Lula visita Moscú y viaja a Pekín para estrechar la relación con China

A finales de 1989, cuando Mijaíl Gorbachov comandaba los rumbos aperturistas de la Unión Soviética, el Parlamento terminó su sesión antes de lo habitual para que los diputados vieran el final de la telenovela brasileña La esclava Isaura. La historia de aquella esclava brasileña del siglo XIX causó tanto furor que terminó modificando el idioma ruso. Fruto del doblaje, los rusos escuchaban con frecuencia fazenda (hacienda), palabra que incorporaron a su idioma como sinónimo de “propiedad rural”.
36 años después del éxito de Isaura, la economía agropecuaria del universo de la fazenda es el motivo oficial esgrimido por Luíz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil, para justificar el primer viaje a Rusia de su actual mandato.
Brasil exporta a Rusia principalmente café, carne (bovina y aviar) y tabaco. Importa adobe, fertilizantes y diésel, claves para el sector agropecuario, versión industrial de la fazenda. “Queremos reequilibrar nuestra balanza comercial con Rusia”, aseguró Eduardo Saboia, secretario para Asia y el Pacífico del Ministerio de Asuntos Exteriores brasileño, al periódico O Globo.
En 2024, el saldo fue de 9.500 millones de dólares negativo para Brasil. Como efecto colateral de los aranceles proteccionistas de Donald Trump, las exportaciones brasileñas a Rusia aumentaron en el primer trimestre de 2025 un 100% con respecto al mismo periodo del año anterior, según datos del Gobierno de Brasil. La presencia de Alexandre Vieira (ministro de Minas y Energía) y de Luciana Santo (ministra de Ciencia, Tecnología e Innovación) en el viaje de Lula revelan el aspecto económico del mismo.
Brasil como mediador entre Rusia y Ucrania
El viaje de Lula a Moscú tiene otro motivo menos visible: recolocar a Brasil como mediador de la guerra en Ucrania. En septiembre del año pasado, China y Brasil lanzaron en la ONU el Grupo de Amigos de la Paz para buscar una solución pacífica al conflicto. Los intentos brasileños de mediación fueron, hasta el momento, en balde. Volodímir Zelenski exigió una postura más enérgica de Brasil frente a Rusia e intentó, sin éxito, comprar armas al país sudamericano. La mediación de Lula parece difícil tras el ataque de drones contra Rusia lanzado por Ucrania la madrugada del 6 de mayo, un día después de que Janja da Silva, primera dama de Brasil, llegara a Moscú.
Tres días antes del ataque de drones ucranianos, Zelenski declaró que no podía “garantizar la seguridad” de los líderes internacionales que participarán el 9 de mayo en la celebración de los 80 años de la victoria de los aliados contra las tropas nazis en la Segunda Guerra Mundial.
Desde la invasión rusa de Ucrania, el Día de la Victoria dejó de ser una jornada de concordia internacional. En 2006, con Putin ya en el poder, acudieron el presidente estadounidense, George W. Bush, el francés, Jacques Chirac, y el alemán, Gerhard Schröder, así como el primer ministro japonés, Junichiro Koizumi.
El hecho de que Lula y el presidente chino, Xi Jinping, vayan a estar al lado de Putin en Moscú el próximo viernes emborrona la imagen de aislamiento de Rusia, algo que irrita a las voces prooccidentales. Konstantin Eggert, periodista ruso exiliado en Lituania, acusa a Lula de ser cómplice de los crímenes de guerra rusos en un duro artículo en el periódico Folha de São Paulo: “Putin necesita a personas como Lula, los sudafricanos y otros fantoches del Sur Global para reforzar su propaganda”. Eggert denuncia en su texto la presencia en el evento de líderes autoritarios, como el venezolano Nicolás Maduro.
Para Angelo Segrillo, profesor de Historia de la Universidad de São Paulo (USP) y especialista en Rusia, la presencia del brasileño en Moscú no significa apoyo incondicional a Putin. “Lula no quiere alinearse solo con un campo. No quiere alejarse de Estados Unidos y de otros países occidentales, pero tampoco perder lo que considera el tren del futuro, los BRICS de China y Rusia”, dice a O Globo.
La presencia de Xi Jinping en el Día de la Victoria, así como la cuarta reunión de ministros de Relaciones Exteriores del Foro China-Celac que se celebra en el país asiático los días 12 y 13 de mayo, refuerza el eje Brasilia-Pekín. Si la economía, el deseo de multilateralismo, la aspiración a ser mediador de paz y la presidencia brasileña de los BRICS durante 2025 son los motivos visibles de la visita de Lula a Moscú, la reubicación del Sur Global en la geopolítica internacional es el leitmotiv de fondo.
