Laura Wittner: “El mandato tradicional de que las mujeres nos aguantemos las cosas también se aplicó a la menopausia”

“Es este un diario sobre el fin de la era fértil en un cuerpo femenino. Sobre la revolución arrasadora de las hormonas. Pero es, al final de cuentas, un diario sobre el tiempo. Sobre la mutabilidad del cuerpo, sobre lo inexorable que –con o sin aparato reproductor femenino– nos aguarda. Es un diario sobre el dolor y la risa. Sobre el deseo transformado, herido, irreconocible, que sobrevive, que trepa una montaña y llega, exhausto, a la cima, para decir: ‘¿Ves? Estoy vivo’”, apunta Luciana De Luca en la contratapa de Diario de menopausia (Bosque Energético, 2025), el nuevo libro de la escritora Laura Wittner.
Armado a partir de observaciones por momentos dolorosas y por momentos graciosas de su autora, en el diario aparecen fragmentos que reconstruyen un año de la vida de una mujer que atraviesa sus días, la ciudad, las comidas, la escritura, los dolores o las charlas con sus amigas a partir de los bordes difusos de la menopausia. Con honestidad y una mirada inquieta, Wittner, que es una de las poetas más interesantes de la escena local y también una de las traductoras literarias más destacadas, se detiene a releer el tiempo –ese tiempo sin parámetros–, desde lo indescifrable del cuerpo, desde su opacidad y su insistencia, a pesar de todo.

– Mientras leía este libro tenía todo el tiempo presente el título de uno tuyo anterior, Se vive y se traduce, porque de alguna manera percibí ese gesto de traducir algo que pasaba en tu cuerpo alrededor de la menopausia para plasmarlo en formato de diario. ¿Fuiste escribiendo a medida que ibas viviendo determinadas cosas o cómo lo pensaste?
– La verdad es que yo siempre de alguna manera estoy traduciendo lo que vivo porque llevo diarios desde los 19 años. Los guardo y los tengo todos, pero hasta ahora jamás tuve la intención de que sean leídos por nadie que no sea yo. De ninguna manera me imagino que eso llegue a publicarse nunca. Son diarios pero son también cuadernos, a veces anoto ideas, una palabra, fragmentos de cosas que por momentos sí funcionan a la manera de un diario por la manía que tengo de registrar. Desde que empecé a hacerlo necesito tener ese lugar al que volver por curiosidad, para leerme a mí misma y ver cómo era en determinado momento. En el caso de Diario de menopausia fue algo que surgió con Eugenia Perez Tomas y Andrés Gallina, los editores de Bosque Energético. Ellos me decían que de todos esos diarios que escribí tal vez se podía sacar algo. Pero lo mío no estaba pensado para ser publicado. Entonces, no sabía si me iba a salir. Hasta que se me ocurrió que lo que podía intentar era trasladar en tiempo real y durante un año el diario que yo probablemente escribiría en mi cuaderno pensando en algo que sí podía ser publicado. Como la editorial publica diarios temáticos, pensé qué era lo que más me atravesaba en ese momento y rápidamente salió menopausia. No es que fuera mi primer año de menopausia, para nada, era el cuarto o por ahí, a veces no es fácil saber cómo calcular. Pero ahí encontré el hilo conductor.
– ¿Cambió entonces tu idea o tu forma de escribir a partir de que sabías que ese diario iba a ser leído por otros? ¿Tenías en mente que ibas a exponerte más?
– Para mí la forma siempre es un tema. Quiero decir, pensar de qué manera escribo en un registro o en el otro. Después hay algo con los diarios en sí que está más asociado como a una regularidad o a pensar qué entra en un día y qué entra en otro. Con mis diarios personales me pasa que tal vez no escribo nada en un mes. O que a un día lo escribo fragmentado en un mes. A veces escribo una taradez, un chiste, dos palabras. A veces escribo sin parar. De todas maneras, no es que en Diario de menopausia no es que desnudé mi vida. En todo caso fui buscando formas, viendo qué implica una vida y cómo se cuenta. Porque es algo que me interesa desde hace mucho. A mí me encanta leer este tipo de diarios íntimos, digamos, y muchas veces me quedo pensando en cómo se armaron. Casi ningún diario se publicó tal y como estaba. Algunos son diarios reales que después son editados por otros, está toda la polémica alrededor de los diarios de Katherine Mansfield qué sacó al marido, por ejemplo. Y después están todos esos otros que fueron escritos para ser publicados o editados posteriormente. Pensé mucho en estas cosas, por ejemplo, cuando leía el de Mariano Blatt, Alguna vez pensé esto, que publicó Caballo negro. Me encanta el diario de Mariano, pero hay veces que parece que le hablara a alguien, quiero decir: el texto fue elaborado con la mirada de editarlo y que viera la luz. Con el de la menopausia toda esa cuestión como que me rondaba. Y también se me dio, un poco naturalmente, y sabiendo que se iba a publicar, que escribí de otra manera, que corrijo más. Entonces en el camino aparecen un montón de cosas que sé que después no voy a querer poner. ¿Viste que hay gente que escribe y dice ‘para mí el arte o la literatura está antes que la vida’ y entonces cuentan todas sus cosas? No es mi caso para nada.
