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Qué leer Entrevista
Edgardo Scott: “Cuando un libro nos gusta y nos parece bueno, el género es secundario”

Edgardo Scott

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Radicado en Francia, Scott publicó recientemente Casette Virgen, un libro que evoca su infancia y adolescencia en Argentina. En diálogo con elDiarioAR reflexionó sobre los géneros, las traducciones, la distancia de la propia lengua, el leerse a uno mismo años después y la sensación de no vivir ningún lado. 

La “literatura del yo” es desprestigiada en algunos sectores de la crítica. Teniendo en cuenta que Cassette Virgen reúne relatos en plan autobiográfico, te pediría alguna reflexión sobre escribir a partir de experiencias o recuerdos personales, si creés que existen géneros más dignos de desprestigiar que otros y cómo ves vos la cuestión de los géneros en general.

Sí, por un lado, algo curioso que pasó con Cassette virgen y que supongo que también da cuenta de la brecha que siempre hay entre escritura y lectura, es que aquellos que lo leyeron subrayan menos lo autobiográfico (que –tienen razón– es más bien un montaje o dispositivo) que el efecto de ficción; es decir que el libro se lee como un libro de cuentos y como pasa con los cuentos, cada uno elige el que más le gusta. Tal vez por la proximidad de las escenas autobiográficas yo no estaba tan consciente de que el recorte autobiográfico estaba tan al servicio del mecanismo del cuento o el relato. 

Respecto de la valoración de lo autobiográfico, creo que ahí siempre se juegan los resultados, ¿no? Como con cualquier otro género, y en verdad cuando un libro nos gusta y nos parece bueno, el género es secundario. Creo que el género se hace notar, como cualquier otro artificio, cuando el libro es mediocre o malo. Y por otro lado, te diría que me preocupa más la romantización o novelización que están tomando los géneros de no-ficción, en especial la crónica o los textos documentales, que el auge de los géneros. Creo que Walsh se vuelve a morir si ve cómo se están haciendo las crónicas o documentales: hay poca investigación, no hay distancia, no hay imparcialidad, el yo del cronista se exhibe todo el tiempo, es decir, errores en aspectos muy básicos de la crónica… 

Por último, y salvo excepciones, creo que los géneros hoy están tomados ferozmente por el mercado. Las plataformas audiovisuales mandan. Y no se trata del “lector de género” o de las colecciones de género de mediados del siglo XX. Hoy el género es apenas un barniz, un guiño, para romantizar o desfigurar lo que debería ser un realismo crítico bien hecho. Los géneros hoy funcionan como un realismo evasivo. Salvo excepciones, pero con las excepciones no se piensa un estado de situación o un campo literario o una época.

Como en otros textos tuyos, detecto influencias walserianas ¿puede ser?

Bueno, yo soy fan de Walser y lo he leído mucho y con pasión. Pero la verdad que nunca había reparado en esa influencia (es decir, soy más consciente de otros robos, no de ese), sí te diría que a Walser le interesan mucho las cosas, los objetos, incluso las palabras en tanto objetos, y a mí también.

De todos modos, tenés un libro mucho más emparentado a Walser como Caminantes. Contá un poco sobre los impulsos que te llevaron a escribirlo…

Caminantes surgió, como se dice, por casualidad, porque en realidad yo pensaba hacer apenas una nota para un diario sobre ese tema. Y cuando empecé a escribir enseguida apareció un sinnúmero de referencias, libros y autores. También era la primera vez que escribía ensayo, y en ese tono y con ese tema me sentía muy cómodo. Caminantes también es una manera de leer y vivir la literatura, hay como una ética literaria.

“Contacto” fue escrito durante el encierro al que nos vimos sometidos mundialmente en la pandemia. Ahí se lee un diálogo con una coyuntura ¿Es un libro reaccionario? Reactivo, seguro. Como reacción a una situación extrema, inédita. Viste que uno siempre dice, ¿cómo reaccionaré si pasa tal cosa? Bueno, me parece que la pandemia nos confrontó a todos con eso y cada uno respondió a su modo. En mi caso, la angustia del encierro y la incertidumbre generó una especie de crónica y archivo entre nostálgica e irritada por el cambio de los tiempos. 

Releés Luto, El exceso o cualquiera de tus libros publicados hace unos años. En ese caso ¿Qué te pasa?

Ahora estoy releyendo El exceso, justamente para su reedición el año que viene. Supongo que a muchos les debe pasar lo mismo, hay algo donde te reconocés y algo que no. Es un poco así. La escritura cambia. Lo más honesto es que pase eso. También me divierte encontrar como mensajes cifrados hacia el futuro.

Tradujiste nada menos que Dublineses…

De los trabajos literarios que hice, es uno de los más importantes, de los que más me ha costado y de los que más valoro. Y me pone muy contento que no sólo muchos lectores que no lo habían leído se hayan acercado al libro, sino que muchos que lo habían leído en otras traducciones, me escriban y me agradezcan. Les debe pasar algo parecido a lo que me motivó a mí a retraducirlo, que era necesario para ese libro una nueva traducción en nuestra lengua.

Traducir, escribir vivir en lenguas variadas ¿Cómo lo llevás?

En realidad son solo tres (castellano, francés e inglés), y cada una tiene su lugar. Cada lengua define también una zona mía. 

Estando radicado o pasando largos periodos afuera, cosas como la grieta o sus ramificaciones se ven con una perspectiva menos visceral, menos envuelta en nuestra endogamia ¿A vos qué te pasa con eso? 

Iba a decir es un tema delicado, cuando en realidad es un tema violento. Supongo que los que vivimos afuera siempre estamos un poco sospechados, ¿no? Después de los inmigrantes, vienen los emigrantes. Debe ser uno de los costos de vivir afuera, soportar esa suerte de estigma o infamia. Quiero decir que cuando estamos por opinar sobre algo que pasa “acá”, hay un reflejo que es decir “vos porque no vivís acá”, y si vivís en Europa a veces se completa con “vos porque vivís en Europa”, en fin. Con lo cual los que vivimos afuera terminamos sintiendo que no vivimos en ningún lado, porque lo mismo se repite en el país de llegada con la condición de inmigrante. Dicho esto, creo que cuando uno vive dentro de una cultura hay un montón de cosas que se naturalizan y asumen de manera inconsciente, y cuando se deja de vivir en esa cultura, eso mismo se empieza a ver de otro modo. 

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