El 18 de febrero de 2024, Lula realizó una encendida defensa del Sur Global en Etiopía, durante su visita a la 37ª Cumbre de la Unión Africana: “Ya fuimos conocidos como países pobres, como países del tercer mundo, como países subdesarrollados, como países en desarrollo. Ahora somos la economía del Sur Global. Queremos darnos una oportunidad para hacer que el Sur Global, que tiene parte de lo que el mundo necesita, pueda ocupar su lugar en la economía, en la política y en la cultura”.
China abraza a América Latina
La IX cumbre de la CELAC, celebrada en abril en Honduras, tuvo un indiscutible sabor chino. Mientras Pete Hegseth, el secretario de Defensa de Estados Unidos, declaraba que América Latina es el “patio trasero” que Trump tiene que recuperar, China mandó una nutrida delegación al encuentro hondureño. Qu Yuhui, diplomático veterano que trabajó en Brasilia, mantuvo reuniones bilaterales con la mayoría de los 33 países presentes en la cumbre.
Por si fuera poco, el propio Xi Jinping tendió un brazo a la región, al enfatizar que las relaciones entre China y América Latina “resistieron a los cambios en el escenario internacional y entraron en un nuevo momento de igualdad, beneficio mutuo, innovación, apertura y mejoras tangibles para las personas”. El guante estaba echado. La diplomacia brasileña hizo el resto: convenció a los miembros de la CELAC para celebrar la cuarta reunión de ministros de Relaciones Exteriores del Foro China-Celac en Pekín.
De momento, tres presidentes latinoamericanos confirmaron su participación: Lula, el colombiano Gustavo Petro y el chileno Gabriel Boric. Petro, además de ejercer la presidencia pro tempore de la CELAC, embarca con el objetivo de unirse oficialmente a La Franja y la Ruta, proyecto económico creado por China para consolidar sus inversiones en infraestructuras por el mundo, conocido como Nueva Ruta de la Seda.
Aunque Lula se resiste a formar parte de La Franja y la Ruta, el eje Brasilia-Pekín es una prioridad de su Gobierno. En noviembre de 2024, después de la cumbre de líderes del G20, China y Brasil firmaron 37 acuerdos de cooperación, que incluían las áreas de tecnología, agropecuaria y educación. Lula y Xi Jinping prevén lanzar la semana que viene una declaración conjunta a favor del multilateralismo y de la reforma del Consejo de Seguridad de la ONU.
Como preámbulo al foro de la CELAC en Pekín, Brasil envió la semana pasada una delegación de alto nivel a China. Brasil aspira a que algunas de las principales empresas del país, incluyendo la gigante petrolera Petrobrás, tengan sede en el país asiático. También pretende negociar una mayor exportación de soja a China, primer socio comercial de Brasil. Como contrapartida, el gigante sudamericano está ofreciendo participación china en la construcción de 25 navíos petroleros, así como contratos para proyectos de infraestructura, incluyendo trenes y metros.
La reunión de la CELAC abordará algunos desafíos latinoamericanos. La Ferrovía Bioceánica, que pretende unir Brasil al océano Pacífico peruano, está entre los principales puntos de la agenda. La infraestructura portuaria de Chancay, financiada por China, fue inaugurada el año pasado y aspira a convertirse en el mayor puerto de exportación de América Latina.
Otro asunto crucial del encuentro en Pekín tiene que ver con las “tierras raras”, término usado para aquellas que poseen algunos de los 17 minerales imprescindibles para la industria tecnológica. América Latina, con Chile y Brasil como estandartes, se convirtió en una potencia de dichos minerales, cuyo control mundial está en manos de China. La región, en la que operan tanto empresas chinas como norteamericanas, podría inclinarse tras el foro de Pekín hacia uno de los dos.
A finales de abril, durante la visita oficial el presidente Boric a Brasil, Lula aseguró que la geopolítica no se fragua con “momentos aislados”, sino con una estrategia a largo plazo. Por ello, Lula se ofreció a mediar entre Boric y Xi Jinping para conseguir una reunión bilateral Chile-China durante el foro de la CELAC. Además, invitó a Boric a la cumbre de los BRICS del próximo julio en Río de Janeiro. La alfombra roja está tendida para Chile, país con tratado de libre comercio firmado con Estados Unidos, en el universo geopolítico de los BRICS.
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