– El diario, más allá de dar cuenta de los días de una mujer y su menopausia, trae información y cuestiones muy puntuales de asuntos médicos. ¿Lo pensaste en términos de divulgación también, te imaginabas quiénes iban a interesarse por esos textos?
– No sé si lo tenía muy claro. En primera instancia, como son las mujeres a mi alrededor con quienes comparto estos temas, me imaginaba escribirlo para ellas. Incluso ellas con sus caras y sus nombres, algo así como “miren, todo lo que hablamos” (risas). Pero, al mismo tiempo, nunca tengo del todo presente a quién le escribo cuando escribo. Quizás con este libro aparezcan mujeres a las que por el título y porque están atravesando la menopausia les interese, pero que después digan “los poemas de esta escritora me re aburren” (risas). Lo que sí me gustó hacer fue juntarme cada dos meses con la editora y leerle lo que iba teniendo. Siempre iba un poco con esta pregunta de “a quién le importa”. Con esto que estaba escribiendo, pensaba, aparecía mi gran temor, que lo sigue siendo: ¿por qué alguien querría leer esto interesadamente? El famoso a quién le importa. Que en general se lo aplico a casi todo lo que escribo, no exclusivamente a este diario.

– En el libro mencionás que deberías releer la novela Clavícula, de Marta Sanz, desde la perspectiva de la menopausia. Me preguntaba si no es un poco el gesto de todo tu diario, esto de releer un poco tu vida reciente en esa nueva clave. ¿Cómo lo pensás vos? ¿Te lo propusiste de alguna manera?
– Más que proponérmelo, es algo que me está pasando. Creo que, ante todo, lo que me pasa cuando escribo de lo que sea, y lo que en realidad me divierte, es el lenguaje, diga lo que diga, cuente lo que cuente. Creo que nunca había escrito para publicar algo tan así como en este caso, como “me tomé el colectivo”, “fui a tal lado”. Pero aun así el motivo que me daba impulso para hacerlo era pensar cómo lo escribo. Nada, la escritura en sí misma. Después, lo que esa escritura cuente, qué sé yo. Creo que las cosas que a mí me gusta leer tienen que ver también con eso. Me encanta leer diarios pero no cualquier diario, depende de cómo estén escritos. Ni siquiera tiene que ver con que me interese esa persona en particular. Ahora hablando con vos pienso otra vez en los lectores o lectoras que imaginaba para este libro y por ahí sean personas a quienes les interesan las cosas que yo estaba intentando hacer con el lenguaje ahí. Pero, al mismo tiempo, pienso en mujeres no necesariamente menopáusicas sino y, sobre todo, perimenopáusicas que son las que no saben lo que les está pasando y piensan que están enloqueciendo. Entonces van a diez mil médicos y dicen “¡pero si yo todavía menstruo!”. Y en general todas las mujeres. Cuando escribía me dejó bastante pasmada el hecho de que yo siendo alguien que siempre se interesó, para bien o para mal, por todas las cosas que existen en el mundo que me pueden llegar a pasar en el cuerpo nunca me haya interesado por la menopausia. Ni me haya interesado en pensarlo, en comprender que yo también iba hacia ahí. Una especie de fe, “no, capaz que eso a mí no me pasa, si nunca tuve ni síndrome premenstrual”. Me llama la atención porque soy profundamente hipocondríaca y toda mi vida fui así: le presto atención a la más mínima manifestación del cuerpo. Es extraño que desde el punto de vista hormonal yo no haya tenido mucho interés en indagar.
– En el libro contás que tampoco fue algo de lo que hablaran las mujeres que tenías alrededor.
– Claro, también es extraño porque tuve abuelas, porque tuve madre, porque tuve tías, porque tuve amigas más grandes, maestras, profesoras, todo. Un montón de profesoras de secundaria. Y nunca ninguna mencionó ni por un instante que quizás estaba atravesando un momento en el que necesitaba parar de dar clases para ir al baño porque se sentía mal. Mi hija tiene profesoras que sí lo mencionan ahora y lo cuentan, dicen “me vienen los calores” y se sacan la ropa. Pero eso es muy nuevo. Entonces una vez que me puse a hacerlo me pareció que algo se abría. Ahora igual ya hay muchos libros y se habla mucho más.
– De hecho vos mencionas a Inés Garland, con quien también te une la traducción literaria, que publicó hace poco Diario de una mudanza. O la actriz Naomi Watts, por citar un ejemplo de afuera. Aparecen cada vez más espacios y publicaciones alrededor de la menopausia.
