos. A todos nos quedó demasiado lejos ese verso presuntamente infantil -pero sobre el que yo construiría una iglesia- que dice: “Quiero tiempo pero tiempo no apurado / Tiempo de jugar, que es el mejor / Por favor, me lo da suelto y no enajulado / Adentro de un despertador”.

Para defender esta micro-militancia a favor del 1x, me inventé una teoría que creo que aplica especialmente a quienes usamos mucho el WhatsApp para trabajar: si nos incomoda, por demasiado invasivo, cuando alguien sin presentarse agarra y nos zampa un audio, ¿cómo vamos a llevarnos puesta toda la intimidad que hay en las palabras, los silencios y los tonos envasados en la voz de alguien que sí conocemos en nombre de meterle pata? ¿Cómo vas a darle fast forward al silencio que necesita una amiga antes de ponerse a llorar o a tu pareja contándote cómo anduvo el día o a un amigo que no puede hacerse entender porque se tentó y ahora el audio se trata solamente de escuchar su escalinata de carcajadas? ¿Cómo no vamos a tener tiempo para eso?

Va otro argumento 1x friendly y probablemente más Cuchá-Cuchero que el anterior: ¿cómo vamos a renunciar a la posibilidad de escuchar con claridad un pedacito de canción en el fondo de un audio y contagiarnos y pasarnos las siguientes dos horas haciendo maratón de ese artista?

Mientras leía para preparar este quinto envío del newsletter googleé “cómo impacta acelerar audios de WhatsApp en el cerebro”. Culpo a mi amiga especialista en cerebros y a mi vínculo estrecho con googlear posibles consecuencias para la salud ante cualquier tipo de evento. No encontré nada que se refiriera a eso específicamente y sospecho que es porque se trata de algo demasiado novedoso, pero sí encontré el tutorial de CNN en Español sobre cómo activar el 1.5x y el 2x. Se llama “Para ansiosos: WhatsApp ya te deja acelerar los audios”. Atención que lo que parece un título simpático puede ser un spoilercito científico, me la juego.

Encontré también “Las consecuencias imprevistas de un mundo acelerado”, una charla TED que dio en 2018 Kathryn Bouskill, una antropóloga estadounidense especializada en el cruce entre cultura y tecnología. Dijo, entre otras cosas, esto: “Amamos la velocidad, y nos emociona su intensidad. Pero nuestro cerebro prehistórico no está preparado ni construido para ella (...) Actualmente hay una brecha entre nuestra biología y nuestro estilo de vida: una incongruencia entre lo que nuestro organismo puede tolerar y lo que le hacemos tolerar”.

Yo sé: si te criaste rebobinando un casete con la Bic para ahorrar pilas, manipular el tiempo con un toquecito de pantalla se siente fácil y se siente PODEROSO.Y es una rayita con aspecto de inocente en el lomo del tigre ese que venimos alimentando a fuerza de opciones como Skip intro o -esto ya es correr por izquierda al carril de la izquierda- las que permiten reproducir capítulos de Netflix o videos de YouTube a 1.5x: con diálogos protagonizados por un coro de vocecitas que hablan a la velocidad a la que combinábamos el subte debajo del Obelisco en hora pico. Rapidito, como queriendo pasar a lo siguiente.

No vaya a ser que vivir más o menos normalmente, a 1x, nos haga perder tiempo.

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