Coincidencias entre la Argentina y Brasil sobre el impacto de la guerra en Ucrania
Entre las reuniones claves aguardadas por el ministro Sergio Massa, en la cumbre del G20, hubo una en particular con el ministro de Hacienda de Brasil, Fernando Haddad, que ocurrió por la tarde en Bangalore, la tercera ciudad en importancia de la India. Ambos tuvieron notorias coincidencias en los diagnósticos de la situación internacional y, en especial, en las consecuencias del conflicto entre Rusia y Ucrania, sobre las respectivas economías.
Massa reclamó por un “tema central” en el debate del impacto de esta guerra: que los países víctimas de ese escenario mundial sean “escuchados” en los organismos multilaterales. En términos muy similares, Haddad sostuvo que es preciso promover las reformas de los bancos multilaterales para que “refuercen la canalización de recursos” para la alimentación, la pobreza y los cambios climáticos. En ese sentido, Haddad postuló que “si bien es positivo el aumento del diálogo entre las mayores economías, este no se muestra suficiente. ”Precisamos de acciones con resultados concretos“, dijo y agregó que esa será la dirección en que trabajará su país cuando asuma en 2024 la presidencia del G20.
Para el ministro brasileño, las instituciones financieras internacionales “deben ser capitalizadas y flexibles para apoyar a los países en desarrollo con financiación de largo plazo y tasas de interés adecuadas”. En ese sentido, expresó su preocupación “con los niveles de endeudamiento de los países pobres” y subrayó que “elevar los intereses en medio de la fragilidad de la economía mundial solo agrava el escenario”.
En la sesión de este viernes sobre la Arquitectura Financiera Internacional, Massa llamó a trabajar en alternativas de financiación. Exigió, en particular, que es preciso que organismos como el FMI, con grandes préstamos, no cobren sobretasas de interés para los más endeudados. Es que, en un contexto de guerra, pandemia y cambios climáticos, no solo se pone en riesgo la seguridad alimentaria y el desarrollo económico. “No sólo pone en peligro la recuperación de corto plazo, sino que se socavan los objetivos de largo plazo” concluyó. Con una descripción idéntica a la de Massa, el ministro de Hacienda brasileño, que lleva menos de dos meses en el puesto, pontificó la necesidad de “realizar acciones con resultados concretos”.
Es innegable que las situaciones de Brasil y Argentina distan, y mucho, de ser parecidas. Lejos de tener sequías, capaces de comprometer su producción agropecuaria, Brasil logró conservar un volumen importante de exportaciones; aunque vale señalar que el nivel de ventas al exterior sufrió en febrero una caída importante. El saldo de la balanza comercial brasileña fue en 2022 superavitaria en 61.400 millones de dólares; pero esto puede cambiar.
Deudas
Según un boletín de la Fundación Getulio Vargas, las proyecciones en el mundo para este año indican un crecimiento muy acotado (debajo de 1%), lo que deberá redundar en una disminución del comercio exterior de Brasil. En el caso de Argentina, el informe del propio ministerio de Hacienda revela que, el año pasado, hubo un saldo negativo de la balanza comercial de casi 5.000 millones de dólares. Es obvia la diferencia en materia de endeudamiento externo: el gobierno de Lula cuenta con una reserva en dólares en su Banco Central de nada menos que 370.000 millones de dólares. La deuda dejada por anteriores administraciones argentinas redujo al mínimo las existencias en divisas extranjeras en el Banco Central.
Pero aún en medio de semejante distancia entre las realidades de los dos socios, hay algo que probablemente los hermane. Ocurre que en Brasil es muy elevada la deuda pública en reales: equivale al 79% del PBI del país. Es sobre ella que pesa la elevada tasa de interés (que aquí recibe el nombre de Selic) de 13,75% decidida por el Banco Central el año pasado, y que podrá continuar en 2023. La gestión de Lula no tiene cómo modificar esa situación por cuenta de la independencia de su Banco Central, que le impide al Ministerio de Hacienda actuar en este terreno.
Para tener una idea de lo que está en juego, conviene señalar que 46% del presupuesto nacional de 2022, es decir casi la mitad, debió ser aplicado para el pago de esa deuda pública. Esa cantidad de dinero podría aplicarse con fines más productivos que la ganancia financiera de los dueños de los bonos del Tesoro. En ese foro de Bangalore, Haddad reiteró en más de una oportunidad en cuanto a la urgencia de “operar con tasas de interés adecuadas”. Y enfatizó: “El tema del endeudamiento interesa tanto a los acreedores como a los deudores”, habida cuenta del crecimiento de deuda externa en los países emergentes que trepó 65% el año pasado.
CC
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