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El jueves el Indec dará a conocer los nuevos datos de pobreza

“Hay familias que dependen de lo que el Gobierno les da, pero no alcanza”: el drama cotidiano en el tercer cordón del conurbano

El comedor Emanuel, antes iglesia evangélica, en Moreno.

Alejandro Rebossio

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Para llegar al comedor Emanuel, en la localidad de Trujui, en el partido de Moreno, tercer cordón del conurbano, hay que atravesar calles de tierra llenas de pozos y basura al paso. Botellas de Manaos y envoltorios de alfajor Fulbito. Tres o cuatro supermercados chinos. Ninguno de las grandes cadenas donde se ofrecen Precios Justos, 30% más baratos. Emanuel era una iglesia evangélica hasta que su pastor enfermó. Ahora quedó sólo como merendero, el que abrió allí su esposa, María Elsa Grance, hace diez años. María Elsa llegó hace 31 de Paraguay y atiende con una de sus seis hijas, Nancy Mongelos, a los niños de 80 familias que van lunes, miércoles y viernes a la tarde a recibir lo que distribuye la municipalidad de Moreno. “Todos tienen mi número y me avisan si van a venir o no, pero en los últimos meses vienen un montón”, cuenta María Elsa, de 69 años, que tampoco lleva un registro exacto. En la pandemia empezó a cocinar la cena los martes y jueves porque se formaban largas filas en su cuadra, unas 250 familias, pero lo interrumpió hace tres meses. “Hasta hace un año yo cuidaba a una ancianita e invertía todo en la cena, pero se murió y por culpa de la situación económica no podemos comprar más carne y verdura” , relata María Elsa, que también consigue alimentos de la organización Donaciones Haedo.

Cuando ofrecía cena, iba a hirviendo más fideos o arroz para agregar a la salsa en la medida en que llegaban más vecinos de su barrio y del cercano Mariló. “Cuando no alcanzaba, les entregaba paquetes de fideos, puré o aceite. Hay familias que dependen de los que el Gobierno les da, pero no alcanza. Algunos consiguen changas -desde albañilería a servicio doméstico-, pero todos se quejan por la poca plata que ganan o por la asignación, porque no les alcanza para comprar los útiles escolares. No hay trabajo en blanco y aumenta la carne, la leche y el yogur, que es lo que consumen los chicos”, relata María Elsa, que aclara que no se mete en política.

El dato de pobreza

El próximo jueves el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) dará a conocer el dato de pobreza del segundo semestre de 2022. En el primero se registró un 36,5%, menos que el 42% de la pandemia en 2020, pero aún más que el 35% que dejó Mauricio Macri en 2019 o el 27% con el que se despidió Cristina Fernández de Kirchner, ahora vicepresidenta del gobierno de Alberto Fernández. Investigadores que calculan la carestía prevén que el Indec informará una suba al 38% o el 39% en el semestre en que se sucedieron tres ministros de Economía y se recalentó la inflación al elevarse del 64% al 95% anual. La persistencia de la suba de precios combinada con un estancamiento económico en 2023 puede elevar la cantidad de pobres aún más.

“El Gobierno entrega el Potenciar, la asignación y mercadería”, se refiere Nancy, de 45 años, al plan Potenciar Trabajo -medio salario mínimo, unos $ 34.000, a cambio de, en teoría, media jornada laboral en cooperativas de movimientos sociales, iglesias, municipios o provincias- y la asignación universal por hijo (AUH), unos $ 11.000. “Todo el mundo se queja, pero a este gobierno le tocó un tiempo muy difícil y ayuda mucho a los pobres”, añade Nancy. Por el camino, un paredón está pintado con la leyenda “PRO=FMI”.

El economista Leopoldo Tornarolli, investigador senior del Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales (CEDLAS) de la Universidad de La Plata, predice que el Indec informará una pobreza en el segundo semestre de 2022 del 39%, tres puntos porcentuales más que en la primera mitad de ese año por el deterioro del poder adquisitivo de los ingresos. No llegaría al 40% por la baja del desempleo al 6,3% en el cuarto trimestre, el menor nivel desde 2003, si no se considera el 5,9% de 2015, cuando el Indec manipulaba las cifras. “No hay efecto empleo negativo, es decir, aún no se refleja en cantidades de empleo la caída en la actividad económica que comenzó hacia finales del año pasado. Por el contrario, las cantidades de empleo ayudan a que no suba más la pobreza. Pero el deterioro del poder adquisitivo es bastante fuerte, sobre todo en relación a las canastas básicas, tanto alimentaria como total, que en el último trimestre de 2022 crecieron interanualmente bien por encima de la inflación general. Este fenómeno, canastas creciendo por encima de la inflación, se profundizó en enero y febrero. Además, el mercado laboral posiblemente empiece a resentirse este año, por lo que la suba de la pobreza podría ser aún mayor durante 2023”, vaticina Tornarolli.

El sociólogo Agustín Salvia, investigador del Instituto Gino Germani de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y del Observatorio de la Deuda Social de la Católica Argentina (UCA), proyecta que el Indec relevará un 38,5% en la segunda mitad de 2022. “Sube por la inflación, sin haber sido mayor debido a más trabajo. Son empleos en su mayoría precarios, pero más trabajo al fin. Los salarios formales acompañaron la inflación y se ampliaron los bonos de programas sociales”, razona Salvia. Claro que los ingresos de los trabajadores informales van bien por detrás de los precios.

En Trujui, nombre tehuelche que significa médano redondo, María Elsa sueña con reabrir el servicio de cena. En su barrio, La Granja, no hay más que otros dos comedores, también religiosos, uno evangélico y otro católico, el de la iglesia de la Virgen de Itatí, la correntina. Ninguno de los movimientos sociales tiene merendero por esa zona. “Me gusta hacer el bien a las personas que vienen”, se preocupa la inmigrante paraguaya, y remata: “Es la palabra de Dios: el que sabe hacer el bien y no la hace, peca. El dinero no se va con vos a la tumba”.

AR

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