– Sí, ¡yo ahora abro mi Instagram y es todo menopausia! También está el podcast Encendidas, que hacen Ingrid Beck y Mariana Carbajal. También hay varias médicas que suben publicaciones a Instagram. En cualquier caso, ojalá el libro sea un servicio en algún punto. Es necesario seguir abriendo este tema y que se pueda conversar. No solo para las mujeres que no saben bien por qué tienen determinados síntomas, sino también para que se sepa que cambió el paradigma de tratamiento. O que hay un montón de cosas nuevas o viejas pero que no son difundidas. Con la menopausia pasa esta cosa repetida de “bueno, ya va a pasar” o “es una cosa natural”. ¡Es una cosa natural pero también es horrible! (risas). Para muchas es inhabilitante y para la mayoría emocionalmente desconcertante. A mí por lo menos me pasó como una especie de metamorfosis que no sabés hacia dónde va, quién va a estar del otro lado cuando termine ese camino doloroso. Qué hay del otro lado. Quién soy y qué hay del otro lado.
Con la menopausia pasa esta cosa repetida de “bueno, ya va a pasar” o “es una cosa natural”. ¡Es una cosa natural pero también es horrible! Para muchas es inhabilitante y para la mayoría emocionalmente desconcertante.
– Una experiencia como sin bordes, ¿no? Vos marcás que no hay un tiempo concreto, que no va para todo el mundo de tal a tal edad.
— No, para nada. Aparte a cada persona le dura distinto y le pega distinto. También hay mujeres que dicen “no, yo no sentí nada”. Yo igual me permito dudar. Cada mujer que me ha dicho “yo no sentí nada” al rato hablando de otra cosa me dijo “ay, a mí lo que me pasa últimamente”, y me comentan síntomas clarísimos de menopausia. “Con la taquicardia no puedo dormir”. O “me constipo”. Muchísimas que dicen “de eso no me pasa nada” y después te cuentan ocho síntomas. Bueno, eso es la menopausia.
– ¿Y a qué asociás ese silencio o ese tabú con la menopausia?
– Me da la sensación de que el mandato tradicional de que las mujeres nos aguantemos las cosas se aplicó también a la menopausia. Supongo. Lo pienso en relación a la persona más directa a quien yo podría haber visto, mi madre. Yo vi su menopausia sin enterarme, y aún ahora me dice “no pasa nada”. Recién ahora, recuerdo algunos episodios en la vida de mi mamá o nuestra vida familiar que a partir de atravesar mi propia menopausia claramente puedo relacionar. También creo que para muchos es muy raro porque es como que de afuera no se nota tanto. Todas seguimos más o menos funcionales. Y ojo, yo pasé momentos en los que estaba muy mal, pero de última hago literatura, no soy una cirujana que puede llegar a matar a una persona en una operación.
Cuando escribía me dejó bastante pasmada el hecho de que yo siendo alguien que siempre se interesó, para bien o para mal, por todas las cosas que existen en el mundo que me pueden llegar a pasar en el cuerpo nunca me haya interesado por la menopausia. Ni me haya interesado en pensarlo, en comprender que yo también iba hacia ahí.
–En el libro hablás de días “de hacer cosas” y otros en los que no es posible.
– Sí, yo de pronto me ausentaba, no funcionaba. Y pensaba, por ejemplo, qué les pasa con eso a las mujeres que están en puestos de responsabilidad o de poder. Mujeres líderes en empresas. Es una conversación que se debería poder abrir también. Así como algunas empresas, en el mejor de los casos, empezaron a pensar en cuestiones de género, la menopausia también debería incorporarse. Pero todavía es algo que no está incluido para nada. En mi caso todo esto también me hizo abrir los ojos a todo lo que implicaba la desigualdad de ser mujer. No me fue obvio desde el primer momento, ahora de golpe es como si se me hubiera retirado un velo. Y otra parte que descubrí leyendo, escuchando y conversando, es que la salud de la mujer después de su era reproductiva casi no había sido investigada o no tenía interés. En el hombre sí, se inventó el Viagra hace un montón. Incluso hay muchos estudios médicos que se hacen sobre el cuerpo masculino que se terminan aplicando a los cuerpos de las mujeres. Entonces a nadie le interesa financiar ciertas investigaciones. En los últimos años sí, supongo que al calor de los nuevos movimientos feministas, hubo algunas instituciones que financiaron algunos estudios. Hubo especialmente médicas mujeres que se pusieron a investigar y también detectaron que lo poco que se sabía ya quedó obsoleto.
– ¿Cómo se encuentra el balance entre esos síntomas puntuales, que para muchas son inhabilitantes, con esos discursos que invitan a las mujeres a “ser fuertes” a toda costa?
– No sé, a mí me vino bien hablar con mis amigas, decir “hay que hacer en comunidad”. Tengo una que es 10 años menor, Luciana, que leyó el libro y escribió la contratapa; otra, María, que tuvo la menopausia antes y me fue contando muchas cosas también. De alguna manera ahora me siento muy contenida y acompañada por mujeres de distintas edades y me parece que puede ser un camino. Yo converso con mi tía, que tiene 91 y me cuenta lo que le pasó a ella. Converso con mi hija, converso con mi hijo. Hablamos de menopausia con los dos, porque convivimos y me parece importante. Lo escuchaba en el podcast Encendidas justamente y me gustó: nuestros hijos ahora saben de esto.
AL/MG
0