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Análisis

Primarias presidenciales: desde octubre de 2019 Chile no para de sorprender

El triunfo del independiente Gabriel Boric sobre su rival comunista el alcalde Daniel Jadue es una señal de la orientación del voto para las presidenciales chilenas de noviembre. ales chilenas

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Desde octubre de 2019 Chile no ha parado de sorprender al mundo, ni siquiera de sorprender a Chile. En poco más de un año y medio, dos detonaciones del “estallido social” han modificado la escena política hasta lo irreconocible (o incontrolable) para las fuerzas que lo moldearon y sujetaron en el último medio siglo. La elección de constituyentes ha resultado en una Convención única, ya en funciones, y en funcionamiento: al menos conceptualmente, una asamblea de volver a empezar, con la ilimitación de los fines y no la limitación de los medios como horizonte y desafío: el “milagro de la reinvención”. Las primarias presidenciales del domingo ahondaron estupefacciones anteriores, pero a la vez fueron, la una y la otra, ricas en sobresaltos nuevos para propios y ajenos. Un mismo dinamismo, sin embargo, podría relevarse a la izquierda como a la derecha, cuando por sobre la inercia o disciplina a figuras de partidos históricos la preferencia se volcó, numéricamente decisiva, sobre independientes como Gabriel Boric en la interna de Apruebo Dignidad y Sebastián Sichel en la de Chile Vamos. 

En los dos espacios extremos que ahora polarizan a un electorado que por tres décadas votó a la centroizquierda salvo dos exabruptos (los dos de nombre Sebastián y apellido Piñera) a la centroderecha, vencieron, y obtuvieron mandatos irrefragables por la nitidez del margen de su favor, aquellas figuras que, en cada opción, eran las más independientes, novedosas y aun, a los ojos de los perdedores, novatas. A la vez que infligieron humillantes derrotas a dos precandidatos que hasta la víspera ya se comportaban como candidatos para las presidenciales chilenas del 21 de noviembre y más aún como rivales del balotaje del 19 de diciembre. 

Daniel Jadue, candidato del Partido Comunista (PC), integrante de Chile Digno, Verde y Soberano, fue vencido por Gabriel Boric del partido Convergencia Social (CS), integrante del Frente Amplio (FA) con el 60, 4% de los votos. Al derechista Joaquín Lavín, de la Unión Demócrata Independiente (UDI) le sacó 16 puntos de ventaja, le ganó -aun en sus bastiones históricos, en la próspera comuna de Las Condes, en el Oriente santiaguino, de la que es alcalde, y a tres rivales más, con el 49,1% votos- el independiente Sebastián Sichel. El candidato de la Moneda, Mario Desbordes, de Renovación Nacional (RN), el partido de Piñera, salió cuarto. Eran los más jóvenes, también. Sichel, ex ministro de Piñera, pero ex militante de la centroizquierdista Democracia Cristiana (DC), y que incluso trabajó para la presidenta socialista Michelle Bachelet, tiene 43 años. Y Boric, que empezó como líder estudiantil en 2011, y fue líder social en 2019, tiene 35, recién llegado al mínimo necesario para ser presidente. 

Esta tendencia viene de los últimos sufragios celebrados en Chile -entre ellos el que eligió las 155 bancas de la Convención Constitucional-, en los que el electorado ha preferido, en un 40%, candidaturas personales, desvinculadas de afiliaciones y alianzas con la partidocracia. Con mayoría absoluta de izquierda, con mayoría de independientes dentro de esa izquierda, con paridad de género, con representación de los pueblos originarios, con una presidencia para la cual votaron a una mujer que es una académica mapuche, ya está sesionando, para redactar una Constitución que no modificará sino que sustituirá por completo a la que Augusto Pinochet hizo plebiscitar en 1981. Mismo alejamiento del oficialismo, mismo desvío del sentido común centrista, y centralista, se verificó en las elecciones regionales, las primeras en que Chile eligió directamente quién gobernaría en las 16 regiones (antes de Pinochet, 25 ‘provincias’) chilenas. 

Si la ruptura de las expectativas (y desde luego el fracaso de las encuestas) está en la victoria absoluta, con distancias de casi 20 puntos en los dos casos de los dos precandidatos elegidos candidatos, de las figuras que en cada uno de los dos espacios eran las más marginales, la continuidad se advierte en el retroceso de la derecha. Porque Sichel, si consideramos los números de la elección, salió “tercero”; con 659 mil votos, viene después de Goric, que obtuvo 1 millón 58 mil, pero también después de los 692 mil de Jadue. El otro retroceso es el de los partidos tradicionales. El PC de Jadue es un partido histórico, más antiguo que la UDI de Lavín, más antiguo que RN de Desbordes y Piñera.

En la campaña por esta primaria, Jadue radicalizó su discurso, no contra la derecha: contra Boric. Puso condiciones a la sobrevida de determinadas PYMES, lució como si tuviera un conocimiento general -prescindente de detallada minucia- de su propio programa en los debates, sugirió que pediría a las FFAA y a la DC suscribir un estatuto de garantías democráticas, para indignación de su presidenta interina Carmen Frei (hija y hermana de presidentes), habló de la necesidad de una ley de medios. Y, coyunturalmente, y en la recta final a la primaria, Boric dijo sobre Cuba lo que no dijo Jadue. El precandidato comunista tardó más en reconocer su derrota que los precandidatos derrotados en el espacio de la derecha; hizo una autocrítica a la pugnacidad interna del espacio, que conviene, y habría convenido, dejar de lado. 

Y Joaquín Lavín, y la DC (que presentará también candidatura presidencial, sin primarias), construyeron sus campañas contra el comunismo. La derrota del candidato comunista es una victoria no sólo para Boric, sino para toda la izquierda. Enerva la estrategia de polarización con la que contaba la derecha desde ahora hasta noviembre. Una dificultad mayor preexistía, y subsiste, para la derecha: la de hacer votar a la juventud. 

El ultraderechista, populista y aun pinochetista José Antonio Kast lanzó su propia candidatura presidencial por el Partido Republicano (PLR), y no irá con Chile Vamos: es una desazón análoga a la que una candidatura como la de José Luis Espert infiere a los cambiemitas en Argentina. Sólo que en Chile, por primera vez en la historia, está en juego un balotaje para el que acaso le falten votos a la derecha: podría verse excluida de esa rivalidad final y decisiva. Porque la vieja Concertación de centro-izquierda, donde a la DC se le suma el Partido Socialista (PS) de Salvador Allende -que buscó integrarse a la primaria de Apruebo Dignidad, de la que fue excluida por el PC y por Jadue-, también tiene votos y votantes. 

Aunque también la victoria de Sichel puede favorecer a su espacio. Ex ministro de Desarrollo Social, ex director del Banco Estado, ganó en todas las regiones del Chile. Hizo una campaña centrista, dirigida a la “gente de la calle”, buscó desencantados, y entre estos encontró a figuras de la DC a quienes no gusta una candidata como Yasna Provoste, actual presidenta del Senado, a quien ven conceptualmente indistinguible de Boric y aun de Jadue. Si, como se especula, algunos votos que en las primarias del domingo fueron a Boric ya nunca se repetirán, logrado el cometido de frustrar la candidatura comunista, bien podrían en noviembre dirigirse al más centrista de los candidatos posibles de la derecha, para frustrar una presidencia izquierdista o un balotaje izquierdista. La pregunta es por quién vota el centro, cuando no tiene a quién votar.

AGB/WC

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