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COPA AMÉRICA
Argentina, un equipo en construcción: atrapa triunfos mientras sigue buscando su identidad

El festejo argentino tras el gol de Alejandro "Papu" Gómez.

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El fútbol está lleno de datos inservibles que, a veces, son los mejores. O los menos discutibles: Argentina-Paraguay es el único partido posible entre dos selecciones con camisetas a rayas verticales. El resto de lo que se vio este lunes por la noche en Brasilia será material de debate hasta el próximo partido, el lunes que viene contra Bolivia. Vestimenta aparte, la única certeza que dejó la selección de Lionel Scaloni ante Paraguay fue el triunfo 1-0 con un golazo de Alejandro Papu Gómez, la segunda victoria consecutiva en la Copa América, en una noche en la que Argentina volvió a demostrar que tiene el gol fácil pero que le cuesta el protagonismo, un híbrido acorde a tantos cambios de jugadores y de diseños tácticos. La selección, con los titulares que sea, sigue siendo un equipo en formación que gana más de lo que juega, una dualidad que le alcanzó para clasificar a los cuartos de final y encaminarse hacia el primer puesto en el grupo.

Esa falta de perfil definido ocurre encima en tiempos hiperbólicos en los que, en el fútbol, hay que exagerar. Lo bueno se convierte en grandioso y lo malo es ruinoso. En 90 minutos caben todas las sentencias: hasta los saques laterales pueden ser narrados con épica. Si Argentina empata tres partidos seguidos, Scaloni ya no encontrará el equipo. Si Argentina le gana 1-0 a Uruguay y 1-0 a Paraguay, que tiemble Brasil, el gran favorito. Si los nuevos convocados rinden un par de partidos, que la vieja guardia no juegue más. Si Lionel Messi le suma su vieja explosión a su actual versión de futbolista más integral, estamos en presencia de su mejor etapa en la selección. Si Emiliano Martínez muestra solidez en un puñado de partidos (aun sin grandes atajadas), el puesto de Ubaldo Matildo Fillol ya tiene arquero. Si a Cristian Romero no le pesa el debut, Argentina ya tiene central asegurado para Qatar 2022. Si Ángel Di María choca contra los carteles, ya no puede jugar más. Si Guido Rodríguez entra bien, Leandro Paredes perdió el puesto. Tres partidos valen por treinta. Y en realidad, durante toda esta fase inicial, Argentina está en fase experimental.

No está claro si la selección jugó con los titulares porque, salvo las excepciones de los últmos años (Messi, Nicolás Tagliafico y no tantos más), no está claro cuáles son: en una primera ronda de Copa América muy generosa, con cuatro clasificados entre los cinco participantes (básicamente un torneo para la televisión), Scaloni cambia y cambia. Es el momento y lo aprovecha, pero también evidencia que por ahora no encontró una base, ni en nombres ni en sistema. En todo caso, las Copas América y los Mundiales no se definen por los tres primeros partidos sino por los últimos tres, desde cuartos de final en adelante: es un misterio cómo Argentina terminará jugando la Copa.

Mientras tanto, es una selección difícil de predecir: Scaloni define al ritmo de Heráclito, el filósofo griego que recitaba “lo único permanente es el cambio”. Después de los elogios por haber sumado recambio a los viejos nombres, el técnico apostó en Brasilia por tres de los siete jugadores con mayor cantidad de presencias en la selección: Messi, con 147 partidos (alcanzó a Javier Mascherano en el primer puesto), Ángel Di María (108) y Sergio Agüero (99), en lugar de un Lautaro Martínez enemistado con el gol, como si existiera una maldición del 9 de Argentina. ¿Quiénes de ellos jugarán contra Bolivia, el próximo lunes? ¿Volverá quien parecía una fija, Rodrigo de Paul? Ni las casas de apuestas se animarían a semejantes preguntas.

Scaloni, al menos, podrá jactarse del acierto de recuperar la vieja guardia, la última reserva de auténticos cracks (la que viene pertenece a una clase media o clase media-alta de clubes europeos), que generó el primer gol apenas comenzó el partido. Como si homenajeara al indescifrable Mané Garrincha, el nombre que lleva el estadio de Brasilia, Messi arrancó en campo argentino con amague y gambeta, conectó el joystick y habilitó a Di María, que también amagó, hizo jugar sin pelota a Nahuel Molina (se llevó la marca paraguaya) y finalmente habilitó a Papu Gómez, que a sus 33 años, y en su sexto partido en la selección, marcó un golazo que sus nietos le contarán a sus bisnietos.

Lo mejor de Argentina es que tiene el gol fácil desde el vestuario, un premio a su ambición de entrada, agresiva más allá de los nombres. Contra Chile, por Eliminatorias, se puso 1-0 en ventaja a los 24 minutos. Ante Colombia, también por el camino a Qatar 2021, estaba 2-0 a los 7 minutos. Y ya en la Copa América de Brasil, Messi marcó el 1-0 parcial ante Chile a los 33 minutos, Guido Rodríguez contra Uruguay anotó a los 13 y anoche el “Papu Dance” convirtió contra Paraguay a los 9. Cocodrilo que se duerme, es cartera.

Pero, acaso por esa falta de identidad que todavía no consiguió, Argentina arranca mucho mejor de lo que sigue, como si fueran esas parejas que, después de la conquista, bajan la guardia y se relajan. Incluso en un partido con doble cinco, como con Guido Rodríguez y Paredes, Argentina tampoco pudo sostener demasiado tiempo la pelota. La presión, impecable en los primeros 15 minutos, se esfumó enseguida. Es cierto que Paraguay apenas le generó peligro a Emiliano Martínez en todo el partido, como tampoco Uruguay le había llegado al arquero del Aston Villa, pero los primeros minutos habían sido tan holgados para Argentina que parecía una noche más tranquila.

Ese cambio de rumbo durante el partido fue tan inesperado como que posiblemente el televidente conociera a más jugadores paraguayos que argentinos: nueve de los once futbolistas del equipo de Eduardo Berizzo jugaron o juegan en nuestro país, Antony Silva (Huracán), Gustavo Gómez (Lanús), Junior Alonso (Boca), Andrés Cubas (Boca), Robert Piris Da Motta (San Lorenzo), Ángel Romero (San Lorenzo), Alejandro Romero Gamarra (Huracán), Miguel Almirón (Lanús) y Gabriel Ávalos (Argentinos).

Aunque el triunfo no puede ser calificado de injusto, Argentina cedió el protagonismo y dejó de pesar en ataque. Sin las asociaciones esperadas entre Messi y Papu Gómez, y con Agüero reemplazado por Joaquín Correa antes de los 15 minutos del segundo tiempo, la selección tampoco mostró capacidad de contraataque y lamentó el ojo clínico con el que el VAR anuló un gol en contra de Junior Alonso. Por un momento fue como si el partido se redujera al duelo personal entre Almirón y Molina.

Con la selección cada vez más en la trinchera, y sólo con Messi allá arriba, desconectado del resto del equipo, Paraguay no pasó de la acumulación de corners: nueve contra dos de Argentina. Pero los intentos del equipo de Berizzo fueron solo eso, aproximaciones al gol, sin exigir casi nunca a Martínez. En todo caso, después del empate inicial ante Chile, haber sumado dos triunfos -y con el arco invicto- contra Uruguay y Paraguay no es una mala continuidad. Qué es Argentina, y para qué está, se sabrá en lo que viene. 

AB/MGF

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