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Libros

Laura Leibiker, editora: “Hay que volverles a explicar a los chicos cuáles son los riesgos de no vivir en democracia”

La editorial Siglo XXI, reconocida por sus libros de ensayo en el universo de las ciencias sociales, acaba de lanzar su sello para el público infantil y juvenil.

Agustina Larrea

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Es la casa editorial que rápidamente se asocia a las ciencias sociales, al pensamiento crítico, al trabajo académico. Y, también, a Beatriz Sarlo, Michel Foucault, Roland Barthes o Pierre Bourdieu, por nombrar apenas algunos de los nombres que integran su enorme y prestigioso catálogo. Por estas horas, con la reciente llegada a las librerías de ¿Qué es esto de la democracia?, un libro de Graciela Montes que explica cuestiones ligadas a este sistema político y su devenir a lo largo de la historia argentina, y de El chiste de leer, un texto lúdico de Luis Pescetti que apunta a incorporar el hábito de la lectura a través del humor, la editorial Siglo XXI se amplía con una división de libros dedicada a las infancias, que tendrá, entre otros, a autores y autoras como Liliana Bodoc, Hinde Pomeraniec, Jairo Straccia, José Natanson, Paula Bombara y Melina Furman.

Siglo para chicos es un proyecto de libros infantiles de no ficción y ficción. Nuestra idea es que sea un reflejo de los temas de nuestro catálogo. La historia, la educación sexual, el feminismo, la ciencia, la economía y la diversidad son temas que los chicos y las chicas tienen en la cabeza: ¿cuántas veces te sorprendieron con una pregunta sobre inflación, desigualdad o justicia? ¿sobre la memoria, el funcionamiento de nuestro cuerpo y el tamaño de los dinosaurios?”, señaló la editorial en un comunicado. Se trata, según anticiparon, de una apuesta a libros infantiles de ficción y no ficción y está a cargo de Laura Leibiker, una editora especializada en Literatura Infantil y Juvenil, de enorme trayectoria en el rubro en Argentina.

El lanzamiento del sello tiene lugar mientras en el Congreso avanza la llamada Ley Ómnibus donde se contempla, entre numerosas formas de desfinanciación, desregulaciones y propuestas que tienden a correr al Estado del fomento de las artes y de la cultura en general, una modificación en la norma conocida como Ley del Libro que, entre otras cosas, hace que las publicaciones mantengan el mismo precio de venta en todo el país para proteger la actividad librera.

En diálogo con elDiarioAR y mientras que el sector cultural se mantiene en alerta -de hecho, en la puerta de la editorial Siglo XXI y en varias librerías de todo el país hay carteles que alertan sobre la situación que podría afectar a editores, libreros, autores y lectores– Leibiker señala que se trata de un momento difícil, pero que el proyecto de este sello se venía gestando desde hace mucho tiempo por impulso del director general de la editorial, Carlos Díaz.

-Siglo XXI tiene varias décadas de historia y rápidamente los lectores la asocian con autores puntuales, como Sarlo, Foucault o Bourdieu, o temas vinculados con las ciencias sociales. Cuando pensaron en este proyecto en el universo de la literatura infantil y juvenil, ¿en qué lectores pensaron? 

-Creo que antes de pensar en el destinatario, lo primero que sentí yo por lo menos es que los libros para chicos no podían estar muy lejos de los libros para grandes. Sin ser yo una lectora del catálogo completo de Siglo XXI –que es un catálogo muy profuso, muy ecléctico– o experta puntualmente en el ensayo o la teoría, sentí que en esta editorial había un espíritu. Así pude ver que los libros para chicos que hagamos tienen que estar de algún modo emparentados con los libros para adultos. Entonces empezamos a pensar todo este tiempo cómo incluir a los autores para grandes de la casa en los libros para chicos. Con sugerencias del equipo editorial, fuimos encontrando dentro del propio catálogo nombres que podían para mí tranquilamente escribir para pibes o textos que se podían rescatar con ilustraciones. Porque, al final, escribir para pibes es escribir. Me está tocando en estos días seleccionar textos de Eduardo Galeano para un libro ilustrado. Me di cuenta de que la mitad son re apropiados para pibes. Muchos hablan de la injusticia o del amor de un modo muy accesible para el lector. Porque Galeano era muy simple. Escribía de una manera muy simple, muy al corazón, muy directa. Entonces esto, yo creo que no hay que subestimar a los lectores niños y que los pibes hacen una lectura, que no significa que sea la única posible, porque quizás otro día hagan otra. Por supuesto que la literatura infantil y juvenil tiene ciertas cuestiones o códigos particulares. Al mismo tiempo hay gente que piensa “ay, los libros para chicos son libritos, se hacen re fácil” y claro que no es así. Pero la verdad es que escribir para chicos tampoco está tan lejos de escribir otras cosas. 

-¿Surgió de inmediato la idea de arrancar con no ficción?

-Fue lo primero que pensé, porque la no ficción en este terreno no tiene tanta oferta en el mercado. Siglo XXI tiene ya una estructura de saber y de conocimiento en este sentido, no solo en sus autores sino también en sus editores. Desde ese lugar se me apareció muy fuerte la imagen de la colección infantil Entender y participar de los años '80 de Graciela Montes. Sentía que había una ligazón natural entre Siglo y esos libros. La busqué, la leí y dije “esto es lo que hay que hacer ahora, esto es lo que tenemos que actualizar”. Por suerte conseguí ponerme en contacto con Graciela muy rápido. Apenas le conté cuál era la idea, me dijo “tomá, te la doy, hacé lo que quieras”. Así empezamos a tomar aquellos textos como base y a trabajar en una actualización. Lo genial fue que cuando empecé a trabajar y le mandé por cortesía a Graciela para que lo viera, ella misma se puso a escribir como loca. No solo está súper involucrada sino que ofrece sus observaciones, que son maravillosas porque es una verdadera genia. Porque tiene una voz para hablar con los chicos que es única. Porque no cree en la corrección política. Es muy incisiva y es muy brutal. Y, sobre todo, porque ella tiene como convicción que para hablarles a los chicos de cualquier cosa hay que hablar de historia poniendo todo en contexto. Si nunca hay que presuponer qué sabe un lector, mucho menos se debe hacer con un lector niño.

