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Economía Impacto de la crisis cambiaria

Dólar arriba de $1.000: ¿por qué el salto del blue genera más pobreza?

La inflación de agosto fue del 12%, tras la devaluación dispuesta por el ministro de Economía y candidato presidencial, Sergio Massa. Se espera que en septiembre se repita el número.

Juan José Domínguez

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El dólar blue llegó este martes a cotizar a $1.050, para cerrar luego en $1.010. Hace apenas un par de semanas estaba en $730; es una suba del 44% en sólo 15 días. No es la cotización oficial, que permanece estancada desde el día siguiente de las elecciones PASO, pero sí funciona como referencia para ajustes de precios que se realizan en distintos eslabones de la cadena productiva y comercial e impactan, directamente, en el poder de compra de los consumidores.

¿Por qué impactan en el poder adquisitivo? Porque los ingresos de las personas no aumentan con la misma velocidad ni tan de golpe como las cotizaciones de los dólares, que a su vez provocan una suba muy rápida de los precios, en un contexto de inflación de 140% anualiazada y con riesgo de hiperinflación, advertida por algunos estudiosos de la macroeconomía.

El encarecimiento del dólar, la consecuente suba generalizada de los precios y el aumento a menor ritmo de los ingresos de las personas, a su vez, genera directamente un aumento de la pobreza y de la indigencia. Esto es así porque ambas se calculan oficialmente en la Argentina en función de lo que cuestan las llamadas Canasta Básica Total (CBT) y Canasta Básica Alimentaria (CBA). Si una familia no llega a cubrir la CBT, es pobre, y si no le alcanza ni siquiera para comer (CBA), es indigente.

La brecha cambiaria es la diferencia entre el valor del dólar oficial, el que informa el Banco Nación, que hoy está en $365, y la de otros dólares, como el blue, el contado con liquidación o el MEP. Si tomamos el pico de la cotización del blue de este martes, la brecha es del 188%. Si tomamos el precio del blue de hace dos semanas, $730, la brecha era del 100%.

¿Por qué la brecha es un problema? Porque cada vez que amplia se alienta la expectativa de devaluación, se especula que el dólar oficial está “retrasado” y, por lo tanto, que en cualquier momento el Gobierno decidirá aumentarlo (es decir, una devaluación del peso) y acercarlo a la cotización paralela.

Esto es un problema porque esa expectativa, muy abstracta, provoca determinadas conductas.

• Los importadores adelantan importaciones (compran todo lo que pueden al exterior ahora, porque saben que después va a ser más caro).

• Los exportadores retrasan exportaciones (se guardan lo que iban a venderle al mundo porque saben que después le van a pagar mejor por eso que tienen).

Esas dos conductas tienen un efecto muy concreto en las reservas del Banco Central (salen muchos dólares pero no entran muchos dólares).

Entonces, si el Gobierno devalúa “corrige” esa situación. Pero eso tiene consecuencias: la más obvia e importante es que esa corrección se traslada a precios por los insumos importados, por los productos importados, que le ponen un “techo” a los bienes nacionales que compiten, porque suben los precios de los productos argentinos que exportamos. En el caso del trigo, por ejemplo: sube el precio del pan.

Esto ocurrió cuando el actual gobierno, que encabeza Alberto Fernández y conduce económicamente el candidato presidencial Sergio Massa dispuso el lunes 14 de agosto, al día siguiente de haber perdido en las PASO, una devaluación del 22,4%: el dólar oficial pasó el viernes 11 de $298,50 a $ 365.

Como consecuencia de ese salto del dólar, la inflación aumentó fuertemente en agosto, al 12,4%, el doble de julio (6,3%) y julio (6%) y el registro más alto desde 1991. Además, se espera que en septiembre se repita el 12% de agosto, de acuerdo con el Relevamiento de Expectativas del Mercado (REM) que elabora el Banco Central de la República Argentina (BCRA). Esto significa una inflación anualizada del 170%.

Como los ingresos de la mayoría de las personas no suben a ese nivel ni con la misma rapidez —sobre todo los de los trabajadores asalariados y, entre ellos, peor, los de los informales—, estos saltos devaluatorios, tanto del oficial como de los dólares del mercado formal e informal, provocan más pobreza.

Esto no es nuevo en la Argentina. Como se recuerda en esta nota de Chequeado, en enero de 2014, durante la gestión de Axel Kicillof como ministro de Economía, hubo una devaluación del 23% y la inflación anual de ese año llegó al 38% según el IPC de la Ciudad de Buenos Aires. En diciembre de 2015, bajo la gestión de Alfonso Prat Gay como ministro, se produjo una devaluación del 35% al finalizar con el cepo cambiario, y la suba de precios en 2016 alcanzó el 41% según la misma fuente.

¿Quiénes ganan con la devaluación?

• Los exportadores (que al mismo tiempo la propician y presionan para que eso pase sentándose sobre sus cosechas).

• Los productores de bienes competitivos con las importaciones (las importaciones son más caras entonces o les van a comprar más a ellos o lo van a poder vender más caro).

¿Quiénes pierden en lo inmediato?

• Los trabajadores, los jubilados, los beneficiarios de planes sociales, es decir todas aquellas personas que quedan con un ingreso muy retrasado.

En esa misma nota de Chequeado se señala que el traslado a precios luego de un aumento del dólar es mayor en la Argentina que en otros países. El economista Pablo Carreras Mayer, del Centro de Estudios de Estado y Sociedad (CEDES), sostuvo que esto se da por diversas causas, entre las que destacó la historia de volatilidad e inflacionaria de la Argentina, mayor que en otros países de la región o emergentes; que en situaciones de alta inflación —como la actual— los consumidores tienen menos información sobre los precios del mercado, por lo que las empresas son más permeables a subir sus precios; así como la experiencia de los actores económicos que ya saben que ante una devaluación habrá una suba inflacionaria, por lo que realizan una estrategia de resguardo y aumentan sus precios preventivamente.

“En la Argentina, como en otros países con procesos de inflación alta, la gente empieza a ver que la moneda no es un depósito de valor. Nadie guardaría una lata con pesos durante muchos años. Esto, con el correr de los años, implica que la moneda nacional tampoco sea utilizada como unidad de medida”, dijo Ariel Barraud, analista del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF) —dirigido por Nadin Argañaraz, ex subsecretario de Desarrollo en el Ministerio de Hacienda entre 2016 y 2017—.

JJD

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