-El que inaugura la colección es ¿Qué es esto de la democracia?, escrito justamente por Graciela Montes con ilustraciones de Penélope Chauvié. ¿Por qué lo eligieron?

-También fue el primero de la colección original. Nosotros empezamos a pensar esto en mayo de 2023, aproximadamente. Y si bien todavía no estaban ocurriendo las escenas políticas que estamos viendo hoy, había algo en el aire. Había una sensación o una idea de que los chicos vivieron toda su vida en democracia y quizás la mayor parte de sus padres también. Pero incluso así flotaba y sigue flotando la sensación de que hay que volverles a explicar cuáles son los riesgos de no vivir en democracia. Hay que volver a hablar con los chicos de esto que nos parece tan natural porque estamos inmersos en ella, pero que en realidad fue muy difícil de conseguir. Quizá en la época de la primera colección se pensaba más en un levantamiento militar. Pero ahora, más que por pensar en algo así, quizá lo que surge son discursos que repitan “mirá, la democracia al final no resuelve nada”. Entonces sentíamos que debíamos ponernos a pensar en eso, a discutir qué otras posibilidades hay, cuáles son las otras formas de gobierno de las cuales nosotros nos escapamos de algún modo, contra las cuáles luchamos. Así fue entonces que apareció esto de repasar un poco una pequeña historia de la democracia y nos parecía muy bueno abrir en estos tiempos con ese libro, que terminó reescribiendo la propia Graciela. 

-A partir de tu larga experiencia en este rubro, ¿cómo se hace para encontrar ese tono medio para un libro que tiene que tener información concreta, muchas veces árida y, al mismo tiempo, ser atractivo, interesante, divertido?

-Creo que por distintas vías. A veces hay cosas que naturalizamos tanto que se nos vuelven invisibles, por ejemplo el diseño. Hay algo ahí que es una invitación y que si está bien funciona también como imán. En los libros de Entender y participar, por ejemplo, se ve esta idea de que hay una pregunta que está resaltada y con un color particular, y eso de algún modo da a entender que la voz del niño es la privilegiada. Después, por supuesto, está la ilustración. Siempre busco que la ilustración no reitere lo que está dicho en el texto sino que ayude a comprender lo que el texto dice, que no es lo mismo. Y después, y principalmente, está el lenguaje. A veces uno se queda solo con la idea de que determinados temas se tienen que decir de una manera también determinada. Sí, hay que decirlo de una manera, hay que mostrarlo de una manera y tiene que estar en un contenedor que resulte también atractivo. Pero en cuanto al lenguaje yo no intento controlar el lenguaje de los autores, cada autor escribe como le sale. Pero siempre lo invito a pensar en el lector: ¿en quién estás pensando? ¿Entiende lo que le estás diciendo? A mí no me preocupa que haya palabras que el lector no entienda porque por contexto los pibes saben leer, pero sí me interesa que lo que vos quieras contar quede claro, con frases claras donde no queden cosas sueltas o sin resolver. Y, si se puede incluir algo de humor, genial porque eso engancha mucho. Creo que no hay mucho más.

-Mientras tanto, persiste el mito bastante instalado de que los chicos no leen. 

-Claro, pero es una gran mentira. A los que sostiene eso les diría digo “andá a las librerías y fijate cómo están los sectores infantiles”. Es un sector muy dinámico. Una cosa es preguntar si se venden libros para niños y por supuesto que eso no significa directamente que los chicos los leen sí o sí, pero un poco sí. Por supuesto que quisiéramos que lean más, que sean más chicos los que acceden a libros, que hubiera una gran campaña de promoción estatal del libro y la lectura. Ya ni estoy hablando de que compren libros, estoy hablando de que instalen la idea de la lectura como algo que está buenísimo. Pero en mi experiencia yo creo que los chicos leen un montón. Leen en la escuela. También hay muchos que lo hacen por fuera de la escuela. En realidad, es como con los grandes, se portan igual que los adultos. 

-Por tu trayectoria viviste otros tiempos de crisis económicas. ¿Cómo se comporta el mercado infantil y juvenil en momentos así?

-Hay dos cosas. Por un lado existe en este terreno lo mismo que existe en otros: por lo general lo último que uno deja es de comprarles cosas a los hijos. En todo caso, te dejás de comprar cosas para vos como adulto, quizá no te comprás para vos una novela de 30 mil pesos y sí vas a ver cómo le comprás al pibe un libro de 15. Esto es lo primero que en general vemos que se hace. Pero también porque yo creo que hay una idea de muchísimas personas que es que comprar libros es construir futuro para sus propios hijos. Que un pibe que sabe de ciudadanía y que es capaz de imaginar y de leer y de comprender es un pibe que tiene un futuro mejor asegurado. En lo laboral, claro, pero también en sus posibilidades de crecer en todos los ámbitos. De ser más felices. De tener de qué hablar con los otros. De todos modos, sí, la crisis se viene para todos lados y, aunque estamos embarcados con mucha fuerza, veremos cómo impacta.

AL/CRM

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